Bogotá: Alfaguara. 2022. 424 páginas.
Alejandra Jaramillo Morales se preparó largamente para escribir Las lectoras del Quijote (2022), novela en la que retoma su preocupación acerca de la “violencia fundacional”, las complejidades de la participación de las mujeres en la construcción de conocimientos y saberes, y la reconexión con las espiritualidades de la cultura muisca.
Las lectoras del Quijote narra la amistad entre dos mujeres de mundos confrontados en la Bogotá de las primeras décadas del siglo XVII. Una de ellas es Suánika, joven muisca predestinada a cumplir un papel espiritual relevante, que es desplazada violentamente hacia la capital de la Nueva Granada. La otra mujer es Inés, joven sevillana que ve frustrada su vocación religiosa para pagar con su matrimonio las obligaciones clientelares que garantizan la preminencia social de su padre.
La novela no idealiza la realidad de subordinación económica y social de la mujer muisca en su condición de sirviente de la andaluza. Por el contrario, vislumbra un espacio para el aprendizaje mutuo, que se hace posible en un entorno altamente represivo contra las mujeres, radical en términos de la práctica del catolicismo e inestable políticamente.
Tanto Suánika como Inés se sienten predestinadas a una vida religiosa y espiritual, pero el mundo masculino que las contiene tiene otros planes para ellas. Se trata de una época marcada por la exterminación de pueblos originarios del centro andino de lo que hoy es Colombia y una violencia colonizadora en el ambiente urbano de una ciudad colonial en ciernes.
Un libro robado por Inés en su viaje transatlántico hacia la Nueva Granada va convirtiéndose en una posibilidad de supervivencia al dolor y a la soledad, para terminar envolviendo las posibilidades de soñar y de vivir de ambas mujeres. En un primer momento, El Quijote es para Inés un talismán privilegiado y secreto, pero pronto tendrá que compartirlo con Suánika en una experiencia que evoca la potencialidad democratizadora de la lectura, incluso en una sociedad colonizada, esclavista y misógina.
Inés perderá el monopolio cultural que le conceden su posición social y la detentación del acceso a los productos de la imprenta. La española se desplazará así, bajo el tutelaje de Suánika, hacia una experiencia distinta de apropiación del espacio natural andino, la historia de la conquista de la Nueva Granada y el amor por Táuziga, hermano de Suánika.
Las lectoras del Quijote desarrolla una relación intertextual con Don Quijote de la Mancha como texto canónico por excelencia de la literatura en español. Esta relación se desarrolla a través de aventuras de libros robados y escenas de lectura prohibida en un contexto de mujeres, en el que Inés y Suánika pasan de ser lectoras escondidas del Quijote a organizar representaciones públicas de escenas del libro que sacan provecho de la teatralidad cervantina. Esta performatividad que se articula en Las lectoras del Quijote conecta con otras versiones posmodernas del libro de Cervantes como el filme Toy Story (1995), dirigido por John Lasseter, y sus secuelas; y la serie Breaking Bad (2008-2012), producida y dirigida por Vince Gilligan, entre muchos otros productos audiovisuales, que ha estudiado Bruce R. Burningham en Tilting Cervantes: Baroque Reflections on Postmodern Culture (2008).
La novela de Jaramillo Morales ingresa también a un ámbito específico de textos latinoamericanos en los que la crítica ha explorado distintos grados de relación con la novela de Cervantes. Esta interminable lista de “las lecturas y los lectores del Quijote” –como lo plantean Sarah de Mojica y Carlos Rincón en Lectores y autores del Quijote (1605-2005)– puede complementarse con títulos como: Cien años de soledad (1967), de Gabriel García Márquez; Terra nostra (1976), de Carlos Fuentes; y La otra mano de Lepanto (2005), de Carmen Boullosa, entre muchos otros.
“Las lectoras del Quijote viene a llenar un espacio de silencio de la memoria temprana de la colonización de las Américas que necesitaba ser narrado”
Las lectoras del Quijote viene a ocupar un lugar necesario en el corpus de novelas históricas contemporáneas colombianas acerca del periodo colonial en la Nueva Granada. Sobre el XVI neogranadino se ha publicado El país de la canela (2008), de William Ospina. Acerca del siglo XVII se destacan La tejedora de coronas (1982), de Germán Espinosa y La ceiba de la memoria (2007), de Roberto Burgos Cantor. Mientras que el siglo XVIII ha sido novelado en Del amor y otros demonios (1994), de Gabriel García Márquez.
Las lectoras del Quijote contribuye a enriquecer el escaso corpus de novelas históricas sobre el siglo XVII colombiano. La novela de Jaramillo Morales evidencia una intensa intertextualidad con La ceiba de la memoria, de Burgos Cantor. El punto de conexión entre ambas novelas se produce a través de los personajes de Gudrun Bechtloff, institutriz austriaca de Dominica de Orellana en La ceiba de la memoria, y el de la alemana Dorothee, institutriz y dama de compañía de Inés en Las lectoras del Quijote.
La ceiba de la memoria transcurre en Cartagena de Indias durante la primera mitad del siglo XVII, periodo de auge de la esclavización de personas africanas y sus descendientes. Las lectoras del Quijote se enmarca en las primeras décadas de ese mismo siglo, periodo en que aún predomina en la Nueva Granada la servidumbre de personas indígenas, particularmente en la zona andina de su territorio.
Burgos Cantor se sumerge en las memorias confusas de personas esclavizadas. Jaramillo Morales se adentra en la cosmogonía y la memoria de los pueblos originarios en la antigua Bacatá. Son dos novelas que se complementan, tarea de la memoria que Burgos Cantor y Jaramillo Morales emprenden con minuciosidad histórica, voluntad revolucionadora del pasado y respeto hacia las personas africanas y sus descendientes, y hacia las personas originarias de las Américas, respectivamente; así restauran sus memorias en el complejo entramado de la colonización en las zonas caribeña y andina de la Nueva Granada del siglo XVII.
Las lectoras del Quijote evidencia un profundo y genuino interés por representar aspectos poco conocidos sobre las personas muiscas que vivieron y continúan habitando en la región central de Colombia. La preocupación por las espiritualidades indígenas americanas ha sido particularmente escasa en la novela histórica colombiana. Esa dimensión acerca a Las lectoras del Quijote a la novela Las andariegas (1984), de Albalucía Ángel. Tanto en Ángel como en Jaramillo Morales se evidencia un complejo tratamiento de lo astral y del pensamiento mágico indígena que contribuye a la reconstrucción de zonas olvidadas de las memorias ancestrales.
Las lectoras del Quijote viene a llenar un espacio de silencio de la memoria temprana de la colonización de las Américas que necesitaba ser narrado. El libro propone una mirada de la historia colonial de la Nueva Granada durante las primeras décadas del siglo XVII desde la perspectiva de las mujeres. Como parte de este esfuerzo, da voz a una mujer indígena que pone al lector en contacto con zonas secretas de la sabiduría de su pueblo, explorando de forma novedosa las espiritualidades ancestrales muiscas. Finalmente debo decir que esta novela aborda la tradición novelística en lengua española a partir de una recreación de los contextos globales de lectura del Quijote, indagando sobre la aparición de una novela que invadió también espacios coloniales de las Américas a la vez que continúa reescribiéndose desde perspectivas y lenguas otras.