Nueva York: Sudaquia Editores. 2024. 244 pages.
Rafael Reyes-Ruiz, escritor y antropólogo colombiano especializado en transculturación, encuentros culturales, transnacionalización y traducción, deja su huella tanto en las esferas literarias de habla castellana como en las de habla inglesa al escribir novelas en ambos idiomas. En su primera trilogía, “El cruce de Roppongi”, que incluye Las ruinas, La forma de las cosas y El samurái, el juego entre tiempos y espacios va entrelazando cuidadosamente tensión y suspenso a medida que los personajes navegan los mares de la identidad, la memoria, la historia y la globalización. En su cuarta novela, La herencia, ambientada principalmente en Dubái, Reyes-Ruiz se abre paso por territorios desconocidos y ahonda en el complejo entramado de la humanidad y la identidad tejido en las relaciones sociales.
En Familia extensa, narrada en primera y tercera persona, Reyes-Ruiz nos transporta a Nueva York, donde Colombia se hace presente como telón de fondo a partir de los recuerdos colectivos de inmigrantes colombianos que preservan su cultura, sus tradiciones y su idioma. Francisco, un colombiano que emigró de pequeño a Estados Unidos con sus padres y hoy en día estudia un doctorado en Antropología, es quien guía nuestra historia como protagonista y narrador. Decidido a estudiar las comunidades colombianas en Nueva York, Francisco lleva adelante una investigación que termina convirtiéndose en una búsqueda personal cuando descubre que la persona que conoció como su abuelo no era el padre biológico de su padre y que su abuelo biológico no existe en la memoria familiar. A partir de esta revelación, la historia de su familia y la búsqueda de su identidad (o, más bien, el significado de su identidad), se convierten en el hilo conductor de la trama.
En las calles de Manhattan y Queens en Nueva York, con Colombia siempre presente pero a la distancia, Reyes-Ruiz amplifica la complejidad de las identidades bifurcadas en un mundo que cada vez se vuelve más pequeño, intrincado e hiperglobalizado. El autor usa sus experiencias como estudiante de doctorado en Antropología en Nueva York y como profesor de Ciencias Sociales y Humanidades en Oberlin College, en Ohio, y en la Universidad Zayed, en Dubái, para matizar las experiencias, los afectos y las relaciones de personajes unidos por su origen latinoamericano, su destino migrante y sus encuentros en comunidades transnacionales. Fiel a su naturaleza de antropólogo, Reyes-Ruiz transforma producciones culturales en recuerdos personales y colectivos. Su interés por el cine, el arte, la literatura, la música y las anécdotas forman piezas pequeñas pero cruciales del rompecabezas que explora la pregunta universal de qué significa la identidad.
Reyes-Ruiz desenmaraña la naturaleza intrincada del tiempo y las identidades en movimiento a partir de situaciones que son inevitablemente cotidianas y sutilmente asombrosas.
La tensión narrativa aumenta cuando un bargueño, un mueble de origen colonial español, que Francisco heredó de su padre, emerge como elemento central en este rompecabezas diseñado por Reyes-Ruiz. El tiempo y la geografía se expanden cuando este bargueño del siglo XVII adornado con incrustaciones de estilo granadino se convierte en un portal a un pasado envuelto en oscuridad. Los grabados en sus cajones insinúan una herencia judía o tal vez musulmana. Sin embargo, la historia se vuelve un poco más compleja, ya que la identidad del bargueño en cuestión podría ser falsa: una mera copia creada por el abuelo escondido en la memoria familiar, Rafael Ruiz Gutiérrez. Para Francisco, develar la identidad de este abuelo biológico podría ser la clave para entender su propia identidad y su futuro. Por eso es que la búsqueda de la identidad del bargueño se entrelaza perfectamente con la búsqueda de su identidad personal. Por fortuna, no emprende este viaje solo.
Reyes-Ruiz plasma con destreza las relaciones interpersonales como elementos decisivos que moderan la tensión narrativa. Debido a la lucha de su padre contra la demencia, Francisco evita involucrarlo en la investigación de su abuelo biológico y el bargueño. Desde Bogotá, y mediante llamadas telefónicas, su tía Astrid se convierte en su mano derecha en esta búsqueda. Simultáneamente, en Nueva York, su pareja, sus amigos e incluso un profesor especializado en el Japón del siglo XVI, brindan su apoyo incondicional e información. Todas estas relaciones que rodean a Francisco, ya sean en el presente o en el pasado, en español o en inglés, en persona, por correo electrónico o por teléfono, se yuxtaponen para crear y nutrir la esencia del protagonista. De este modo, Reyes-Ruiz capitaliza el plano transrelacional para abordar las problemáticas migratorias, biculturales, bilingües y afectivas.
En Familia extensa, Reyes-Ruiz reafirma, con meticuloso detalle, su destreza como narrador. En esta quinta obra, las preguntas sobre identidad y sus estructuras ya no se enfocan obsesivamente en la estabilidad, sino que aceptan las posibilidades del vacío. El sentido de la identidad emerge como tema crítico a explorar entre la transmutación constante e implacable del mundo, el tiempo y las relaciones. Con habilidad para manejar herramientas y técnicas narrativas, Reyes-Ruiz desenmaraña la naturaleza intrincada del tiempo y las identidades en movimiento a partir de situaciones que son inevitablemente cotidianas y sutilmente asombrosas.