Puerto Rico. Alayubia. 2021
En El sitio del relámpago nos permitimos leerlo como un largo poema desde el comienzo hasta su final. En el transcurso de los poemas aparecen imágenes que se decantan por el encuentro de las sutilezas. Por ejemplo, vemos en “Devocionario” cómo el fuego adquiere la dimensión en el silencio (mas no en la quietud del niño) y cómo un Dios (en la misma transitoriedad de la pasión) devora una existencia. Luego emerge la criatura en el fuego y el silencio. Aunque parezca contradictorio el acontecimiento está afuera, pero la transmutación acontece en el interior donde no se percibe la conciencia del canto. Canto en torno al sentido cósmico de la vida: Dios, silencio, fuego, estrellas, relámpagos, entre otros vocablos, que nos remiten a un encuentro o diálogo con una sensibilidad ante lo inesperado.
El entorno y la interioridad de las palpitaciones se edifican con el lenguaje. La voz poética se acomoda en las ranuras de la inconciencia. Los latidos de los vocablos van en consonancia con una experiencia. En “Memoria del gusano” expresa la autora: “Volar también entumece./Esperar otro ciclo/en un paréntesis de alas”. Se celebra una suerte de viaje impulsado por un tono que se detiene ante lo que reconocemos en la experiencia emotiva en un reducido espacio.
La brevedad de estos poemas se manifiesta en su estructura o forma: versos cortos predominan en la totalidad del libro. La poeta se ocupa de la precisión; las imágenes serán libres en su estado de gestación. Cabe preguntarnos, a propósito de la lectura de los poemas, ¿dónde mi memoria? Se construirá en el ejercicio de la lectura y luego la contemplación, en la vinculación vida/muerte o en el eje del relámpago. El sentido de la palabra se reinicia con la experiencia del lector. En consecuencia, será un acontecimiento único e irrepetible, en tanto acontezca la conmoción producto de ese encuentro: voz poética-poemas-lector.
El encanto está figurado. Es inminente tal carácter. Entendemos entonces la experiencia como ese encuentro único e irrepetible que implica un acomodo sin hermetismos. La sutileza estará aunque el cuestionamiento cosmogónico esté presente entre líneas. Con esto intentamos explicar la presencia inobjetable de la balada con la coexistencia de otra visión, aquella historia que no se cuenta ni se manifiesta directamente pero que se filtra en la memoria del lector. A esto me refiero cuando lo llamo conmoción. Esa es la vivencia del lector ante el poema.
En El sitio del relámpago está el inicio de la vida, quizás como nos lo han hecho ver. También está una visualización de la realidad: “Creímos en Dios y/ existió el miedo”. Todo es un acontecimiento concentrado en el relámpago: fuego, descarga eléctrica, instantáneo, exhalación, resplandor, igualmente puede ser lo agudo, ingenioso, lo acucioso o meter el dedo en la llaga. Todo se contiene en una realidad y en un algo supuesto que se nos acerca con la palabra. Su luz fecunda coquetea con la indagación de lo que somos y lo que pudiéramos ser, algo así como dos aguas, dos resplandores: “La intemperie nos mira/con cerrojos”. Aunque lo que acontezca está desde el afuera, la experiencia final está en el adentro.
Se reúnen 22 poemas en la primera parte titulado “En suspenso” y una segunda parte con 23 poemas con el título de “En todas partes”. Estructura que suma como unidad para conformar la totalidad del libro con la temática. Acá (II parte) nos detenemos para seguir con las sutilezas: en el poema “Rhema” se enuncia el canto o la palabra de Dios hacia los creyentes en un presente con cálices inconsistentes que desvanecen aquel mensaje inicial para llegar a lo cotidiano: “Lamen las raíces de las casas”, luego deviene la contrapartida de lo prosaico o lo pagano; igualmente pasa con “Finis terrae”: se presenta la dualidad de las sombras entre lo lumínico y la existencia de la piel en la máxima expresión de lo humano y por consiguiente lo efímero: “Morar bajo la piel/como quien esconde una lámpara”. Como la expresión popular de nada es eterno en la vida.
El libro finaliza con un poema que le confiere el título: “El sitio del relámpago”. En este poema aparecen vocablos como Dios, poesía, gente, tierra, desnudos, relámpago y oscuro. Se vislumbra la experiencia de la lectura de manera franca desde el esplendor de la palabra. Persiste el ámbito de la soledad ante el poema. Las imágenes seducen para inscribirse en el rompimiento de lo establecido para proyectar otro encuentro, otra experiencia. El resplandor no está en el fenómeno exterior, acontece en la fugacidad. El signo estará dado por su relación con la cualidad del poema.