El asesinato de Laura Olivo. Jorge Eduardo Benavides. Madrid: Alianza Literaria, 2018, 323 páginas.
En su última novela, El asesinato de Laura Olivo, el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides explora con originalidad y destreza narrativa las posibilidades expresivas de la novela policial. Presentado como “un thriller literario y multicultural”, este libro resultó ganador del XIX Premio Unicaja de Novela Fernando Quiñones en España. La novela cuenta la historia de Apolinario Larrazabal (conocido como “El Colorado” para sus amigos), un expolicía peruano de raza negra, pero de origen vasco, que un día se ve obligado a abandonar Lima tras recibir una amenaza de muerte como consecuencia de un caso de corrupción en el gobierno del presidente Alberto Fujimori en el Perú. Instalado en Madrid, en el castizo barrio de Lavapiés, ahora convertido en un barrio de migrantes, Larrazabal sobrevive haciendo trabajos esporádicos para su compadre Tejada, un próspero abogado peruano al que lo une una gran amistad. En el multiétnico Lavapiés, Larrazabal mantiene un romance con Fátima, una mujer de origen marroquí que no solo guía al Colorado en su azarosa vida española, sino que también se convierte en silenciosa cómplice de sus pesquisas policiales.
Larrazabal y Fátima inician una relación amorosa cuando el Colorado resuelve con éxito el secuestro de Rasul Tarik, el padre de ésta, a manos de la mafia albanesa. Poco después, el detective es contratado por la señora Luján, su casera, para resolver el asesinato de Laura Olivo, una temperamental agente literaria de dudosa reputación, de cuya muerte ha sido acusada su amante, la joven periodista Lucía Luján. Al mismo tiempo, el abogado Tejada es misteriosamente asesinado en su bufete.
El hilo argumental de la novela se desarrollará tratando de desentrañar los misterios de estos dos crímenes, con un claro protagonismo del primero de ellos, al tiempo que se nos revelará a un Larrazabal tan astuto para ejercer su oficio como ingenuo para entender la realidad española; una realidad en la que, por cierto, su condición de negro nunca pasa desapercibida. Conforme se avanza en la lectura, resulta evidente por qué el libro es presentado como un “thriller literario y multicultural”. De un lado, estamos ante un relato de intriga que parece satisfacer los cánones del género, a saber, un detective que sigue las pistas de un crimen (todos los indicios apuntan hacia Lucía Luján como la única culpable de un crimen pasional), diversos personajes que deben ser investigados e interrogados, y una resolución del enigma con más de una sorpresa. Además, Benavides le añade una vuelta de tuerca más a esta clásica fórmula del género policial cuando Larrazabal descubre, junto con el lector, toda la trastienda del mundillo editorial español. En éste conviven agentes literarios tan codiciosos como calculadores junto a una variopinta galería de escritores ególatras y neuróticos.
Así, a lo largo de nueve capítulos, Larrazabal descubrirá historias de manuscritos robados, plagios flagrantes, envidias personales y no pocas traiciones. Al mismo tiempo, si la parodia es una forma de homenaje, la novela evoca el momento de mayor éxito en el mundo editorial español: la aparición de la célebre generación del Boom latinoamericano de los años 60, representada aquí a través de la figura del chileno Jorge Edwards. Convertido en un personaje de ficción, Edwards no solo representa la memoria viva del Boom, sino que resulta una figura clave para que Larrazabal abra toda una nueva línea de investigación al rastrear la vida de Marcelo Chiriboga, un escritor apócrifo creado hace años por José Donoso y Carlos Fuentes, quien reaparece aquí como el autor injustamente olvidado del Boom. Tanto es así que, para el mismísimo Mario Vargas Llosa, Chiriboga es “el secreto mejor guardado de la literatura hispanoamericana” (280). Para sorpresa de todos, Chiriboga dejó en vida unos manuscritos que contienen su última obra maestra, los mismos que, luego de mucho hurgar, llevarán a Larrazabal a la resolución de un homicidio nunca mejor llamado un “crimen letrado”.
En medio de esta lúdica trama, llena de idas y venidas y salpicada de una fina ironía, vale la pena recordar que, si la novela detectivesca puede ser leída en nuestros días como una suerte de radiografía de la realidad cotidiana, El asesinato de Laura Olivo cumple su cometido a cabalidad. Benavides nos entrega en su ameno relato la cartografía de un Madrid tan castizo como multicultural. En él, Larrazabal no solo es un detective peruano de raza negra que subraya con orgullo su origen vasco, sino que es, sobre todo, uno de muchos migrantes que deambula por las calles de Lavapiés y que se pregunta repetidas veces por su verdadera identidad. En realidad, examinado con más detenimiento, Larrazabal no es otra cosa que el producto del mundo globalizado de nuestros días, un mundo en el que el fenómeno de la migración es una práctica común, así como la consecuente búsqueda de un sentido de pertenencia por parte del sujeto migrante. Tal es el caso, asimismo, de Fátima (la Morita), una mujer que, como Larrazabal, vive escindida entre el mundo arcaico y tradicional de sus padres y la modernidad de la sociedad española. Junto a ellos transitan personajes como Laura Olivo y Lucía Luján, dos mujeres que mantienen una relación abiertamente homosexual; Albert Cremades, un escritor catalán y ególatra; o Cosme, el portero madrileño por excelencia, castizo y elocuente en su manera de expresarse.
El asesinato de Laura Olivo es una novela muy bien escrita, dueña de una prosa ágil y precisa que sabe dosificar con acierto el suspenso que requiere toda buena novela policial. En ella, el lector encontrará un retrato certero de ciudades como Madrid y Barcelona, ya sea al evocar sus barrios populares o sus mundos de alta cultura; vale decir, al dar cuenta de una España multicultural y diversa. Allí, los españoles más tradicionales comparten un mismo espacio con personajes venidos de todas partes (africanos, chinos, latinoamericanos y europeos del este), junto con los desencuentros que toda esta diversidad puede provocar. En Lavapiés sobrevive también Larrazabal, un detective singular y multifacético, convertido en el eje principal de una historia cuya lectura cautiva y que pronto nos atrapa. Todo ello, no solo gracias a las muchas virtudes artísticas de este relato, sino también al gran oficio narrativo de Jorge Eduardo Benavides, un escritor cuya obra conviene seguir con atención.
César Ferreira
University of Wisconsin-Milwaukee