Die, My Love [Matate, amor]. Ariana Harwicz. Trans. Sarah Moses y Carolina Orloff. Edimburgo: Charco Press. 2017. 123 páginas.
Narrada en gran parte desde la perspectiva de una mujer que se esconde entre las malezas descuidadas de un patio mientras examina su propia casa, Die, My Love, la primera publicación en inglés de Ariana Harwicz, es un análisis íntimo de la lucha de una mujer con su salud mental. Publicada por primera vez en Argentina en 2012 como Matate, amor, esta novela está disponible en inglés gracias a las increíblemente talentosas Sarah Moses y Carolina Orloff, y a su publicación con Charco Press, editorial interesada en obras de América Latina, para la cual fue uno de los dos textos inaugurales. La novela ha tenido un significativo impacto en su versión en inglés y ha sido preseleccionada para el premio Republic of Consciousness y para el Premio Internacional Man Booker.
La violencia y su imaginación, imposición física y efecto en la psiquis, domina esta corta novela desde su primera línea: “Me recliné sobre la hierba entre árboles caídos y el sol que calienta la palma de mi mano me dio la impresión de llevar un cuchillo con el que iba a desangrarme de un corte ágil en la yugular” (1). La novela sumerge al lector en la mente de una mujer que lucha contra la depresión posparto, que se balancea en el canto de la realidad, la cual ataca violentamente. A través de la perspectiva narrativa de una nueva madre y esposa que vive en Francia, examina la posición marginada de los mentalmente inestables y extranjeros en un paisaje rural. El nacimiento de su bebé y la muerte de su suegro dan paso a extensas meditaciones acerca de la vida y la muerte que parecen atormentar continuamente a esta mujer. Se trata de una novela que camina por la línea del interior y el exterior, lo cual lleva al lector dentro de una mente que está fuera de control y que muestra una especie de voyeurismo cuando el narrador examina su propia vida desde el exterior, como se puede ver en frases como la siguiente: “Yo no entro porque soy una marginal, no sé hablar sin insultar, espío mi propia casa y hace días que no me baño” (51). Da una inquietante sensación de intimidad y distancia, ya que Harwicz es capaz de captar ese inquietante momento en el que sales de ti mismo para convertirte en testigo de tu propia realidad.
Quizás el elemento más llamativo de esta novela, especialmente con respecto al particular uso del lenguaje de Harwicz, es la presencia abrumadora de animales y las constantes comparaciones que la narradora hace de sí misma con ellos. Frases como “quiero gruñir, berrear, pero en cambio dejo que los mosquitos me piquen” (2), “Al miralos tengo la misma sensación de la araña al ser tocada por el agua” (50), o “escuché un disparo y di vuelta la cabeza con la misma intriga cándida de los bambis” (52) abundan a lo largo de la novela y funcionan no solo para representar las sensaciones particulares que experimenta el narrador sino también para difuminar la línea entre lo animal y lo humano. En su obra seminal The Animal that I Therefore Am, Derrida cuestiona el límite que hemos creado para distinguir humano de animal y sugiere que la simplificada diferenciación humana del animal ha permitido a los humanos explicar lo que significa ser humano pero que homogeniza peligrosamente nuestro entendimiento del reino animal. Argumenta que la distinción entre los dos tipos de seres es mucho más complicada de lo que normalmente se entiende y que rara vez se explora. En su uso constante de metáforas y símiles animales, e incluso sus referencias a tales obstáculos: “Y mientras mi familia sucumbía a las radiaciones de la infidelidad, meto la mano en el alambre de púa que divide bestias de hombres y espero que el caballo se digne a galopar con las fauces abiertas y descargar su avidez en mí” (56), Harwicz juega con esta idea, difuminando la línea entre animal y humano, especialmente en el caso de una humana que pierde su capacidad para controlar sus propios instintos. La intensa emoción se funde con impulsos animales e imaginería cuando Harwicz dibuja una línea frágil entre humano y animal, que revela el lado animal de los humanos en cuanto a impulsos sexuales, ira y depresión sin la capacidad intelectual y analítica para encontrar el sentido a esos impulsos.
Ariana Harwicz ha sido comparada con escritoras como Nathalie Sarraute y Virginia Woolf. Escritoras latinoamericanas de mediados de siglo como Clarice Lispector o Amparo Dávila podrían fácilmente añadirse a esta lista por su forma de abordar el tema de las enfermedades mentales de las mujeres y la combinación de realidad y elementos fantásticos. Más allá de las comparaciones que se puedan hacer con las generaciones anteriores de escritores, Harwicz es una de las voces más fuertes en la tendencia contemporánea de escritoras latinoamericanas que incluyen a Mariana Enríquez, Gabriela Wiener, Selva Almada, Mónica Ojeda o Samanta Schweblin, las cuales crean estos oscuros, violentos e íntimos retratos que intentan hacer visible el dolor y sufrimiento a través de la escritura. Cuestiones de política contemporánea y desplazamiento geográfico están directamente conectadas con el sufrimiento que muchas de estas escritoras exploran. Muchos escritores contemporáneos se mudan bastante y viven en países muy alejados de sus hogares: Schweblin está en Berlín, Wiener y Ojeda están en Madrid, Harwicz está en Francia y esta sensación de desplazamiento geográfico y distancia se puede sentir intensamente en su escritura. En el caso de Matate, amor, Harwicz mete al lector en la mente de una joven que vive lejos de casa y que sufre de confusión psicológica. El resultado es un texto sorprendente, e incluso demoledor, que explora los rincones más oscuros de la psiquis humana a la vez que pone al límite las posibilidades de la escritura.
Sarah Booker
Traducido por Esther Molina Calvo