Diarios 1988-1989: La insubordinación de los márgenes. Victoria de Stefano. Caracas: El Estilete. 2016. 98 páginas.
La escritora Victoria de Stefano, nacida en Rímini, Italia, inició sus vivencias en Venezuela desde que era una niña, y cada una de ellas la fueron transformando, a través del pensamiento, hasta llegar a la inquietante actividad que acompaña a todo intelectual imbuido en el pensamiento filosófico: el constante cuestionamiento entre la realidad y la configuración o desfiguración de sus márgenes. A partir de su experiencia, y mediante su inquebrantable traslación entre los mundos: el presente y el pasado, el materno y el académico, el exitoso y el nefasto, su escritura comenzó a ser la narrativa de una experiencia personal, editada a través de los años, los meses y los días. Diarios 1988-1989: La insubordinación de los márgenes, constituye una obra que incluye la dinámica de los “diarios de viajes, diarios de escritores, de pintores, sin exceptuar los diarios de guerra” destacando, por ejemplo, a “Kierkegaard, Kafka, Klee, las tres grandes K del diarismo”.
Es así como, desde una suerte de abstracción existencial, de Stefano se acerca a su afición por los diarios y mediante uno de ellos hace énfasis en sus conmemoraciones del pasado, como una suerte de “punto de quiebre” o lugar donde la inmersión del escritor hace posible la conjunción de los virajes históricos y los quiebres ideológicos, que coinciden con situaciones que marcan los cambios políticos en el mundo, como la Perestroika, la caída del muro de Berlín y los días oscuros del Caracazo, entre otros mencionados por la autora. De este modo, se enfrenta al inestable balance entre lo que sucede en el mundo y su experiencia personal, ya que en los Diarios incursiona en detalles de los meses y los días, con notas de su diario de los recuerdos, que van desde lo cercano, como la música y los deseos, hasta las conversaciones con los amigos, a través de aquello que puede ser sentido y analizado por los otros. Su experiencia cercana y profunda de los fenómenos ambiguos de la realidad, la llevan a la escritura de una novela que, aunque se menciona constantemente en la obra, no es la obra en sí misma.
Como señala de Stefano “la semilla empieza a germinar”, y es en este acto de escritura donde ocurre aquello que se vincula como parte de los acentos de su propia memoria, “su escrutar” adentro, mediante la alternancia de momentos y experiencias que se enlazan, directamente, con sus lecturas. Pushkin, Nietzsche, Rousseau, Diderot, son aquellos cuya reflexión transciende al espíritu de los límites implacables, y como ellos, muchos otros escritores y filósofos se insertan en las páginas del diario, para luego ser contrastados con otros pensamientos y experiencias personales, como un cierto ánimo triste de la autora que se adhiere a un día gris y anubarrado.
Moviéndonos en las fechas de los Diarios, detallamos la manera en la cual de Stefano ha leído, primero con interés y después con pasión, a diversos autores y temas, desde perspectivas y ángulos diferentes. A partir de allí, su pensamiento se complejiza al punto de que luego, cuando lo lleva a las líneas del texto, afirma que “escribo como si fuera otra (s) persona (s), como si me habitara una voluntad, un vigor creativo de otro orden”. En su obra los días largos, de profunda reflexión, se alternan con días breves. A medida que avanzan los meses del año, cada experiencia personal del cuerpo o la mente (como estar enferma o profundizar en una lectura filosófica) transcurre hasta el punto de llegar a un espacio fuera del tiempo, donde se postergan los acontecimientos en una suerte de presente dilatado, en el cual las ilusiones y los recuerdos comienzan a protagonizar cada uno de sus días. En el contexto de aquello que escribe, las interrupciones, mayores e impredecibles, incluyen cada vez más a la crisis política, el vandalismo, el cierre de los supermercados, la suspensión de las garantías, el toque de queda, el miedo. No obstante, cada situación que adolece al mismo tiempo la fortalece, pues los sentimientos contrarios se enfrentan en sus historias: por ejemplo, en una página de su diario, una mañana al mirar el colchón donde dormían sus hijos la invade el efecto de un sentimiento devastador que arrasa: “La ternura es un amor con dolor, con temor; temor ante lo que pueda sucederle a los que amamos”.
Así, durante el transcurso de los días que se multiplican, los Diarios inducen el cuestionamiento de aquellos momentos difíciles que podrían ser superados por la fortaleza del pensamiento. En la escritura de de Stefano se sugiere que, ante toda incertidumbre, vacilación, dolor e inocencia, se puede acudir a la posibilidad de superar la fatalidad a través de las tareas humildes, serviles, afectuosas, como la maternidad la cual, según de Stefano, se contempla como el cumplimiento de un destino, donde las mujeres arquetípicamente maternales, hayan o no hayan tenido hijos, pueden acceder a la experiencia de ese fuego cuya fortaleza convierte a la maternidad en un sentimiento viril. Desde esta perspectiva, incluso, una escritora puede ir más allá, pues aquella cuyo alter ego es masculino, similar al alter ego femenino de muchos autores como Flaubert o Tolstoi, a través de sus obras puede acceder a “una salida inocente al secretismo de nuestros deseos más íntimos a través de otros”.
Además, como señala de Stefano, ante la ternura, como ante la fatalidad, se cierran los ojos y se comienza nuevamente a cuestionar el eufemismo de la realidad. Tal y como dice T.S Eliot “ser un hombre arruinado puede ser a veces una vocación”. Es a través de esta aptitud vocacional de sobrevivir a las ruinas para luego volver, cada día con mayor frecuencia, que la realidad narrativa establece una conexión gentil, la cual ayuda a sobrevivir a la escritora. De este modo, va desplazándose a través de la línea del tiempo, sobreviviendo al dolor, a la sensación de náuseas y asfixia que se aúnan en su cuerpo cada vez que recibe una mala noticia de su difícil entorno. Por ello, su diario en ocasiones se asemeja a la autobiografía de Kafka, donde ambos se encuentran “más sustanciados en la culpa y en la vergüenza que en lo biográfico”, ya que coincide con aquello que Bajtín define como la transgresión más elemental, en la cual se puede objetivar a la vida artísticamente. Desde allí de Stefano incluye su opinión para definir a un diario como aquel proceso reflexivo necesario para “revisar, reformular, repensar los valores de la crisis y dar el salto al segundo advenimiento”, que se recrea en el renacer de las cenizas y el cual, finalmente, define detalladamente los acontecimientos de su propia vida, cuya justicia superior permanece siempre en el pensamiento y la escritura.
Claudia Cavallin Calanche
Universidad Simón Bolívar/Universidad de Oklahoma