Diario en ruinas (1998-2017). Ana Teresa Torres. Caracas: Editorial Alfa, 2018. 383 páginas.
En Diario en ruinas (1998-2017), Ana Teresa Torres narra, desde la huella que ha dejado en su vida subjetiva, los avatares de la revolución bolivariana en Venezuela. Este libro registra fechas muy puntuales que transformaron su país y también la vida de la novelista. A través del panorama histórico y de su pulso individual en la voz de la diarista, el lector puede representarse cómo los ciudadanos sufrieron paulatinamente un trastorno psíquico y material en un país petrolero agobiado en los últimos años por apagones, escasez de alimentos y medicinas, hiperinflación. Todo esto no parecerá nuevo a muchos lectores, para quienes las noticias de Venezuela acaparan la atención de los medios de vez en cuando, para luego ser olvidada y dejar una nube oscura en el aire. Torres, quien cuenta con varios premios internacionales, nos entrega un diario de una narradora que luchó contra la corriente de la historia para intentar ser lúcida, cuando no era fácil serlo, en medio de las pasiones que dividían al país en bandos acalorados. Una de las características de este tiempo es la rapidez y continua alternancia de los hechos que la historia oficial tergiversaba y los escritores mismos no tenían tiempo para registrar pormenorizadamente, como confiesa la propia Torres. Se amenazaba así al individuo en su lado más vulnerable: el de su memoria histórica, fundamento de su identidad. Torres recuerda que muy pocos en 1998 advertían que se acercaba a Venezuela un régimen de orientación totalitaria. Pero esto no ocurrió de la noche a la mañana. Por eso Torres decidió en 2014 empezar a escribir un diario que hiciera el recuento, desde 1998 (fecha en que Hugo Chávez gana la presidencia de Venezuela), del tránsito de una zona gris a una zona cada vez más oscura de la que no se entrevé una salida. Torres no seduce al lector con utopías históricas o milagros, en unos tiempos cuando la confusión en Venezuela —y no solo en Venezuela— induce al fanatismo populista o religioso. Y ese es uno de los muchos aciertos de este diario: darnos una mirada directa, sin adornos, de la realidad.
En principio, esta actitud no contradice el hecho de que Torres haya sido una escritora comprometida a lo largo de estos años con el rescate de la democracia, publicando artículos o firmando manifiestos, algunos de los cuales se reúnen acá. Sin embargo, a medida que el diario avanza, se observa que no siempre es fácil mantener la autonomía crítica de la voz de la escritora frente a las circunstancias e intereses cambiantes de la política. Así, por ejemplo, Torres expresó su rechazo del fallido golpe de Estado contra Chávez dirigido por sectores minoritarios de la oposición en 2002. Torres reafirmó así su compromiso con los sectores democráticos de la oposición, quienes han tenido aciertos y errores. Esta actitud contrasta con intelectuales y profesores universitarios que apoyaron al chavismo durante sus primeros años, y ahora condenan al régimen de Maduro, designado por Chávez como sucesor, sin hacer la menor autocrítica de su apoyo al chavismo durante su primera época. Frente a estas omisiones, que tienden a enrarecer la comprensión del chavismo como proceso histórico, este diario nos permite ver los eventos en perspectiva, recordando acciones que quizá ni a chavistas ni a opositores les sea grato recordar. Torres, además, es psicoanalista, y entiende muy bien que el silenciamiento u olvido del pasado en estos regímenes puede ser sintomático, pues permite manipular la historia. Esta doble mirada, la de la escritora y la psicoanalista, quizá influya en el tono comedido del libro, en una época caracterizada por la intensa polarización promovida por Chávez desde su discurso.
Sin pretender ser objetiva, Torres procura ser escueta en la presentación de los hechos y que estos permitan deducir el clima emocional. Uno de los primeros cambios que registra en 1999 es la condena sin matices por Chávez del reciente pasado democrático. Para Torres, la democracia había tenido fallas, pero ahora este pasado era atacado como una época oscura y todos los que pensaran de un modo diferente eran estigmatizados o insultados. Algunos testigos de entonces desestimaron este discurso, como anecdótico o exaltación populista sin mayor trascendencia. Luego la violencia del discurso pasó a las acciones. El gobierno fomentó la formación de grupos de apoyo, conocidos como Círculos Bolivarianos y después como “colectivos”. En principio no eran grupos violentos, pero pronto se los vio agredir o amedrentar a las manifestaciones de oposición, así como se empezó a intimidar a los medios opositores, a agredir incluso a sus periodistas. Muchos factores contribuyeron a que la mayoría de los países callara ante la violación de derechos humanos en Venezuela. Uno de ellos es la subida de los precios del petróleo durante los años de Chávez en el poder. El uso de la diplomacia petrolera ganó muchos adeptos internacionales, hasta que la caída de los precios del petróleo luego de la muerte de Chávez cambió ese panorama.
Con la creciente emigración de los venezolanos, incluyendo a sus hijos y amigos, más la muerte de amigos cercanos, se profundiza la sensación de desarraigo en Torres, quien no se siente a gusto dentro ni fuera del país tampoco. Torres no oculta su desconsuelo, pero lucha por mantener su lucidez. Evoca por eso su breve respuesta a una encuesta ¿En qué país vivimos?, publicada el 22 de enero de 2017 en Siete días, de El Nacional. La sobrevivencia del régimen chavista, explica, se debe a que ha combinado cierta formalidad de regímenes democráticos, como una aparente convocatoria periódica a elecciones y división de poderes, con la violación de derechos humanos, como persecuciones y torturas de los adversarios. Este carácter híbrido ha permitido al régimen ser tolerado fuera de sus fronteras y no ser condenado como dictadura. Durante muchos años persistió esta confusión en torno al chavismo, pero Torres añade: “el liderazgo opositor ha contribuido en gran medida a esta confusión porque muy pocas voces se han comprometido con la caracterización del régimen”. Torres, que suele reconocer los aciertos de la oposición democrática, no oculta sus críticas a la desunión de sus líderes.
Su diario admite diferentes lecturas. Si pensamos en lo que sucedería después, los acontecimientos parecen darle la razón. La mayoría de las democracias occidentales no reconocieron las elecciones presidenciales de 2018, en las que Maduro se proclamó ganador, por considerarlas fraudulentas. Las denuncias de la oposición de violencia de derechos humanos fueron oídas. La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet, luego de visitar Venezuela, emitió un informe responsabilizando al régimen chavista por el colapso de la nación y la violencia estatal, que incluye torturas y ejecuciones extrajudiciales, junto a un deterioro económico y social que había impulsado a la población a un éxodo por encima de cuatro millones de personas para mediados de 2019. La participación de los partidos políticos de la oposición venezolana en este proceso es otra historia. El tiempo, además ha pasado, y Torres ya no cuenta con la misma edad que hace casi veinte años cuando participaba activamente con organizaciones políticas en marchas de la oposición, situación más riesgosa en los años recientes, y más para una mujer que ya no es joven. El tiempo pasa, pero el tiempo de la escritura es otro, y ese permanecerá contra la corriente de la historia en este diario.
Víctor Carreño
University of Oklahoma
Víctor Carreño obtuvo su Ph.D. en Letras Hispánicas en la Universidad de Columbia (2004). Desde 2004 hasta 2018 trabajó en la Universidad del Zulia, Venezuela. Desde 2018 ha trabajado como Profesor de español en el Departamento de Lenguas y Literatura Modernas y Lingüística de la Universidad de Oklahoma. Sus áreas de investigación incluyen la narrativa de la diáspora venezolana, migración y cruce de fronteas en el cine y las artes visuales latinoamericanas. Su libro La voz del resentimiento: Lenguaje y violencia en Miguel de Unamuno obtuvo en 2006 el premio de Monte Ávila Editores en Venezuela. Ha publicado una selección de sus traducciones en el libro Poetas románticos ingleses (2009). Su novela Cuaderno de Manhattan ganó en 2014 el Premio Fundavag en Venezuela.