Lima: Seix Barral. 2022. 116 páginas.
Croac y el nuevo fin del mundo (2022), del escritor peruano Ricardo Sumalavia, actualiza la tradición literaria latinoamericana y también activa una herencia ficcional asiática que experimenta lo político desde la integración de diversos formatos que disuelven las innecesarias dicotomías que perduran en estos tiempos. Pero, ¿cómo lograr esto desde la simple onomatopeya que repite una rana? Es aquí donde el narrador tiene una labor fundamental: funciona como el traductor de la rana y sólo es posible acceder a ella a través de sus palabras. Este tipo de escritura experimental ya había sido explorada por Sumalavia en Historia de un brazo (2019), obra en la cual, tal como lo indica su nombre, el protagonista precisamente es un brazo. En esta oportunidad, continúa ampliando sus propios límites e invita a adentrarse en un mundo donde la fusión de lo humano y lo animal toma el protagonismo.
En primer lugar, es evidente que el relato evoca a un archivo latinoamericano de la tradición del realismo mágico de clásicos como El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier; Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo; y Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, pero en la particularidad de escenificar la localidad de un Amazonas peruano que es descentrada a través de los viajes temporales que realiza la rana desde el wáter de la casa del narrador y de su abuela. En estos fragmentos se van uniendo las historias familiares de los personajes y a ratos no se sabe si la abuela, el narrador o la misma rana son fantasmas o recuerdos de otros tiempos, lo que transforma a este spot amazónico en un espacio al más puro estilo del Comala de Rulfo.
También existe una inspiración poética: la obra inicia con la intervención de los versos de “Una rosa en el florero” (1975), del argentino Roberto Juarroz, en la que se reemplaza a la rosa protagonista por la rana. Esto también anticipa el protagonismo del lenguaje a lo largo de toda la trama, ya que en algunos capítulos este se codifica a través de un desorden o un nuevo orden al mantener el sentido de la historia.
En segundo lugar, la obra de Sumalavia activa un archivo más remoto para la audiencia sudamericana, pero no del todo desconocido. Salta como una rana a la vista la remediación de la clásica escena del haiku más famoso del mundo, el del poeta nipón del siglo XVI, Matsuo Basho. Podría ser una traducción extendida de los versos que, precisamente, han costado tanto traducir a otras lenguas, lo que también hace referencia a uno de los ejes ya mencionados de la novela: la traducción del idioma batracio al español por parte de la voz narradora. A la vez, las experiencias de la reflexiva rana monstruosa –es un animal-humano– acerca el mundo de Ryunosuke Akutagawa y sus hombres-tortuga, los filósofos de Kappa (1927), así como a sus arácnidos que hacen pensar sobre la ética humana, como en el cuento “El hilo de la araña” (1918). Además, la profundidad del personaje animal lleva a concepciones budistas que se preguntan por la futilidad de la existencia. De hecho, su voz, que a ratos se toma el relato por completo, genera un “yo” que simula el de la llamada “novela del yo” de Natsume Soseki, una representación muy distinta al de la enunciación ególatra de los relatos más cercanos al modelo neoliberal de la actualidad. Esta voz singular explora las profundidades del inconsciente individual y colectivo que es posible encontrar en la novela Kokoro (1914) y en otros textos del novelista Meiji.
“SUMALAVIA Y SU NOVELA DEMUESTRAN QUE ES POSIBLE CONTAR UNA HISTORIA POLÍTICAMENTE LLAMATIVA A TRAVÉS DE UN SINFÍN DE FORMAS DENTRO DE UNA MISMA OBRA”
En tercer lugar, es posible hacer conexiones entre la novela y la narrativa coreana. Una de ellas es la capacidad de utilizar artificios literarios complejos con alto contenido político. Es cierto que toda literatura tiene la posibilidad de ser leída de manera política; sin embargo, los autores coreanos han conseguido que sea una parada obligatoria en el análisis de su corpus con la elección estable del formato del cuento contemporáneo como su manera para relatar el último tiempo. Por ejemplo, Croac inicia con un momento en el que la rana está enojada con el narrador porque la hizo ir al banco y presenciar toda una escena en la que una hormiga es detenida en el recinto. Esta escena erige una crítica (ni tan) solapada a la burocracia y el poder de las entidades bancarias.
Casi al terminar el relato, la rana se encuentra con gendarmes y es amedrentada porque la confunden con un sapo. Estos insisten y le dicen que les gustaría verlo “reventar como un sapo”. La rana opta por atacarlos y les dice que no es una rana cualquiera, sino que es “una rana fantasma con ganas de reventar[los] como un sapo”, lo que refracta la generalizada animadversión que genera muchas veces la policía. Además, en la novela se habla de la guerra entre “las ranas del norte y las ranas del sur”, lo que inevitablemente hace pensar en la realidad que vive Corea desde hace más de medio siglo, pero que a la vez es posible relacionar con el conflicto de Ecuador con Perú o de Perú con Chile si se lo piensa de un modo local. Así, todo se conecta en el relato. Otra cosa interesante es que en esta novela y en las narrativas coreanas audiovisuales, como Castaway on the moon (2009) de Lee Hey-jun y Welcome to the Dongmakgol (2005) de Park Kwang-hyun, existe el interés por escenas coprolálicas que utilizan la sátira como elemento literario-social. En Croac, para viajar por el tiempo desde el wáter de la casa “la cantidad de mierda debe ser proporcional al tiempo al que desees viajar”, lo que permite visualizar de manera estética esta acción que se mira habitualmente como algo desagradable de ficcionalizar. Por otra parte, la fusión de formatos se presenta en una de las obras más importantes de la literatura coreana del siglo pasado, “El enano que tiró la pelotita al cielo” (1978), de Cho Se-hui; y en otra más actual, Los estándares coreanos (2005), de Park Min-gyu. La preocupación por experimentar con fondos y formas como lo hacen los autores coreanos es otro de los conocimientos que Sumalavia entrega como un regalo a sus lectores.
Esta interesante mezcla entre matrices latinoamericanas y asiáticas, entre humanos y animales, entre el pasado y el futuro, lleva a que toda esta historia tenga una multiplicidad de entradas de lectura que también permiten interpretarse en múltiples sentidos al arrojar, entre líneas, códigos políticos. Sumalavia y su novela demuestran que es posible contar una historia políticamente llamativa a través de un sinfín de formas dentro de una misma obra que sale al multiverso e invita a seguir creando y pensando la escritura desde una casa sudamericana.
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