Nota del editor: Esta es una de las tres reseñas finalistas del I Concurso de Reseñas Literarias de LALT (2023). Nos complace compartir las reseñas seleccionadas en el presente número de la revista.
Granada: Valparaíso, 2022. 72 páginas.
En un ensayo importantísimo de los años ochenta, la escritora puertorriqueña Rosario Ferré comparó las vidas de dos poetas líricas del siglo veinte antillano con el componente positivo y negativo de una misma foto. Me gusta creer que ciertas reseñas críticas ejercen esa operación, un íntimo trabajo con el revés de los textos. Todavía más me gusta imaginar que cada lector constituye la imagen arcana de un autor en alguna hipotética carta del tarot. Supongo que la poesía que prefiero ampara secretos que no son de quien la escribe, sino del que la lee. Como si el crítico fuera una especie de autobiógrafo dado vuelta, algo así dijo Ricardo Piglia infinitamente mejor más de una vez en sus diarios. Pablo Figueroa y yo los estudiamos en un curso de literatura de la Universidad de Puerto Rico. Recuerdo el fervor de Emilio Renzi en aquellos cuadernos, la convicción de que vida y obra son inseparables. Pensando en esto me permito compaginar una breve anécdota universitaria con mis notas de lectura alrededor de la primera publicación del poeta y editor Pablo Figueroa (Puerto Rico, 1993), su libro Nova Provincia (Valparaíso, 2022) que me propongo reseñar aquí.
Cuánto dura un crush en los adultos, le pregunté a Google el semestre que nos conocimos. Curiosamente –acudo al cliché de atraer polos opuestos– Pablo se sentaba al fondo del salón en una esquina, yo de cara a la pizarra. ¿Caminamos?, nos convidó el profesor Luna una noche después de la clase. Lo acompañamos hasta la torre del recinto sumidos en una confidencia especial. Antes de marcharse, me dirigió la palabra. Preguntó si mi Instagram era el del dibujo animado japonés en la foto de perfil. ¿Eres tú detrás del muro del proyecto editorial Gacela del Ático? Habría tenido que responderle a Pablo, en lugar de asentir. Porque encima ambos parecíamos tener en común esa inclinación por lo impersonal, un modo encubierto de participar en las redes. Nuestro espionaje era mutuo. Como diría un poema de Patti Smith: “Te vi a ti que eras yo”. Por alguna razón, las veces que Pablo intervino en el salón, creí reconocer en su voz una cadencia que no sonaba extranjera, pero tampoco local. Ese aliento apátrido recorre los poemas de su libro. Explicarme a mí misma cómo está hecha esa voz –y ese desfase– es una de las finalidades personales de esta reseña.
De entrada, la nota biográfica nos pone sobreaviso. A Pablo le interesa la poesía polaca. Versiones suyas en lengua hispana del poeta Adam Zagajewski aparecen en la revista electrónica Círculo de Poesía. Fue reconocido por el tercer certamen literario de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico. Además, es cofundador y coeditor de la editorial independiente Gacela del Ático. Nova Provincia es su primer libro.
“Pienso en una poesía radical, llena de alusiones y recuerdos en clave, escrita únicamente para dos o tres personas. Una poesía sin pedagogía, ni grandes remates”
En realidad, Nowa Provincja es un coffee shop en Cracovia. Como título implica mucho más que una declaración de amor a la poesía polaca contemporánea –una tradición que Pablo ha estudiado y traducido intensivamente–. Ni muy hispánico (nueva provincia), ni muy fidedigno (nowa provincja), Nova Provincia supone un traslado a medio camino entre el riesgo y la devoción. A través del libro, se percibe la negociación de la voz con el registro sagazmente impersonal y anecdótico que reconocemos en Wisława Szymborska. Si consideramos que se trata de una escritura autobiográfica, resulta curioso su uso casi nulo del pronombre “yo” como lugar de enunciación. Por otro lado, a juzgar por la presencia recurrente de los “suspiros” y del “aliento” en estas páginas, diría que el título no corresponde a una tercera lengua, sino a un idiolecto imaginario. Aquel en que un día el poeta enmudeció por haber pasado muchísimo tiempo deseando a alguien en secreto.
El poema que abre el conjunto entonces ofrece un comienzo refrescante y autocrítico. “El primer libro casi siempre” –dice Pablo– “fue publicado pensando en alguien / a quien amamos y que secretamente / quisiéramos que nos amara”. Es un verso programático, una clave de interpretación. Se asume la escritura pública con una visión desengañada frente a las ilusiones, una mirada artística demoledora o suplicante al uso de Idea Vilariño o de Claudio Bertoni, dos autores que junto a Szymborska, Różewicz y Zagajewski operan como su escudo de armas en todo el libro.
En un sentido amplio, los poemas de Nova Provincia tematizan un flechazo. Yo lo llamaría el vínculo entre la lectora cautiva y el escritor obseso. Se parte de la premisa de que escribimos –y leemos– en función de alguien. Como si esa ilusión sorteara, de algún modo, la vergüenza misma de sentarse a escribir. “Tener un crush” –pone Pablo en otra página– “produce poemas / ridículos / no serían poemas a un crush / si no fuesen ridículos”. ¿Cuánto dura un crush en los poetas? Fue, quizás, lo que debí haberle preguntado a Google el año pasado. Dicho vínculo constituye uno de los núcleos temáticos que aportan un efecto unitario y agónico a las cinco secciones que estructuran el poemario.
Escritos con un depurado estilo intimista y un uso no legaliforme de la puntuación –son escasas las mayúsculas y los signos de interrogación en el cuerpo del poema; tampoco hay puntos finales, ninguna coma, ni exclamativas– estos versos seducen por su estratégica y sensual brevedad. No me refiero a que Pablo componga micropoemas, sino a que el rasgo formal más importante se juega en su predilección por los trisílabos y tetrasílabos (“demoler / triturar / acabar / la tristeza / la nostalgia / la de ahora / la de siempre / desde ahora”) forjados de un modo casi escultórico, evidente al cotejar los cortes versales en apariencia fáciles, pero nada arbitrarios. Una búsqueda de agilidad en el golpeteo silábico magnifica su esmero por eludir “metáforas complicadas”, al tiempo que consigue encabalgamientos impredecibles:
en qué poemas has pensado
qué libros qué ha pasado
con los estudios el trabajo aquella
idea que una vez me contaste
La poesía de Pablo Figueroa intercambia “los problemas del mundo” por confidencias en voz baja con una amiga: “Mi poema / solo debe suceder y escribirse / ser enviado a tu nombre / leído por ti y olvidado” –dice en “KATERYNA” – “lo importante es / que reviva secretos / y lecturas que hicimos a la tarde / por ejemplo a Szymborska”.
Pienso en una poesía radical, llena de alusiones y recuerdos en clave, escrita únicamente para dos o tres personas. Una poesía sin pedagogía, ni grandes remates. La esperanza, si alguna, de que una sola interrogante pueda más, a veces, que todas las opiniones culturales sobre cómo tendríamos que resistir en una colonia de Estados Unidos: “una persona que no volví a ver / me preguntó cómo era // vivir en una isla”, apuesta hacia las últimas páginas. Creo que la audiencia destinataria de Nova Provincia es una minoría. En cualquier caso, lectores exigentes, desconfiados del tipo de poesía declamatoria que se publica en Puerto Rico últimamente. Lectores alérgicos al pseudoactivismo que tantos aplausos genera en nuestros micrófonos abiertos. Lectores de poetas y no de próceres, atentos a “lo temblorosa que es la voz” de quien no hace concesiones y escribe sólo en función de su propia vulnerabilidad.