Memoria de pájaro. Pedro Chadicadi. Valdivia: Sur Umbral Ediciones. 2019.
En el siempre motivador proceso de la poesía chilena, enriquecida de autores y obras en sus generaciones varias y diversas, Pedro Chadicadi viene a representar a un muy joven autor que surge recientemente a la poesía nacional con una primera y prometedora obra, reveladora no solo de un manifiesto fervor poético sino, y principalmente, por el proceso o búsqueda de una escritura en su tratamiento de tema y de lenguaje. Que uno y otro —tema y lenguaje— es aquí materia singularísima y renovadora, a pesar de una memoria que no se queda en lo meramente pajarístico.
Esta Memoria de pájaro (título de por sí curioso y novedoso) reúne poemas que de alguna admirativa manera ya han recibido la honrosa valoración y distinción de jurados y concursos (“Juegos Literarios Gabriela Mistral” de la Ilustre Municipalidad de Santiago) y que ahora, reunidos en libro con algo de tomo y lomo, bien dejan al trasluz los afanes poéticos de su autor. Pero más allá o más acá de meritorias y estimulantes distinciones importa, por cierto, ese todo poemático en su forma y contenido, en sus sencilleces y vislumbres, de una “memoria” nada de usual —así sea pajarística— vuelta fugacidad de tiempo o mito revivido.
El diverso registro que conlleva esta atractiva poesía, muchas veces directo y breve y casi epigramático, y otras de evidentes alteraciones formales o en el borde mismo de la experimentación o en el ejercicio verbal hecho canto, importa en su totalidad de conjunto que va dando origen al proyecto poético que Chadicadi se propone en su resuelta escritura: la naturaleza (en su estado más prístino y genésico) como acercamiento a lo nutricio y a lo cotidiano de la existencia y en una memoria de pájaro nada de alada, ni volátil ni volandera, sino diseminada por el viento o llevada por ese aire que pasa y se queda. Poesía, además, en el entorno de una geografía o territorio natural y silvestre en sus elementos naturales que la constituyen: tierra, mar, rocas, bosques, lluvias. No aquí la ruralidad emocional o convencional o paisajística, más bien refugio o memoria para preservar un vivir viviendo.
Es esa naturaleza y esa geografía —habitada de lo humano— tema y fundamento de una escritura desmitificadora y metafóricamente epifánica. Poesía que de lo muy sensitiva e íntima o secreta (en lo mío mío), deja de ser tal para recrearse en la pluralidad de un coro que llega o pretende llegar al himno, no glorioso sino denunciante y —mejor aún— a lo tenazmente épico. Pues en esa naturaleza y en esa geografía está presente y latente la huella de un tiempo que fue y sigue siendo. Esto es, registro e historia de una memoria etnocultural si se quiere; y en lo autóctono y lo originario también. Tipificadores e identificables nombres y acciones (Niebla, Tornagaleones, Valdivia), que el poema hace sanguínea y telúricamente trascendente en continuas motivaciones y evocaciones, así bien lo revelan. Memoria, en fin, y en frase-verso del propio poeta en medio de esa (su) geografía “de aquellos que en otros tiempos entraron por ríos y canales a poblar sureños territorios”. También: “Solo llegaba la sangre y el grito y las mujeres por nuestros canales”.
No solo lo meramente lírico o la emotiva égloga en las cristalinas y fervorosas aguas de esta transparente poesía, y en sus sintácticos y evocadores lenguajes: “Oyéndose el mar al cerrar los ojos”; “Como nace la imagen de una estrella”; “Sombra de pájaro con mi propia sombra”. Importa, las más de las veces, no ya el poema como canto o contracanto, sino el poema todo y plural como coro galáctico, épico y relampagueante. Verbi gracia: “Entre el sonoro canto de Niebla de Chile”. Pues en este texto, y en casi todo el poemario, bien sale beneficiosamente a flote el recreativo trabajo poético de Pedro Chadicadi con las legítimas resonancias y erudiciones de otras voces tutelares —“sonoro canto”— de la poesía chilena en sus altazorianos o mandragóricos resplandores.
Aun así, y sin disimulo ni retórica alguna, más bien de sencilleces y guiños sorpresivos al lenguaje, la originalidad y honestidad de esta poesía va por hacer del poema una voz plural y galáctica que llama en lo mejor de una naturaleza prodiga y vivificadora. El poeta transformado en ese resuelto Ícaro y cuyas alas son solo la metáfora de lo real o de lo imaginario. Es decir, cuando la poesía tiene su magia y su encantamiento, su mito y su fabulación: toma, Pájaro, este último invento: la palabra.
Jaime Quezada
Jaime Quezada, poet, essayist and literary critic, was born in 1942 in the city of Los Angeles, Biobío Region. Although Jaime Quezada is among the Chilean poets of the 1960s, his poetic work—unlike the production of the other members of this generation, whose main references were Sartre and the poets of the beat movement—feeds rather on themes such as family and life in the midst of nature. Along with his vast poetic work, the books Las palabras del Fabulador [The words of the fantasiser] (1968), Astrolabio [Astrolabe] (1976), and Huerfanías [Orphanhoods] (1985), engage with the ideas of freedom and liberty.