Echo of the Park. Romina Freschi. Traducción de Jeannine Marie Pitas. Eulalia Press. 2019.
“No hay paraíso en la tierra”, comienza el poema de Romina Freschi, Echo of the Park, una traducción al inglés de su poemario Eco del parque, publicada por la naciente Eulalia Press en 2019. Esta línea es la primera de muchas conclusiones condenadas a las que la poeta argentina llega a lo largo de este tratado filosófico a manera de poema. Nada dura, parece ser el problema. O más específicamente, nada bueno o por lo que valga la pena vivir, como “paz y éxtasis”. En cambio, estos provienen “del temporal / –crisis de las condiciones pactadas– / destructor más creador de los mundos …” Cualquier cosa realmente viva es efímera y debe morir. Eso lo sabemos. Pero, a través de su construcción de una compleja matriz de metáfora, alegoría y contradicción, basada en el paisaje y activada lingüísticamente, Echo of the Park explota la paradoja de la situación.
El paisaje de Freschi en este trabajo es el mundo natural y el mundo urbano, los elementos que los componen –árboles, pájaros y mierda de animales; cemento, plástico y mierda humana– y el lugar donde se encuentran estos dos mundos, el parque. ¿Qué es el parque? ¿Es un lugar de dolor, de transfiguración, o de ambos? ¿Representa un espacio intermedio, donde lo que es transitorio puede de alguna manera ser contenido? ¿O es solo un crudo recordatorio del hecho de que contener o preservar lo que es perecedero es incompatible con la vida? ¿El parque se burla o alivia lo efímero de nuestra condición? Estas preguntas constituyen las tensiones centrales del viaje de Echo of the Park, y Freschi revela que son profundas madrigueras de conejos. Al hacerlo, prepara el escenario para una de las acciones más notables de este libro: su adopción de la paradoja.
Comenzamos con árboles, “álamos plateados / frente al sauce” pero, entre ellos “el árbol de las paltas / es un monstruo …” “… catapulta sus frutos cremosos / que revientan en mi deseo / de escapar a este mundo”. Comenzamos con pájaros, la caracara, cuya “… alas inmensas / y caoba ” pueden haber asesinado a los gorriones. Comenzamos, de manera significativa, con contradicción, con la innegable presencia de la muerte en el centro mismo de la vida. Como los restos de los gorriones, “restos desparramados / perfuman / el poblado de los humanos”, un contrapunto es establecido entre la descomposición y el flujo, y la fijeza del “settlement” humano, una reveladora elección de palabras por parte de la traductora Jeannine Marie Pitas para el término “poblado” en español, en referencia a un lugar poblado o habitado. A partir de este sentido de la muerte al interior de la vida en la naturaleza, pasamos a imágenes de lo inverso: vida dentro de la muerte en la ciudad, donde el polen y las heces “encarnan el cemento”, pero donde nuevamente la descomposición reina mientras “… todo el color termina / en lo terroso de la mierda / con la que crecen mejor / estos árboles”.
El tono de Freschi al describir la ciudad es cínico. Sin embargo, si hay una válvula de escape del fracaso del asentamiento humano, viene, como vemos cada vez más a lo largo del libro, de la contradicción, de abrazar los constantes y paradójicos enredos entre la muerte y la vida, el crecimiento y la suciedad, la memoria y el olvido, el cambio y el estancamiento. Uno se encuentra interminablemente dentro del otro como muñecas apilables que se habitan entre sí hasta el infinito. Este abrazo nace a través de la exploración del paisaje de Freschi, pero más específicamente a través de la cuestión de la habitabilidad: “… será que lo construido / no es / habitable”, sospecha el narrador hacia la mitad del libro, exponiendo la conclusión potencialmente condenada con que el resto de la pieza continuará lidiando. Es esta condena potencial la que nos lleva al parque:
“Habitar así / los terrenos imperfectos, parquizarlos / de continuo generar la pátina / que haga posible una vida / allí / de continuo la vida / es sostener esa pátina / y allí / donde fallamos / morir, ver morir”.
Como un espacio intermediario de habitabilidad intermedia, el parque se plantea como una solución potencial al problema de la inhabitabilidad total. Claramente, el parque es un espacio construido, y la definición de lo que significa “parquizar” (“to parkify”) nos conduce más profundamente en el dilema filosófico de Echo of the Park. Parquizar es, aparentemente, crear “la pátina” y “sostener esa pátina”. Siendo una poeta con una tremenda atención a las palabras y sus muchas capas de resonancia, la elección de Freschi de la palabra “pátina”, es de una de profunda precisión. Una pátina es un tipo de óxido provocado por el correr del tiempo. Curiosamente, es un tipo de óxido ornamental deseable, y también algo que termina un objeto, conservándolo y sellándolo en el tiempo. Por lo tanto, un parque se convierte en un lugar donde “fallamos morir” y, en cambio, vemos morir a todos los que no están cerca de nosotros. La ironía inherente al concepto de pátina es también la ironía en el corazón de la lógica en espiral de Echo of the Park. Este es un lugar que hace posible la vida y, sin embargo, también es donde no morimos. Nuevamente nos vemos obligados a preguntarnos, ¿es el parque un triunfo o un fracaso? Pero entonces:
“–Che / acaso la sibila / no se civiliza.– // No hay civilización / que no pase su manto hipócrita / sobre la muerte que sostiene / el fuerte / que desmorona. // Ay Juana / vos y tu sueño / sobre el mío / como un corazón que late / sibilante / en la fallas del hábito”.
La ferocidad quizás indomable de la sibila, una profeta o bruja, inmoviliza los engranajes de la parkificación. Un parque es un lugar que puede ser habitado. En otras palabras, puede convertirse en un lugar de hábito. Pero, si la fuerza supuestamente afirmativa de la vida de esta habitualidad se ha revelado como no más que un taciturno que no puede morir, entonces la noción de que la sibila no puede ser civilizada es quizás algo muy bueno. Tal vez sea la vida que nuestro narrador ha estado buscando, el “corazón que late”, un indicio “sibilante”, un susurro débil pero seguro que emerge del intermedio, de “las fallas del hábito”. Como el sueño de Sor Juana en su poema Primero Sueño ofrece las alas y la libertad que el poeta necesita para descansar en medio de la restricción de su circunstancia, así también Freschi contrarresta la restricción inclinándose más hacia ella, tanto conceptual como lingüísticamente. A medida que el poema llega a su conclusión, contradicción y anomalía se presentan cada vez más audazmente:
“Ni el musgo / ni la piedra / escapan / al duelo del cultivo / ni a la convivencia salvaje / con el veneno / encantador / de los humanos”.
Es anómalo atribuir lo salvaje a una coexistencia con la realidad inevitablemente cultivada de los humanos y, sin embargo, ahí está. Es salvaje porque es anómala. Y si es salvaje, es libre. Al inclinarse más hacia el dilema y la contradicción, Freschi crea un espacio donde la moneda cuyos lados dictan qué es qué nunca deja de girar. En este espacio, la cuestión de la habitabilidad no es precisamente resuelta, sino que se ve envuelta en una contradicción interminable, que es quizás un tipo de flujo en sí mismo. Vagamente a la manera de las tradiciones realistas matemáticas y mágicas del cuento argentino, podríamos incluso decir que el libro se dobla hacia adentro, describiendo un parque y al mismo tiempo convirtiéndose en un tipo de parque, un laboratorio para aquello que es posible, o eso esperamos.
Echo of the Park es un libro difícil. Además del uso de juegos de palabras, anomalías, contradicciones y las alusiones ya discutidas, también existe la constante confusión de las muchas declaraciones declarativas del poema por falta de puntuación, encabalgamiento dramático, lógica circular, falta de un punto de vista claramente subjetivo, y metáfora enormemente extendida. En lugar de mantenerse en su lugar por la estabilidad innata de la enunciación declarativa, el lector es constantemente puesto fuera de lugar. Pero de la misma manera que el poema abarca sus propias contradicciones, inclinándose más y más en sus propias capas, este libro se abre al lector que se adentra más y más en su dificultad.
En su nota en la solapa posterior del libro, Jesse Lee Kercheval recomienda leer el texto completo de una sola vez, y luego leerlo de nuevo lentamente, para saborear cada línea. Me gustaría de igual manera animar a los lectores a leer el libro hasta el final para tener una idea de su panorama –así como de su paisaje sonoro recreado por la cuidadosa y rítmica traducción de Jeannine Marie Pitas– y posteriormente volver a él y experimentar con formas de acercamiento a sus capas más profundas. Rastrear el camino de algunas de las palabras favoritas de este libro –hábito / habitante, pluma, pátina, sello– un proceso que aquí he iniciado, es solo una manera de introducirnos más profundamente en este texto.
La poesía en inglés, especialmente de la variedad norteamericana, surge de una cultura que favorece la sinceridad y la franqueza, un hecho quizás vinculado a nuestra libertad de una historia de opresión totalitaria. Por lo tanto, la dificultad de Echo of the Park, la sensación que genera de tener que decodificar alguna idea secreta que el escritor está expresando, es una a la que los lectores del idioma inglés pueden no estar completamente acostumbrados. La escasez de una subjetividad individual, y la prevalencia, por el contrario, de un “nosotros” colectivo, impersonal, puede acarrear de igual forma algo de choque cultural a una tradición que se inclina más hacia una conciencia individual que a una colectiva. Lo que es difícil de este trabajo para un lector norteamericano del idioma inglés puede ser atribuido en parte a valores que aún tenemos que comprender o absorber por completo. Una adición bienvenida a la poesía en inglés, Echo of the Park puede constituir un tipo diferente de extrañeza.
Kelly Egan
Traducción de Guillermo Romero
Kelly Egan’s poems have appeared in Colorado Review, Laurel Review, RHINO, Denver Quarterly, Luna Luna, White Stag, and elsewhere. Her poetry manuscript was recently a finalist in the Midwest Chapbook Contest. She works as a copywriter and writing consultant, and also tutors ESL adults at City College of San Francisco. She has an MFA in Poetry from Saint Mary’s College in Moraga.