Desalojo de la naturaleza. Juan Arabia. Buenos Aires: Buenos Aires Poetry. 2018.
Cada libro de poemas se inicia con un texto que funciona como inicio no sólo de la lectura del volumen que tenemos en las manos, sino también como exposición de una poética. El primer verso del primer poema, “Juicio”, ya nos ubica en un limes poético que separa el espacio de la ciudad y las “tierras más salvajes”, aquello que es articulado de manera violenta y la desmesura. Así, la lejanía como una presencia se va diseminando en el tono de los poemas cada vez más a medida que pasan los versos.
Entre los temas que van conformando el entramado del libro uno de los que nos parecen centrales es la relación entre la huída y el movimiento, que componen el inicio de la indagación acerca del sosiego y de la quietud. La huída de la urbe en esta serie de poemas siempre se nos presenta asociada a la suciedad, al desconsuelo. Es por ello que mirar hacia el ámbito natural y huir hacia otro territorio, el de la intimidad, sea un modo de desplazar la experiencia de la ciudad hacia otro lado.
Pero también esos territorios son los espacios de la escritura, aquellos que están asociados a otros poetas, Arthur Rimbaud o Ezra Pound, Charleville-Mézières o Edimburgo. Siempre hay un lugar a dónde huir, ya que es de su propia ciudad de donde el poeta escapa. Como dos formas de visualizar los poemas cubren con cierta nostalgia las ciudades que no están aquí, una nostalgia por la lejanía que se concreta en el recuerdo del viaje y de sus sombras.
En este recorrido que Juan Arabia nos propone se asocia la palabra poética con otro espacio que toma distancia de la ciudad moderna, la nuestra, la sucia y hostil. La “irreal city” de T.S. Eliot se transforma en el libro de Arabia en la ciudad de los otros, la no pertenencia de ese espacio urbano que ha tocado en suerte y de allí esa mirada que se detiene en las cosas inmediatas en la experiencia del viajero.
Desplazarse o viajar implica un movimiento que se propone siempre como una búsqueda. Ya que si consideramos la huída, ésta viene acompañada de la búsqueda de un espacio dónde el viajero debe descansar y observar el mundo que lo contiene. El viajero que no se detiene para observar no conserva nada para su palabra, sólo una experiencia de lo borroso. Detenerse en un punto es comenzar a establecer un nuevo recorrido hacia otros puntos.
En “El poeta que enterró sus mentiras” hay una interrupción del camino en Edimburgo, una descripción visual mínima y quieta que comienza con una vitrina de la librería Blackwell y se extiende tímidamente hacia la “pérdida”, un olvido que permite recuperar sólo una mínima parte en el poema: Rose Street y los jóvenes que se emborrachan. O también en “Ardennes” donde la mirada pasa y se detiene a golpes -de un verso a otro- como un recorrido marcado sobre todo por la presencia de Rimbaud y otras referencias. Entonces, huir es buscar en el paisaje las lecturas del yo poético y recuperar una experiencia particular y desarticulada del mundo.
El poema “Cabaret Vert” es también la voz del poeta que se detiene. Composición de lugar y de atmósfera que recupera un instante y lo descubre en la palabra.
Desgastando mis suelas, ocho días
en malas carreteras, llegué a Charleroi.
pan y manteca, en el Cabaret Verde,
y el jamón medio frío.
Tanto en la detención y en la descripción del lugar como en la misma búsqueda del poeta donde se presenta esa huída hacia el territorio de la lentitud, donde las cosas están inmóviles en el momento que recupera el poema, donde las palabras guardan una vez más la paciencia del poeta frente a la multitud corrosiva y furiosa de la ciudad moderna. Lo salvaje se vuelve noche y lluvia y paisaje.
También el espacio urbano puede ser el espacio que se recompone en la literatura y a través de ella, como una especie de conjuro que atraviesa el quietismo del poema, porque si hay movimiento es el que produce la lectura, es el que se compone en el eco que se escucha en “Una temporada en Oxford Street” con Rimbaud, con Verlaine, pero sobre todo con The Waste Land:
Partieron las ninfas,
los halcones de King Cross.
Desde la rutina de Oxford Street
hasta los caminos abiertos.
La descripción de una nueva parada en este recorrido de huida para volver a comenzar otro a través de los “caminos abiertos”. Abiertos siempre a la desmesura de la experiencia y a los límites del poema.
Otro eco, como una serie de relaciones especulares, se nos presenta a lo largo del libro: el Támesis que es reflejado en el poema de Eliot y es esta imagen la que compone y se refleja en el texto de Juan Arabia: la imagen de los cadáveres flotando en el río, “bajo el sol de Puerto Madero”. Cadáveres que habitan la ciudad como una especie de viento que nos expulsa de esta ciudad cerrada.
Pero hay algo más. Podemos leer este libro como una serie de homenajes a la serie de lecturas que nos propone como reminiscencias de los “desalojos”, como un modo de pensar la poética como ese espacio plano que detiene el golpe de la modernidad cruenta que nos toca vivir. Leer es una actividad del silencio y de la quietud. Por eso la ciudad ya no es el territorio de lo moderno en el sentido más positivo del término, sino que es el encierro de lo neutro e indiferente. Juan Arabia nos propone en “Desalojo de la naturaleza” un recorrido que interroga y que pone en evidencia el malestar de nuestra época para comenzar a buscar un refugio en la zona de la resistencia: la palabra y la quietud, como claras oposiciones al ruido y la fugacidad.
Lucas Margarit