Calle Flamingo: Antología Marica. Izka Lozano Rodriguez (ed.). Bogotá: Editorial Nomos. 2020.
A nadie le importa el cuerpo de un maricón con peluca
LoMaasBello
Calle Flamingo
Este es un libro de la calle; de verdad de la calle. Del barrio Santafé, en Bogotá, Colombia. Es un libro de las putas, las travestis, de lesbianas, maricas, bisexuales y personas no binarixs, de personas sin techo habitantes de la calle. Es un libro hecho con las palabras de aquellxs a lxs que les han querido quitar la voz, y por quitarles la voz les han quitado hasta la vida. Entonces ellxs reviven, renacen, se re-hacen con la literatura, ese superpoder que un día nos quisieron hacer creer que solo tenían los genios, los iluminados, los tocados por la musa.
Cuando por fin tuve este libro en las manos —después de que la cuarentena impidiera su lanzamiento público, después de quedar antojada cuando lo publicitaron con videos de mujeres trans espléndidas en su desnudez tomándose las calles, las librerías, los cafés—, duré días leyéndolo a pedazos, porque el poder (que es casi magia) que tiene por dentro sobrepasaba mis más de treinta años de lectora, mis décadas creyendo que sé sobre literatura. Lo olía, lo huelo aún mientras escribo esto, tratando de que por la nariz me entre lo que a nuestra tan “civilizada sociedad occidental” no le ha entrado por la cabeza ni por el corazón; lo toco, toco las páginas del medio que están escritas en braille, impresas en papel color rosado marica precioso, en donde dice “si toca pararse duro, mejor que una se siente y se vea respetable (…) Ahora sí, que se vengan esos hijueputas, de aquí nadie se deja sacar”. Quiero entender con los sentidos de dónde vienen, de dónde salen esas palabras, todas esas voces, esos cuentos, esos poemas que me enseñan hoy que vivir de revolución y de fiesta al mismo tiempo es el único acto poético que vale; que “desollar y renacer son la misma cosa”, como dice Luis X en su poema “Trans-mutación”.
Lo leí, lo releo y trato de ponerle un verbo, como hago con todas las cosas que me cambian la vida, trato de definirlas por una acción. A este libro le pongo romper, del latín rumpĕre, que significa separar con violencia las partes de un todo deshaciendo su unión, porque la lucha trans, lgbti, la pelea cuir, se ha hecho rompiendo las calles, las paredes (pregúntenle a la memoria y las cicatrices de Greenwich Village); se ha hecho rompiendo la literatura correcta, el buen hablar, lo que manda la RAE, quebrando las mentes, las instituciones, rompiendo el orden establecido, como dice Brian Velasco en su prólogo al libro. Romper, como hace la luz con su claridad descubriendo a la vista lo que se mantiene oculto; este es un libro que muestra lo que otros no cuentan: que para muchxs ha sido necesario romper la vida para rehacerla y tratar que no lxs maten en el intento.
Calle Flamingo. Antología Marica es un libro sobre todas las libertades posibles, pero especialmente una: la libertad de ser y no tener que morir por eso. Es un libro que muestra esas cosas que se hacen desde el borde, sácandole filo a las palabras cuando ya se vuelven inútiles.
Empezó en el 2019 con los talleres de poesía y narrativa marica, no binaria y cuir, convocados por Libros del armario, una organización itinerante promotora de lectura e integrante de la Red latinoamericana de literatura diversa; quienes en trabajo conjunto con la Red Comunitaria Trans de Bogotá iniciaron el proyecto e invitaron a los escritores Giuseppe Caputo y Henry Gómez para acompañar el proceso de personas que, en muchos casos, no habían escrito nada antes. De allí sale esta publicación, como el testimonio de una familia literaria y contracultural, de personas que no le tuvieron miedo a exponer el dolor que está en la verdad de la vida —porque ningún acto nos desnuda más que escribir—. Es un libro como un cuerpo que en la batalla pone ambos lados, como un acetato que en el lado A trae la cuchilla de la poesía y en el lado B el knockout de la prosa.
Su nombre me hizo pensar la primera vez en esa película de los años setenta de John Waters que cuenta la historia de Divine, una drag queen que vive en una casa rodante y que tiene como enemigos a una pareja heterosexual de dealers que roban bebés para venderlos a lesbianas. Fue el nombre, claro, se llama Pink Flamingos, pero tengo que decir que aunque el libro no tiene lo bizarro de la película, cuando por fin lo leí supe que mi conexión iba más allá, que rozaba el límite, la trasgresión, porque entre las cosas que incomodan al mundo se parecen. Calle Flamingo es la palabra incómoda, es la voz de lxs que no oímos, de lxs que se tienen que abrir a golpes un lugar seguro, es Lala Switch admitiendo “nací sangre (…) sin género, sin Dios”, o Katalina Ángel “saboreando el sonido del candado al abrirse”; es la voz de Iska Lozano admitiendo la superviviencia porque “el mar no se llevó la maleza ni les enjuago las heridas”.
Me gusta todo lo que me hace pensar que la vida es un acto político, pero nada me gusta tanto como cuando lo pienso con la literatura y Calle Flamingo es una enunciación, la voz a los cuatro vientos que nombra lo que una cultura calla; es como la ola gigante que se levanta sobre las ciudades que se construyen dándole la espalda a su mar. Es un libro que nombra, que grita aquí estamos, existimos, escribimos, lxs rarxs, lxs diferentes, lxs diversxs, lxs maricas, las travas, las putas, lxs que estudiamos la lengua para con ella maldecirla; lxs valientes que se nombran, lxs que con la palabra invocan incluso a las cuerpas que ya no están con nosotras.
La literatura rompe, lo que se rompe cambia, lo que cambia habla de las flores de las primaveras pasadas pero también, y sobretodo, de las bandadas, los cardúmenes, las manadas de mil especies que están aquí, que han estado siempre, y que ahora se nombran para quedarse, aun con las rodillas destornilladas por un andén, dice Lorena Daza en “Amigas las cicatrices”. Es un relato hecho de relatos, como cuando “de los escombros se intenta crear una nueva historia”, la de Camila Murillo, la de Nico Merchán, Luna Laverde, Ángel López, Ammarantha Wass.
Cómo le hacen de falta estos libros al mundo; memorias bomba que usan las palabras para dibujar el retrato de una familia que es un cuerpo de varios ojos y muchos brazos, de tetas triples, orificios y miembros múltiples, que pone dinamita en las torres de marfil que todavía quedan, que se convierten en el rito de iniciación de una sociedad tartamuda. Calle Flamingo es una antología, pero también una mitología marica, un viaje al origen que nos lleva al hermoso borde impreciso de las cosas, donde la vida se impone, inmesa, sin pedir permiso y se toma, agarra, coge, manosea, desbarta, reiventa la palabra para hablar —a plena luz del día y en horario familiar— de estos cuerpos mezclados que somos y de nuestras identidades cruzadas. Porque sí, hay deberes en la literatura así algunxs digan que no, y uno es señalar la inmensa brecha de nuestros desencuentros para ver si empezamos a acortar el camino.
Ivonne Alonso-Mondragón