The Black Flower and Other Zapotec Poems. Natalia Toledo. Los Angeles: Phoneme Media. 2015. 172 páginas.
En un ensayo publicado en el número de enero de 2012 de World Literature Today, Clare Sullivan señala que los poetas que escriben en zapoteco “llegan a sus lectores con sus versos melódicos, recuerdan a sus personas quiénes son al reimaginar las tradiciones locales y los llaman a asumir la responsabilidad del futuro de su lengua y su cultura” (“The State of Zapotec Poetry: Can Poetry Save an Endangered Culture?”). Reciente, en el 2014, cuando World Literature Today incluyó traducciones de escritores indígenas que representaban lenguas tan diversas como Arvanitika, Feroe, Mongolia, Ngarluma/Yindjibarndi y Zoque, reafirmamos el papel simbiótico del lenguaje y la cultura en la preservación mutua (“21st Century Native Lit”, Sept. 2014).
En ninguna parte esto es más cierto que en México, hogar de unas sesenta y ocho lenguas indígenas distintas. El desaparecido escritor, traductor e intelectual público Carlos Montemayor llamó al zapoteco —el lenguaje escrito más antiguo de las Américas, como lo demuestra un registro arqueológico de hace dos mil años— la tradición literaria moderna más importante de todas las lenguas indígenas de México. La misma familia lingüística zapoteca representa sesenta lenguas individuales.
En este contexto, considero a la poeta zapoteca Natalia Toledo. Nacida en Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, en 1967, Toledo recibió el Premio Nezhualcóyotl 2004, el más alto honor en México para la literatura indígena, por su colección de poesía bilingüe Guie’ yaase’/Olivo negro, escrita en el istmo zapoteco y auto-traducida al español. En la nueva exquisita traducción de Clare Sullivan, The Black flower and Other Zapotec Poems [
La flor negra y otros poemas zapotecos], los lectores encuentran un tapiz trilingüe de los poemas de Toledo.
En “Guie’ yaase’”, el poema que da título a la colección, ese tapiz es sensualmente evocado: la risa de una niña se alza junto a una “rama desnuda” entre hojas negras y doradas que “le dirá cuántos amores tendrá”, cada hoja simbolizando una “marca del deseo” (“Flor Negra”). Cada página del libro ofrece una nueva hoja, extendiendo las metáforas arbóreas y florales de “Chica con raíces” a “Flor que deja caer sus pétalos”, en la que Toldeo escribe: “Escribo en zapoteco para ignorar la sintaxis del dolor, / pide al cielo y su fuego / que me devuelvan mi felicidad”. Los poemas eróticos (“Como colibríes a una orquídea / mi flor te ofrece una bebida”) van lado a lado con poemas marcados por ritos de origen y de paso, los alimentos, la fauna local, los juegos de la niñez y más.
“Cochinilla” reúne muchos de estos hilos en un solo poema: “Sangre de nopal / rubí de espinos en carne de insecto. / Las espinas en la mano de Cristo, / llorando el tinte / que usan las mujeres oaxaqueñas”. En cinco breves versos, ese tinte rojo —derivado del ácido carmesí producido por los diminutos insectos que habitan en los cactus— demuestra el poder de la poesía de Toledo. (La cochinilla se convirtió en una apreciada mercancía a nivel global después de que los exploradores españoles la encontraron por primera vez en la Mesoamérica del siglo XVI).
En el último poema de la colección, Toledo escribe: “Tal vez soy la rama final que hablará Zapoteca. / Mis hijos, pájaros sin hogar en la selva del olvido / tendrán que silbar su lengua”. Si este hermoso libro es alguna indicación, ese día llegará en un futuro lejano.
Daniel Simon
Editor General, World Literature Today
Traducida por Guillermo Romero