España: Editorial Planeta: 2021. 168 páginas.
Si pudiéramos realizar una recopilación de dolores sufridos durante el Huracán María en Puerto Rico, se nos haría insuficiente todos los artefactos de recopilación: una cápsula de tiempo sería inservible, personalizar el dolor y embalsamarlo sería inservible, e incluso, escribir una novela que patrocine el dolor personal sería inservible para transportar la recopilación de dolores a futuras generaciones. Sin embargo, Antes que llegue la luz no se trata sobre un triunfo de capturar el dolor, sino de documentación de fragmentos de espacios, personas y sucesos, vividos durante y después del huracán, para crear entre los lectores, los puertorriqueños y el sentido comunitario una conjugación de humanidad.
Ahora bien, ¿qué fue el Huracán María para los puertorriqueños? Cada uno tendría una historia: algunos escribirían que sus hogares quedaron bajo aguas salvajes mientras quedaban atrapados entre un pedazo de madera y un mueble mientras el huracán culminaba su paso; contarían cómo veían el techo de sus casas tomar vuelo y desaparecer en los vientos de sobre 160 millas por hora; otros contarían, entre llantos, que vieron a sus familiares ahogarse para salvar algún niño o abuelo. Todos los puertorriqueños dirían que la energía eléctrica desapareció por meses, que el alimento no llegaba a sus hogares. Yo podría contar cómo la puerta de la casa explotó del marco, cómo el techo del vecino se derrumbó sobre su hogar, cómo meses después los políticos aprovecharon los suministros y ayudas comunitarias para hacer campaña política. En ese aspecto, Santos-Febres logra capturar una breve imagen general de lo sucedido en Puerto Rico: filas, desastre, corrupción, ansiedad, pérdidas, destrucción, incertidumbre, un escenario apocalíptico como nadie lo imaginó porque, ya lo explica Mayra en “De otros vientos huracanados”, crónica de la primera parte de Antes que llegue la luz, los puertorriqueños no le hacían caso a las noticias ni a los pronósticos porque por décadas los huracanes parecían esquivar a Puerto Rico justo antes de tocar el archipiélago. Los puertorriqueños aclamaban que Puerto Rico es la isla bendecida por Dios y que, por ello, el Huracán María, como todos los huracanes anteriores, se esquivaría al norte o al sur. Muchos repetían estas palabras, incluso cuando una semana antes de María el Huracán Irma azotó el noreste de Puerto Rico y dejó a una gran parte de Borinquén sin luz.
De manera alterna, los capítulos van narrando la historia personal de la escritora desde horas antes de que María impactara el archipiélago de Puerto Rico, hasta que finalmente llega la luz en su casa meses después. Lo alterno involucra breves crónicas de amigos, colegas, trabajadores de la ya privatizada Autoridad de Energía Eléctrica (AEE) y de puertorriqueños comunes que experimentaron el huracán de diversas maneras. Mayra narra, como pequeños flashbacks de una película apocalíptica que cuenta la historia de los personajes antes del día X, la historia de sus hijos Aidara y Lucían desde la relación que tuvo con sus respectivos (y al parecer fracasados) padres, la conspiración entre colegas literarios para la creación de proyectos culturales de fomentación literaria en el archipiélago, su relación con el Gabo que inicia en un jangueo y culmina en un silencio, su amistad con Alexa, cuyo penthouse ha sido destruido y a su vez pierde comunicación con su hijo, y de manera constante y en casi todos los relatos, su gestión como escritora becada, oradora, premiada y educada que viaja constantemente al norte. Estas memorias que interrumpen el desastre y se ambientan en uno de los vecindarios más privilegiados de la colonia, se incorporan a la narrativa para atestiguar las circunstancias humanas que a veces no se piensan de una persona con los reconocimientos que tiene la autora, o para poner en piel a qué se enfrentan los puertorriqueños antes, durante y después del desastre porque, en efecto, en Puerto Rico se socializa en la fiesta, el capitalismo ahoga a los soñadores y los amigos quedan enmarcados en la piel.
Tras el paso del huracán, lo único que quedaba por hacer era salir a la calle y trabajar con el prójimo. Dejó de importar el partido político al que pertenecías, la religión que practicase, la clase social a la que pertenecías. Justo cuando acaba el huracán, los puertorriqueños estaban en la calle abriendo paso en las carreteras, alimentando al vecino, sacando agua en la casa de desconocidos, sacando el escombro a un lado, a buscar entre el terror cómo ayudar. Mayra Santos-Febres dedica la segunda parte, que titula “Las muchas voces”, y la cuarta parte del libro, para darle voz a puertorriqueños y contar sus historias y supervivencias sobre el huracán, precisamente porque a lo largo de las crónicas de su experiencia personal habla sobre cómo y cuándo visitaba diferentes comunidades a entregar libros y utensilios escolares a las escuelas a lo largo del archipiélago. Había personas que la reconocían, le decían “usted debe de ser la escritora; por favor, escritora, escriba, cuente mi historia; escritora, escriba…”.
Finalmente, Mayra Santos-Febres narra cómo hizo lo que hicieron sobre cien mil puertorriqueños tras el paso de María: conseguir un boleto de avión y buscar la luz en el norte. Llegaron Mayra y sus hijos a Connecticut y, tras varios días celebrando la luz, la paz, la armonía, Mayra comienza su gestión de escritora convocando la diáspora puertorriqueña a una serie de eventos en beneficio al país. “Do not send any more supplies, Mariposa. They are not letting them through”, le advierte Mayra a una de sus colaboradoras en el norte ya que muchos suministros quedaban estancados en puertos y bases militares. Sin embargo, explica Mariposa, los puertorriqueños en los nuyores continuaban enviando suministros para sentir que ayudaban. Es certero el argumento de Mayra, necesitábamos manos para trabajar, necesitábamos a los puertorriqueños en Puerto Rico.
Luego Mayra se entera, gracias a uno de los padres de sus hijos, que la luz finalmente ha llegado a su vecindario. Recuerdo cuando la luz llegó a mi barrio un mes tras el paso del huracán. En San Sebastián, el alcalde había creado su propia brigada para traer la luz a las comunidades, sin embargo, en otros municipios la luz tardó meses, e incluso, hasta un año. En casa celebramos como si hubiéramos ganado la lotería. Cuando llega la luz también llegó la sonrisa, la armonía, pero, sobre todo, la esperanza.
Antes que llegue la luz es una de las tantas piezas artísticas que han surgido tras el paso del huracán. El desastre fue utilizado en muchas disciplinas para mostrar el dolor sobre cuatro mil muertes ignoradas por el gobierno corrupto (liderado por el entonces gobernador Ricardo Rosselló), los techos que hasta el día de hoy no han sido reparados, el hambre pasada por miles de puertorriqueños en la cordillera. En fin, el dolor fue transmitido en música, arte y palabra. Antes que llegue la luz logra ser representativo para miles de puertorriqueños y deja en conversación la vulnerabilidad en la que queda la isla, expone la corrupción de la colonia, y entre tantas otras cosas, ambienta el terror vivido durante este fenómeno terrible, impredecible e inminente.