Downtown Paraíso. Julio Escoto. San Pedro Sula: Editorial San Ignacio. 2019. 580 páginas.
Las novelas del escritor hondureño Julio Escoto abarcan cuatro décadas, pero siguen siendo casi desconocidas fuera de Honduras. En su conjunto, los temas recurrentes en su narrativa han explorado la historia y la formación cultural de Honduras —desde la presencia maya en Copán hasta la problemática contemporánea—, la identidad étnica, la narcoviolencia y la corrupción estatal que han afectado el país en las últimas décadas. Entre estos temas, una característica medular de las novelas de Escoto se centra en su análisis del poder político y las variadas identidades que conforman las historias desconocidas del país. En novelas como El General Morazán marcha a batallar desde la Muerte (1992), Rey del albor, Madrugada (1993), El Génesis en Santa Cariba (2007) y Mayas magos monjes Copán (2009) la novelística de Escoto transparenta un dominio extenso de las injerencias extranjeras, las fuerzas políticas, y los procesos culturales que han formado la historia de Honduras.
En su novela Rey del albor, Madrugada, Escoto explora a fondo la complejidad histórica de las diversas etnicidades del país por medio de los esfuerzos del protagonista Quentin Jones, un académico norteamericano encargado de descifrar y elaborar un texto que desentrañe las claves de su historia. En la novela más reciente de Escoto, Downtown Paraíso (2019), el escritor crea un universo narrativo laberíntico de un alcance notable. Para lograrlo, la novela explora el lenguaje subterráneo y cibernético que evidencia y refleja las realidades actuales del istmo centroamericano. Las redes avanzadas y criminales que generan lucro ahora inundan las culturas políticas conforme éstas se enriquecen al suplir las sustancias que satisfacen la demanda insaciable proveniente de los Estados Unidos. Quentin Jones reaparece como un investigador político que pone al descubierto las densas capas de poder y corrupción que prevalecen en la actualidad en Honduras. Tres hilos narrativos atraviesan la trama: un sondeo profundo del papel que ocupa Honduras en el narcotráfico internacional, el trasfondo étnico e histórico de la Costa de Mosquitia y los esfuerzos de Jones por brindarle una apariencia de coherencia a los problemas pasados y presentes que aquejan al país. Estas hebras narrativas aportan estructura a la novela, y cada una resulta amplificada por digresiones extendidas que indagan en las particularidades culturales e históricas de Honduras. A lo largo de sus quinientas ochenta páginas de extensión, Escoto produce una urdimbre expansiva que pretende iluminar los andamiajes y estructuras de poder y venalidad contemporáneos en Honduras y Centroamérica.
Como investigador, Jones de repente se encuentra en el torbellino de San Pedro Sula, ciudad conocida por su alto nivel de violencia y sus vínculos con el narcotráfico internacional. Además, su investigación lo pone en contacto con los inmigrantes palestinos en la costa caribeña del país, cuya presencia se remonta al inicio del siglo veinte cuando establecieron enlaces con las fruteras Coyumel y Standard que ayudaron a fortalecer el capitalismo transnacional en Honduras. La injerencia extranjera se remarca, como leit motiv de la novela, primero con la presencia transnacional que se inicia con las fruteras y luego con la implantación del narcotráfico global en esta región del país.
La figura histórica de Constantino Nini, un comerciante que llegó a Honduras en 1893, representa el inicio de la importancia del empresariado palestino en La Ceiba y San Pedro Sula, cuya influencia en Honduras ayudó a estimular las inversiones extranjeras a comienzos del siglo XX. El sucesor contemporáneo de esta influencia en la novela es Don Vladi, cuyos extensos diálogos con Jones no solo aclaran su papel clave en el desarrollo del narcotráfico y lavado de fondos en Honduras sino también en el de la cooptación de las estructuras de poder, como ha sido desde la década de los ochenta hasta el presente. La empresa delictiva que lava fondos mal habidos se presenta repetidamente como el eje de la criminalización de la economía hondureña. La importancia de esto se hace evidente, mediante una exposición detallada y amplia que deja al descubierto diversos aspectos relacionados con el narcotráfico: el impacto corrosivo de las transacciones ocultas, los intrincados movimientos de fondos y su dispersión en las instituciones y economías centroamericanas. Después de que Jones adquiere acceso electrónico a los detalles de los esquemas del lavado de dinero en San Pedro Sula, tanto sus indagatorias por vía virtual como sus conocimientos del andamiaje ilícito que sostiene las economías de la costa resultan subversivos, al extremo de poner a Jones y a su amante Dasha en peligro de ser asesinados por los que salvaguardan la información.
En lo fundamental, el retrato en la novela de las fuerzas globales de inversión histórica en Honduras refleja un cuadro negativo e irremediable con escasas esperanzas de cambio. Y es aquí, dentro de estos sucesos históricos más recientes que se destaca una panoplia de iniquidades relacionadas al neoliberalismo: un extractivismo desenfrenado, los femicidios de las ambientalistas Jeannette Kawas, Berta Cáceres y Lesbia Urquía, el derrocamiento —apoyado por los Estados Unidos— de Mel Zelaya, las declaraciones de fraude abierto en las elecciones de 2018 y, finalmente, la condena reciente de Tony Hernández, el hermano del presidente actual Orlando Hernández, corroboran y refuerzan, en su conjunto, la denuncia narrativa que la novela expresa.
En ciertas secciones de la novela la voz narrativa señala una conciencia aguda del papel de los textos, tanto historiográficos como literarios, en la fundación de las narrativas nacionales. Asimismo, la principal denuncia de la novela se encuentra en un ensayo extendido y periodístico que pormenoriza el origen del dinero oscuro, las complicadas tranzas que lo blanquean y su influencia profunda sobre San Pedro. Otras referencias se encauzan en la misma dirección al aludir a la novela La Guerra mortal de los sentidos (2002) del hondureño Roberto Castillo y, como una auto referencia crítica a la propia novela de Escoto, Rey del albor, Madrugada, así como a sus paralelos y coincidencias con Downtown Paraíso. Esta dimensión autorreflexiva de la novela subraya el impacto que un texto literario puede producir en un pequeño país como Honduras. Los ejemplos más obvios se encuentran en la denuncia de la compañía de Standard Fruit en la novela Prisión verde (1945) de Ramón Amaya Amador y su impacto directo en la huelga de trabajadores de la compañía en 1954 en Olancho, y la posible influencia de Rey del albor, Madrugada: con su enfoque plurinacionalista sobre la transformación de la Secretaría de Artes, Cultura y Deportes promovida por Dr. Rodolfo Fasquelle antes del derrocamiento del presidente Zelaya en 2009.
En conclusión, me parece fundamental situar el universo narrativo de Downtown Paraíso dentro de las vertientes más amplias que han afectado a Centroamérica durante las últimas décadas. En este sentido, la novela supedita el papel de los personajes y su trama a una tendencia ensayística más amplia, a la vez que advierte al lector sobre la incapacidad que tuvo el fervor revolucionario de los ochenta para poder implementar reformas necesarias y duraderas. En este mismo marco, la novela configura el proceso de transformación del istmo de una sociedad de postguerra a una regida por un nuevo orden de élites comprometidas con los imperativos del neoliberalismo para forjar economías dependientes y fortalecidas por los narcodólares, las fuerzas armadas y grupos evangélicos crecientemente cómplices de este nuevo orden político. Por último, mientras el peso de la denuncia acérrima se indaga al máximo en la novela, también se ponen de manifiesto las amenazas que entraña la viabilidad del narcoestado y sus resultados: el aumento de una pobreza preexistente, los graves problemas de seguridad relacionados con las pandillas y las consecuencias inevitables de ambos: un incremento enorme de la migración de Honduras a los Estados Unidos. Las propuestas para soluciones quedan en espera, sin optimismo.
William Clary
University of the Ozarks