Via Corporis. Pura López Colomé. Mexico City: FCE. 2016. 191 páginas.
El viaje al cuerpo de Pura López Colomé
De acuerdo con Cristóbal Pera, el acto quirúrgico suele compararse al acto bélico: ambos incluyen el riesgo, el esfuerzo físico, la incertidumbre y la suerte. Los cirujanos invaden al paciente con el bisturí, trazan un mapa que los lleva al mal que tienen que extirpar, mientras que en las personas que son invadidas “mínimamente” ocurre una aventura con buen o mal fin que será contada por ellos, por sus cicatrices.
Las enfermedades y las cirugías nos recuerdan nuestro paso por la vida. De golpe, durante la agonía, aparece lo que fuimos de niños, retornan los amigos de la infancia, los dueños de las misceláneas donde solíamos comprar golosinas, nuestros padres más jóvenes con sus reclamos y muestras de cariño, los primeros amigos a los que quizá perdimos de vista, los amantes del pasado, eventos aleatorios que en el momento no les concedimos la menor importancia pero que en la retrospectiva nos detenemos en ellos con lupa y resultan ser epifánicos. Imprecamos a dios, nos lamentamos, dialogamos con él sin importar si verdaderamente confiamos en su existencia.
Via Corporis de la poeta mexicana Pura López Colomé es un libro en el que el dolor es materia manipulable para el yo poético, a quien hace hablar y hablar hasta vaciarse, hasta frenar la hemorragia de cualquier operación. El resultado es prescindible, no importa si el cuerpo sobrevivirá para estar unos años más en el mundo, lo que vale la pena es contar, poner a prueba al lenguaje, acostarlo también en la plancha de la sala de operaciones y someterlo al escrutinio de los instrumentos quirúrgicos. Al final, las palabras también son arterias: si son violentadas el pacto con la vida se acaba.
El libro tiene treinta y seis poemas que nos trazan un camino hacia la historia, los recuerdos, las quejas y las preguntas de alguien que está enfermo, que no sabe si vivirá, que lo han intervenido quirúrgicamente. ¿Acaso tememos a la muerte, a la pérdida irrevocable de algo en nosotros y por ello es que los fantasmas del pasado reclaman su presencia para que hablemos sobre todos ellos? ¿O qué es lo que nos pasa al sentir nuestras heridas?
A los poemas de López Colomé se les va la lengua como si estuvieran anestesiados, a punto de ser intervenidos por el cirujano, se dejan llevar por el lenguaje y le temen, se muestran vulnerables: “Dividido en cuartos o trozos, el poema animal de una persona descuartizado. Asombrado”.
Ya sea en impecables endecasílabos, versos de arte menor o en prosa, los distintos y fluctuantes registros de los textos son semejantes a las pulsaciones y al recorrido de la sangre en el organismo. También se parecen al monólogo interior que entrelaza el pasado y el presente, ya que el futuro sólo se conoce al meter el dedo en la abertura de la hemorragia: “Intuyo con desilusión/ que es demasiado tarde/ para encontrar la guía/ que ponga buena cara/ a mi mal tiempo”. En la salud y en la enfermedad somos sujetos de indefensión, en cualquier momento y por cualquier circunstancia ya sea física o por fuerzas de la naturaleza, podemos recibir un revés y ser condenados al desarraigo. Nos miramos al espejo y nunca sabremos qué es lo que somos. Los únicos hilos posibles para movernos en el escenario de la simulación nuevamente es la lengua. Pura López Colomé lo deja constante en este trabajo: “Siento, de noche, la punzada/ de una imagen/ editada/ ex profeso/ para clavar su daga,/ para dividir escenas o tomas enteras de los sucesos felices de los sueños”.
Se requiere mucho valor para leer de cabo a rabo este libro porque no hay poema calmo, todos son estremecedores. Los poemas de Via Corporis no son las láminas que nos encargaban en la primaria para la clase de ciencias naturales. A veces hay que tomarse el tiempo para retomar estos textos porque dejan al lector absolutamente indefenso. Con tan sólo leer algunos versos se siente el cuerpo y el alma abiertas. También hay ironía y un poco de humor, pero la incisión está hecha y es inevitable sentir que algo está a punto de ser extirpado. Pura López Colomé sutura la vida, la carne y la palabra. Me recuerdan a esas fotos que con orgullo me mostraba uno de mis mejores amigos, cirujano, donde podía verse con claridad el órgano palpitante.
Via corporis es una especie de medicina de las heridas, la técnica exploratoria del acierto y del error, de la zozobra y el autoconocimiento. Qué importa si hay vida más allá de la muerte, en el padecimiento el lenguaje es defensa aunque parezca inútil: “Parece que estoy escribiendo un testamento/ al fondo de poderosos actos,/ con los lagrimales tapados por la sal,/ la mala suerte de no haber sido nada,/ mientras la tormenta y sus espectros/ azotan a los incrédulos”.
Por último, merecen una mención especial las imágenes que acompañan a los poemas, las cuales son de la autoría del pintor autodidacta mexicano Guillermo Arreola. Sobre su trabajo, Alfred Corn lo describe como algo a lo que hay que enfrentarse con temple y valentía. Esa definición no podría ser más que acertada. Lo que acompaña a los poemas de López Colomé son acrílicos sobre placas radiográficas (por eso se llaman radiografías) y el conjunto se llama Sursum corda (Levantemos el corazón). Cabeza, corazón, costillas, el cuerpo deforme, cuestionado e indefenso, cada ilustración expone su furor, su fragilidad; los colores empleados hacen más visible la potencia y la agonía del enfermo. El diálogo que establecen las radiografías de Arreola con los poemas refuerza el viaje hacia el cuerpo, somos llevados con la fascinación y con el pavor que implica mirar el organismo abierto, sin ambages, con los tendones y las vísceras expuestas. Los abismos de la anatomía humana, así como la necesidad que tiene el ser de reconocerse y reconstruirse cuando el sufrimiento ataca, son presentados de modo vulnerable y tremendo.
Lorena Huitrón Vázquez