Crear un género del modo en que Galileo descubrió las estrellas mediceas no es lo mismo que crear un movimiento. Petrarca creó un movimiento. Rubén Darío creó un movimiento. Breton creó un movimiento. Y las generaciones son productos del tiempo. La Generación del 27. O la Generación Beat. Movimientos y generaciones ejercen su poder en un momento específico de la historia, mientras que los géneros ejercen su poder como un fenómeno en el espacio. La creación de la tragedia por Esquilo es la invención de un prototipo o un modelo que ha estado en uso desde la antigüedad hasta nuestros días. Los dramaturgos aún acuden a ese modelo igual que los diseñadores echan mano del prototipo de la silla con sus cuatro patas y un asiento para sentarse por generaciones venideras. Un género nuevo no es un movimiento—ni una generación—con fecha de caducidad—sino un cambio de pensamiento que tiene una estructura—una localización–un territorio. Ese territorio fue La Orestíada donde se produjo un cambio de paradigma cuando las Furias aceptaron transformar las maldiciones en bendiciones. El poder de las Furias es el mismo en la negación y en la afirmación. En el No de las maldiciones y en el Sí de las bendiciones. Crear un territorio nuevo donde pueda nacer un paradigma nuevo—requiere crear un nuevo prototipo que pueda ser reproducido por las generaciones venideras. No necesitas el bagaje de la historia ni la pestilencia de la cultura para crear tal transición—necesitas una partera—que entone el encantamiento—y una bruja o una furia para cambiar las maldiciones en bendiciones—los nudos en nidos—y allí encontrarás el cambio en un nido lleno de huevos. Podrás decir que la lengua está anticuada pero la invención funciona—porque la sociedad vivió una transformación—y el nuevo género supo captar lo qué ocurrió y como cambió. Captó el cambio en el prototipo que inventó. Logró descifrar el mecanismo del cambio—y con la obra cambió lo que funciona—que no es la obra sino el placer envuelto en ella. No tiene que ver con las horas invertidas en el prototipo, sino con la pasión que produjo el cambio. El prototipo surge como un fenómeno que aparece—da una vuelta y cambia la forma de hacer las cosas—y de pensar—se inserta en el pensamiento no como un método sino como un patrón con estructuras múltiples—múltiples modos de crear un prototipo en diferentes localizaciones en el tiempo—a veces con ineptitud—otras veces despertándose en medio de la noche—sin trabajar —y no siempre cambiando turnos—pero cambiando siempre los paradigmas del tiempo. Como el tiempo siempre dice, las cosas pasan en el tiempo. Y la repetición de esta falacia ha sido perpetuada por los narradores de ficción, pero las cosas no siempre ocurren en el tiempo. Y cuando tienen un método—ese método se quiebra—y existe un espacio donde las cosas quebradas no encuentran método, pero sí estructura—nada que ver con análisis ni con teoría—ninguna teoría está permitida—porque todas son destruidas por el método que usan en su análisis. Lo que se necesita es empezar a crear en el vacío en que nada funciona. Lo que se necesita es encontrar ese vacío que los análisis tratan de colmar con teorías—para ocultarnos que existe una brecha—pero es necesario conocer ese vacío—y perderle el miedo a ese espacio donde todo ha dejado de funcionar—porque es ahí donde se hallan las posibilidades. Para crear un cambio hay que habitar el vacío y afrontar los terrores que nos asaltan en ese vacío donde ya nada funciona. Allí donde nace la música—donde el placer invita a las musas a inspirar el vacío a que cambie su curso al espacio donde nuevos cambios son posibles. No necesitamos narradores. Necesitamos oráculos. Yo nunca dije ser cuentista. Dije ser pitonisa. Yo digo la verdad. Cuando dices que esto no funciona—en ese preciso instante—empiezas a desechar la obra de otros y a crear por ti misma. Y si sigues trabajando en el vacío—allí donde nada funciona—se inicia la transición que mueve esta obra adelante. La imaginación comienza donde nada funciona. Cuando dices—esto no funciona—es un desastre. Yo digo: dámelo a mi—haré una obra that does not work. Pero es bella. Y funciona. Escúchenme, yo me preocupaba cuando la gente pensaba que no trabajo. Que soy perezosa. Yo aplicaba el trabajo a mi método de entendimiento. Y nunca funcionó. Cuando aplique un método a mi locura tampoco funcionaba—pues el método es parte del plan para exterminar la creatividad. Cortarlo todo por el mismo patrón. Para hacerme inclusiva—no exclusiva. Yo soy exclusiva. Estoy creando a work that does not work. Ni siquiera debería llamarse work. El problema es work. La palabra work does not work. Ni siquiera cuando crea a work. Porque causa problemas inside the work. Dejemos de usar el término work—porque work implica un producto con fecha de caducidad—una quiebra—y siempre pierde su trabajo porque el trabajo implica reemplazo. El capitalismo asume que todo el mundo es desechable. Pero el tiempo no es el límite de la productividad. Producir no es nuestro límite. No prestes oídos a esos que te dicen: yo lo haré funcionar—aplicaré un método a tu locura. Esa es precisamente la equivocación. Cuando un método de lógica aplicada con fecha de caducidad ya expirada viene a ofrecerte ayuda para que tú también expires sin llegar a crear el género que aspiras a crear sin seguir método ninguno. Aplicar productividad a tu creatividad—es lo mismo que aplicar la expiración al respirar. Respira en el vacío. No cejes cuando te encuentres con Furias o Sirenas. Conoce los hechos del pasado y cambia los resultados. Transforma la energía de las Furias de maldiciones en bendiciones—y otórgales una tierra donde puedan dar la bienvenida a los recién nacidos. Cuando creas un género—que no es un movimiento—porque carece de pasado—y si lo tiene—es un pasado que está preñado de un futuro mayor que su pasado—su pasado es su pos-creación—solo un punto de partida—que creó modos de pensamiento. Un género contiene movimientos, generaciones—y cuando todos esos conceptos expiren en el tiempo—el género—que es un artefacto hecho cambio—no pertenece a ninguna época—no está fechado—incluye todas las expiraciones que expiraron en su vientre—y todavía está preñado de nuevos comienzos. Da cabida a transformaciones y revoluciones—pero en sí mismo es un descubrimiento, un invento como las estrellas que descubrió Galileo y le dedicó a Cosmo de Medici.
En mayo de 2016, con motivo de una invitación del Centro Cultural de España en Miami para presentar la novela Casa chilena (Random House, 2015), tuve la oportunidad de reencontrame…