Tras escribir en el papel
la palabra coyote
hay que vigilar
que ese vocablo carnicero
no se apodere de la página,
que no logre esconderse
detrás de la palabra jacaranda
a esperar a que pase
la palabra liebre y destrozarla.
Para evitarlo,
para dar voces de alerta
al momento
en que el coyote prepara
con sigilo su emboscada,
algunos viejos maestros
que conocen los conjuros
del lenguaje, aconsejan trazar
la palabra cerilla,
rastrillarla
en la palabra piedra
y prender la palabra hoguera
para alejarlo.
No hay coyote ni chacal,
no hay hiena ni jaguar,
no hay puma ni lobo
que no huyan
cuando el fuego
conversa con el aire.