Lima: Quarks, Ediciones Digitales. 2021. 23 páginas
.La precisión y la brevedad cuentan a la hora de acercarse a las consideraciones en torno a Los Jiménez de Alberto Sánchez Argüello (Quarks, Ediciones Digitales, 2021), una novela corta con momentos y movimientos filtrados en el cuerpo de unos personajes que se cuentan entre ellos. Ellos, los personajes, fluctúan en un padecimiento de mutaciones. La existencia va por la vía de lo impredecible. Nada concluye y nada es definitivo como sucede con la vida de otros seres. En el caso Ernesto, Sofía, Ruth y Miguel, personajes de Los Jiménez, se vuelcan en esa imposibilidad de concluir el camino en donde la acción estará marcada por contrastes y situaciones extrañas. Se vislumbra la necesidad de un constante descubrimiento por lo que se viene afuera y se vive en el adentro de ellos. Todo es un comienzo y todo es un final. Así de insólitas son estas historias. La porción narrativa proporciona un encuentro con el otro y con el lector. Un gesto, un ademán, por imperceptible que sea, cuenta al instante de reconocerse en la transposición de los acontecimientos. La palabra es un signo que marca un encuentro. Es la virtud de estos estruendos narrativos de Sánchez Argüello. La voz que se habla sobre ella misma, me hago entender, es como verse frente al espejo y dialogar con ese que está al frente, el yo. Es una suerte de elocución desde un espacio interior de la ficción con una resolución en su decir (dicendi)…sí para decir(se), pensar(se) y exclamar(se) con esa especie de iluminación interna que tienen las nubes del mediodía. Porque en definitiva se refractan los personajes en sus pensamientos, no sé si remotos. Una historia contenida y fraccionada en otras microhistorias. Catorce historias para ser más precisos.
Estas historias que se piensan y se dicen con el verbo, tal es el caso de los verbos que nombramos a continuación: jugar, decir, leer, sonar y dormir. Es un estado fuera del alcance de lo preestablecido. La historia de Ernesto finaliza con puntos suspensivos, lo que nos indica que siempre habrá algo que decir posterior a este final sostenido. Lo sugerido cuenta y mucho en esta urdimbre de historias como venidas con ráfagas. Se nos prepara, como lectores, para que continuemos con la verdad íntima de Ernesto y el resto de los personajes. Personajes con identidad propia y que a su vez se cruzan desde su mundo, como un habitáculo, con el universo del otro personaje. Así de extraño es el rigor del espacio que se emparenta con la estructura de la historia. El escaso espacio físico de cada personaje se descompone en la fragmentación del pensamiento. Dicho de otra manera, el pensamiento es la prolongación de una vida que está redefiniendo en un no espacio, si es que cabe el término.
Todas las historias están contadas en primera persona, es una experiencia de quien cuenta. Veamos algunas de las historias y sus posibles conexiones: en “Ernesto” existe una suerte de un sueño dentro del sueño. En “Sofía” se menciona a su hermano, creemos que es Ernesto. En “Ruth” nos encontramos con una infinita siesta con un cierre extraño y contundente. Menciona a Ernesto, Sofía y a Miguel. En la siguiente historia “Miguel”, quien siente pasos de elefantes o ballenas reptando, menciona a Ruth. Existe un espejo, el cual atraviesa para acompañar a su mujer y se queda habitando entre fragmentos de vidrio. En “Los vecinos”, aunque no la menciona por el nombre, habla una mujer que a su vez habla de “el niño que activó la máquina que destruyó el mundo” y cree que la casa contigua cambia de forma. En “Portales” existe una voz que habla de una casa en donde nacen muchas puertas, pero con la particularidad de que es por las noches (en su pecho tiene una puerta diminuta). En “Pérdidas”, la voz en primera persona habla de la existencia de otra voz en la historia y se atreve a cuestionar al autor Howard Phillips Lovecraft. En “Dejarse llevar” se menciona a Miguel. Nos percatamos que en “Cuando se infecta la realidad” aparece la posible teoría de Howard Phillips Lovecraft con su horror cósmico acompañado de una dialéctica erística. “La envidia de los otros” trata sobre el absurdo en que viven con el final del mundo desde hace ya tiempo. En “El soñador” vuelve la presencia de un espejo pero en esta ocasión está roto. Este soñador habla de un sueño dentro de su sueño. Luego, las gotas suben pero no bajan en “Hasta que la muerte los separe”, y en “La conservación de la materia” los espejos irrumpen nuevamente para amar en silencio. Finalmente, en “Del otro lado”, se cuenta un sueño donde los seres queridos desaparecen.
En Los Jiménez lo fragmentado no separa, en todo caso une las historias y el lector se deja llevar por estos encuentros. Luego, no podrá desprenderse de estos relatos inverosímiles. Es una lectura, como afirmamos al comienzo, con el atributo del soslayo por la vida que se deja saborear por instantes.