Jacobo Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, conde de Siruela (Madrid, 1954) ha ejercido labores editoriales desde que, en 1980, publicara la novela medieval del siglo XV, La muerte de Arturo. Dos años después funda la editorial Siruela, donde inicia su andadura con el libro Sir Gawain y el Caballero Verde. Autores tan importantes como Robert Walser, Italo Calvino o Cees Nooteboom forman parte de este catálogo. En 2005, tras abandonar Siruela, crea Atalanta, junto a Inka Martí, para “proseguir una labor y filosofía editorial que vindica el cuidado del libro, tanto el contenido como la forma”. Es autor del ensayo El mundo bajo los párpados (2010) y de las antologías Vampiros (2001 y 2010) y Antología universal del relato fantástico (2013). Desde Vilaür, en la provincia de Gerona, ha convertido Atalanta en una de las editoriales más prestigiosas de Europa.
Eduardo Suárez Fernández-Miranda: “Si bien cuesta explicar lo inmensamente complejo de esta profesión, la cantidad de elementos que han de reunirse para otorgar al concepto de editor un sentido que de verdad sea legítimo y positivo, lo frecuente es que algún factor irracional eche por tierra toda planificación y reflexión racionales, que reina un estado de permanentes incertidumbres y tensiones y que es una eterna fuente de satisfacciones y de decepciones”. ¿Está de acuerdo con estas reflexiones de Kurt Wolff sobre la labor de un editor?
Jacobo Siruela: Un editor siempre es un tahúr; y la fuente de todos sus logros y dificultades es inherente a su profesión. En mi caso, yo opté por hermanarme también con la artesanía del producto. No solamente me involucré con aquello que comunicas, sino también en cómo lo comunicas. Y así, a la pasión del tahúr literario y conceptual uní la pasión del artesano.
E.S.F-M.: Kurt Wolff habla de satisfacciones y decepciones del editor. ¿Cuáles han sido sus mayores satisfacciones desde que fundara Atalanta en 2005?
J.S.: Sin duda, la alegría mayor nos la proporcionó el éxito inmediato de los cuatro primeros libros de Atalanta, sobre todo el rompedor ensayo de Patrick Harpur o La historia de Genji, que es la primera novela escrita, y llevada a cabo por una mujer del siglo X. Y, en general, el bienestar se alcanza con el hecho de estar publicando aquello que quieres, sin atender a si es o no comercial, y comprobar que tus propuestas se comprenden y son paladeadas. O, por otro lado, que una persona se te acerque sonriente en la calle para agradecerte los libros que publicas, lo cual te llega al corazón.
E.S.F-M.: Este año se cumplen cien años del fallecimiento de Joseph Conrad. Atalanta inició la colección Ars brevis con El copartícipe secreto. ¿Por qué eligió este título?
J.S.: Bueno, es una de las mejores piezas de madurez de uno de los mejores escritores modernos, y no había sido publicada en España. En realidad, no recuerdo exactamente los detalles, que, por otro lado, son de carácter muy secundario. Pero, en cualquier caso, en Conrad confluyen siempre la hondura y sutileza psicológica con las peripecias de la novela de aventuras, lo cual es único, y todo ello presentado con gran estilo literario.
E.S.F-M.: Ars brevis es una colección donde se publican libros de cuentos, principalmente. Títulos como Las casas de los rusos, de Robert Aickman, Cuentos de hadas, de George Macdonald, o Lo que vio la criada, de Yasuka Tsutsui. ¿Cree que hoy en día hay una revitalización del cuento?
J.S.: No sé. Vivo mi vida, al margen de las pulsiones generales, y apuesto por el cuento, por la forma breve, que cuando alcanza lo extraordinario me parece insustituible. Pero el cuento demanda un lector más esforzado; el esfuerzo que pide una novela al lector se circunscribe a las veinte primeras páginas que tienes que leer para entrar en ella, en cambio con los cuentos el esfuerzo se hace cada vez con la lectura de cada uno de ellos. Además, mi autor favorito del siglo XX es Borges, un autor de cuentos magistrales. De modo que el relato breve, como la poesía, siempre ha sido una de mis aficiones más arraigadas.
E.S.F-M.: Esta colección incluye también antologías como A través del espejo, El lector decadente o Poder del sueño. ¿Cuál cree que es la función de una antología, desde el punto de vista de un editor?
J.S.: Bueno, supongo que la calidad y originalidad literaria de los cuentos seleccionados. Pero, en cualquier caso, una buena antología es una de las mejores maneras, tanto para el antólogo como para el lector, de profundizar en un tema que le interesa y también de poner en orden la memoria y seguir disfrutando de sus contenidos.
E.S.F-M.: Otra de las colecciones de Atalanta es Memoria mundi. En ella aparecen títulos tan relevantes como El erudito de las carcajadas, de Jin Ping Mei o La historia de Genji, de Murasaki Shikibu. Parece sentir predilección por la literatura oriental. ¿Es así?
J.S.: No es solo lo oriental lo que me seduce, es también la apertura a todas las culturas de todas las épocas y lugares del mundo. La cuestión es estar siempre ampliando y profundizando tu campo de visión. Limitarse solo a lo contemporáneo es una especie de provincianismo cultural. Si yo no hubiera editado estos dos maravillosos libros, quizá nadie se hubiera atrevido a hacerlo, debido a la extensión de las obras y sus complejas dificultades de traducción. Es demasiado trabajo y demasiado riesgo. Pero a mí me ha gustado siempre llevar la contraria en ciertos terrenos, y probar por mí mismo las cosas, para ver si los tópicos son tan ciertos como dicen.
E.S.F-M.: Atalanta incluye en su catálogo una de las autobiografías “más célebres y extraordinarias de la literatura occidental”, según Luis Antonio de Villena. Historia de mi vida, de Giacomo Casanova, son dos volúmenes de casi dos mil páginas cada uno. ¿Cómo fue el proceso de edición de esta obra?
J.S.: La historia de mi vida de Casanova es la autobiografía del siglo XVIII europeo. Ningún siglo tiene una autobiografía. Y en este libro, su autor visita diferentes países en donde tiene todo tipo de experiencias y aventuras, a través de las cuales va pintando un fresco vivaz de la vida humana de hace tres siglos. Es uno de los libros más vivaces e inolvidables de la cultura europea. Y más ahora que el panorama libresco se va volviendo cada vez más contemporáneo, hay que ampliar el campo de visión, visitando mundos del pasado, siempre que tengan algo distinto que contarnos.
E.S.F-M.: La editorial encuentra distribución en América Latina. México, Argentina o Chile cuentan con libros de Atalanta. ¿Puede decirnos, a grandes rasgos, qué títulos les interesan a los lectores del otro lado del Atlántico?
J.S.: Sobre todo, los libros de Campbell, y también las ediciones de clásicos. Los ensayos se venden con más lentitud, pero como son temas candentes que no se tocan generalmente, también se acaban agotando, En general, poco a poco se va vendiendo casi todo el fondo.
E.S.F-M.: El 19 de septiembre de 2020 firmó, junto a otras editoriales independientes, la Declaración de Formentor. Entre otras cosas, el texto señala que “en un contexto de absorción de editoriales por grandes grupos y de importantes cambios, los editores independientes suponen cada vez más un imprescindible elemento del ecosistema literario”. Han pasado cuatro años desde entonces. ¿Cree que ha mejorado la situación de las editoriales independientes?
J.S.: No, pero lo más importante es que la imperecedera vocación por los libros sigue muy viva, y continúan apareciendo nuevos editores independientes que van enriqueciendo el ecosistema literario, como lo llamas, de hoy.
E.S.F-M.: Dígame, en su caso, ¿cuáles son las líneas que definen cada una de sus colecciones?
J.S.: Bueno, hay una colección de cuentos, que a veces son aforismos, con cerca de treinta libros publicados, titulada Ars brevis. Luego está Memoria mundi, dedicada a rescatar obras singulares de la memoria como Decadencia y caída del imperio romano de Gibbon, o los dos volúmenes de esa extraña novela erótica china del siglo XVI titulada El erudito de las carcajadas, o La historia de Gengi, o Casanova, etc. Pero, sin duda, la colección más singular de Atalanta es Imaginatio vera, dedicada a ir desarrollando de una manera teórica y narrativa el tema de la imaginación, no como fantasía huidiza, sino como una verdadera interiorización en nuestro inconsciente más profundo. Y, por último, tenemos la colección más reciente, Liber naturae, dedicada a cómo debe ser entendida la naturaleza en el siglo XXI.
E.S.F-M.: Según la página de créditos de sus libros, aparece como director y diseñador. ¿Cómo elige las portadas de sus libros? ¿Tiene algún método?
J.S.: Mi método consiste en mirar y buscar tanto en la vida real como en internet hasta encontrar la imagen que resuene con el tema del libro. La imagen nunca debe de ser gratuita. Ha de ser bella y plena de significado. No es fácil, pero resulta muy estimulante. Siempre he vivido unido a las imágenes y fascinado con ellas, y este ejercicio, plenamente satisfactorio, es una buena prueba de ello. Por otro lado, una vez que tienes la imagen, se trata de armonizar lo más posible todos los elementos visuales y tipográficos de la cubierta. Un trabajo delicioso.
E.S.F-M.: Atalanta es una editorial que cuida mucho los libros que edita: la calidad del papel, la tipografía, las cubiertas… Con frecuencia, los libros son devueltos a la editorial desde la librería, y de nuevo regresan a ellas. En ese trajín, el libro deja de ser ese volumen impecable que sale del almacén por vez primera. ¿Qué se puede hacer para que el ejemplar llegue en las mejores condiciones al lector, retractilarlo, por ejemplo?
J.S.: El retractilado es, desde luego, una buena prevención contra la mala vida. Pero la tapa dura es la mayor garantía de perdurabilidad de un libro.
E.S.F-M.: En el año 2000 abandona Siruela. ¿Qué sintió al dejar una editorial que había creado, y de la que formaban parte autores como Italo Calvino, Robert Walser, Amos Oz o Cees Nooteboom? ¿Queda algo de su antigua editorial en Atalanta?
J.S.: En realidad, fue una liberación. Quería, después de 20 años de intenso trabajo, independizarme de la rutina, del mundo editorial y el estrés de hoy en día. Quería irme de Madrid, retirarme a vivir en el Ampurdán, una zona bella y civilizada, y empezar allí una nueva vida centrada en escribir y seguir estudiando los temas que me interesan, lejos del ajetreo ciudadano. Allí me encontré con Inka, y nos juntamos, y a los tres años, abrimos una nueva editorial que publica siete libros al año, con el único ánimo de disfrutar con el conocimiento y la literatura y hacer disfrutar a los demás con su lectura.
E.S.F-M.: ¿Sigue el catálogo de Siruela? ¿Cómo ve la editorial?
J.S.: Sigo poco el discurrir de las editoriales españolas. La mayoría de libros que compro son extranjeros. Y no sigo los libros de Siruela, salvo cuando me topo con ellos. Y veo que después de más de 40 años, ahí sigue la editorial con vigor, lo cual es para tomar en cuenta.
E.S.F-M.: Usted ostenta el título de conde de Siruela. ¿Cuál cree que es el papel, hoy en día, de la aristocracia en España?
J.S.: La aristocracia forma parte del pasado. Hoy ya no hay “clases sociales”, como había del siglo XIX hacia atrás. De modo que no tiene ningún papel social concreto, lo cual no es ningún menoscabo. El mundo cambia, es su esencia. En mi caso, asumo mi condición de conde con toda naturalidad, como el que asume ser vasco o catalán, sin más compromiso por mi parte que el de tomar la educación y elegancia como modelos de comportamiento. Pero yo pertenezco a la República de las Letras, por eso mi título se ha convertido en la marca de una editorial. Cosas de la vida.
E.S.F-M.: Para terminar, nos gustaría saber qué libros tiene en mente para un futuro próximo.
J.S.: Este otoño saldrá la última intensa entrega de Peter Kingsley, Catafalco. Y también el primer libro filosófico europeo, escrito en el siglo XVII por un zapatero alemán, Jacob de Boëhme, titulado El mayor de los misterios. Y una instructiva entrevista de Joseph Campbell, titulada Mito y sentido. Todos ellos giran en torno a la esencia de lo mítico, que es la poética más profunda que hemos heredado.
