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Número 36
Autor Destacado: Christopher Domínguez Michael

Preguntas a un crítico necesario: Una entrevista a Christopher Domínguez Michael

  • por Wilfrido H. Corral
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  • November, 2025

Esta entrevista sale cuando la  elite anglófona no académica está alterada por la desestimación y cancelación de la crítica en las humanidades, sobre todo de reseñas, tema abarcador de El crítico sin estatua, el libro más reciente de Domínguez Michael. Como dijo V. S. Pritchett de Cyril Connolly (paradigma del mexicano), Domínguez Michael “sobrevive en las ruinas”, por incomparable e inimitable, sin lengua hirsuta. Sus libros confirman que es esteta, filólogo jovial, filósofo e historiador, sin perderse en esos campos, dejando que las ideas rijan sobre el afecto. Latinoamericano mundial, no “latinoamericanista”, es maestro de la interpretación creativa.

 

Wilfrido H. Corral: Doy por ciertas unas características que un entrevistador te atribuyó hace poco: “mentalidad heterodoxa, su librepensamiento y su prosa documental, lúdica, mordaz e irónica y vertiginosa, lo hacen ser uno de los más relevantes críticos y ensayistas de Hispanoamérica del momento actual”. Añadamos “práctico” y “polémico” y tenemos una semblanza básica de cómo se percibe en general la evolución de tu crítica.

¿Qué es lo que no se te ha preguntado sobre tu quehacer de crítico multidisciplinario, y qué les preguntarías a tus paradigmas críticos, Sainte-Beuve, Connolly, Auerbach, Dwight McDonald, aunque ellos y su prole no se hayan dedicado para nada de América Latina?

Christopher Domínguez Michael: Para empezar, no me gusta lo que hoy se entiende por “multidisciplinario”, porque en el caso de los grandes críticos que admiro, por serlo, de suyo se conoce que son humanistas a la antigua usanza, que no eran lo mismo que los actuales profesores de “estudios culturales” de hoy, porque lo que estaba en el centro era el hombre, no la identidad. Por ello, siempre que se habla de la gran crítica del XIX pongo el ejemplo de Menéndez Pelayo, olvidado por ser español y porque lo apestó el franquismo, cuando murió en ¡1912!… Pues bien, fue un gran crítico europeo, cuya Historia de las ideas estéticas en España quedó en una formidable introducción a Europa cuando se dio cuenta de que en la España de su tiempo y en la del siglo XVIII no había ideas estéticas originales.

Ni Sainte–Beuve, ni Georg Brandes, ni mucho menos Connolly (quien al menos tuvo la honradez de solo hablar de los libros que podía leer en inglés y en francés), tuvieron el cosmopolitismo de Menéndez Pelayo, el primer español, por cierto, que estudió y antologó a la poesía hispanoamericana. Su clasicismo prerromántico es actualmente difícil de tragar para nosotros, como ya lo era para Darío. El problema de que los grandes críticos no se dedicaron a la lengua española (aunque don Marcelino sí a la gran tradición europea) es por un lado histórico y, por otro lado, racista. Curtius fue la excepción, una de las pocas.

La crítica moderna nace después de la Ilustración, con el romanticismo (Sainte–Beuve, y un poco antes Friedrich Schlegel, el padre de lo que llamamos “teoría literaria”) cuando el ciclo español estaba exhausto. Ya lo dijo Ortega: el XVIII es el menos español de los siglos. La lengua de Cervantes o el Siglo de Oro hispánico estaban lejos en el tiempo, y cuando aparecieron el modernismo y luego el Boom, la academia anglófona, ya había decidido que éramos “tercer mundo”. Antes de ser nombrada como tal, nuestra literatura ya aparece como “neocolonial”; un insulto de una bajeza intelectual inconcebible, racista.

Sigo esperando al profesor “usamericano” que me explique por qué Sor Juana o Carpentier son “neocoloniales” y Poe y Melville y Emily Dickinson, no… Para no hablar de que antes de 1776 no había literatura en Norteamérica, más allá del río Bravo. La tradición crítica moderna nace omitiéndonos, lo cual es paradójico pues la gente de Jena de 1800 amaba a Calderón de la Barca porque los hijos de Goethe eran entonces “tercermundistas”. Por eso debemos insistir en nuestras rebeldías modernizantes: el 98, el 27 y el 67, que es el año del Boom. Como decía Paz: si en los Estados Unidos no saben que Darío y Machado son tan importantes para la literatura moderna como Pound y Eliot, peor para ellos.

W.H.C.: Por qué crees que no hay una historia de la crítica latinoamericana, ¿cuáles serían las grandes ausencias?

C.D.M.: Por complejo de inferioridad no hemos hecho esa gran historia de nuestra crítica. Las figuras sobran: Bello, Sarmiento, El Nigromante, los críticos del modernismo, muchos críticos-poetas, Reyes, Henríquez Ureña, Jorge Cuesta y los Contemporáneos, de la antropofagia brasileña hasta Tomás Segovia y Paz, Carrión, Mariátegui, sin olvidar a Antônio Cândido, Rama, Cobo Borda, Rodríguez Monegal, Borges como surtidor de pensamiento crítico, Uranga, Sanín Cano, Murena, el malvado Gutiérrez Girardot, Guillermo Sucre, Volkening, Sarlo… Las revistas Sur (nunca olvidar a Victoria Ocampo), Contemporáneos, Orígenes, Taller, El hijo pródigo, Hueso húmero, Eco, Mundo Nuevo, Plural, Vuelta… España no tiene esa tradición, pese a la benemérita Revista de Occidente.

El problema es que hasta hace muy poco, y gracias a Delirio americano (2022) de Carlos Granés, nuestro gran crítico cultural, se creía en la “imitación extralógica” que aún al primer Paz paralizó, aquella idea de que como nosotros aparecimos después, solo exportábamos ideas. Creo en una sola civilización hispanoamericana dividida en ciclos históricos: juro por Vico, que es acercarse a Marx, de alguna manera. Con excepciones (Vila-Matas, Marías, Valente, Ramoneda), la literatura peninsular no se ha repuesto del todo del apagón franquista y de su creencia en que deben imitar “extralógicamente” al resto de los europeos. El XXI español me recuerda al XIX latinoamericano. Basta con leer las solapas de los editores españoles para detectar ese déficit de modernidad. Granés, colombiano, explica que el siglo XX, desde 1922 en São Paulo, América Latina exporta vanguardia. No es casual que vinieran Breton, Eisenstein, Artaud, Duchamp y su breve temporada en Buenos Aires, Huidobro escribiendo en francés, Trotski mismo, los artistas de origen alemán de obra mexicana y tantos otros. Lo moderno resurge, con un eco más prolongado, duradero, desde las orillas. Por razones políticas e idiosincráticas me disgusta Frida Kahlo, pero no puedo regatearle su originalidad. Don Luis Cardoza y Aragón se quedó corto cuando dijo que nuestra única contribución original al mundo era el muralismo. Qué raro: Orozco es más un expresionista alemán que mexicano, aunque venga del mexicanísimo José Guadalupe Posada.

No hay poetas surrealistas franceses “puros” del nivel de La Mandrágora, Gonzalo Rojas, Westphalen, o el Neruda de la Residencia… ¿Dónde está el Parra europeo? No lo digo por patriotismo criollista. Sostengo que somos una sola literatura en ambos lados del Atlántico y que el gran escritor de la segunda mitad del siglo XX en todo el planeta acaso fue Borges, junto a Beckett, quizás… Ese sería el corazón de esa historia pendiente de la crítica hispanoamericana. Ojalá algunos estudiosos avispados lo hagan.  ¿A nadie se le ha ocurrido analizar nuestra tratadística: El deslinde de Reyes, El arco y la lira de Paz, Poética y profética, de Tomás Segovia? Segovia, por cierto, es un poeta y ensayista hispanomexicano, además de traductor del estructuralismo al español, que no goza de la fama que merece.

Un académico especialista en Australia y desinteresado de Francia o de México, fuera o dentro de la universidad, no es para mí un crítico literario. La literatura es mundial o no es literatura. Quien se deja deformar por la universidad en el mejor de los casos será un buen profesor y solamente eso.

Preguntas a un crítico necesario: Una entrevista a Christopher Domínguez Michael
Ateos, esnobs y otras ruinas
(2020)
Preguntas a un crítico necesario: Una entrevista a Christopher Domínguez Michael
Los decimónicos
(2012)
Preguntas a un crítico necesario: Una entrevista a Christopher Domínguez Michael
La sabiduría sin promesa
(2009)
Libros de Christopher Domínguez Michael publicados por Ediciones UDP (2020, 2009, 2012)

W.H.C.: Siguiendo con la pregunta anterior, tanto en las Américas (he ahí Vargas Llosa y Cortázar) los novelistas como críticos persiguieron esa idea de Mario: “Yo descubrí América Latina en París, en los años sesenta”, mientras otros descubrieron la teoría, traducida, de esos años. ¿Cuál es el resultado para los lectores de literatura no especializados?

C.D.M.: Lo de Vargas Llosa es una costumbre latinoamericana, bienaventurada costumbre. También Darío, Nervo y el dibujante y pintor Julio Ruelas descubrieron su modernismo en París. Pero a diferencia de muchos, los Vargas Llosa, los Nervo, los Darío regresaron a hacer obra acá. Más allá de las peripecias personales, me conmovió especialmente que Mario muriese en el Perú. Círculo que se cierra y que a los lectores les dice que, en realidad, como decía Xavier de Maistre, todo es “un viaje alrededor de mi cuarto”.

W.H.C.:  En una carta de 1967 en José Donoso. Carlos Fuentes. Correspondencia (2024), el mexicano le asegura al chileno que en América Latina no hay una crítica equivalente “a una literatura en pleno desarrollo”, debido al desconocimiento de idiomas u obras de su especialidad. Sesenta años después, aún con la crítica traducida y el acceso digital fácil, ¿te parece que lo que más ha cambiado es la domesticación de nuestro quehacer?  

C.D.M.: Fuentes y compañía sentían que no había crítica acá a la altura de su bien ganada arrogancia y por eso se hicieron de su clientela de profes estadounidenses… algunos muy eficaces, desde luego. Querían a la vez ser García Márquez y Roland Barthes porque tenían como rivales a unos Raymond Picard bastante tontos. Porque no hay esa historia de nuestra crítica, se ignora la reseña demoledora que Elena Garro hizo del joven Fuentes, sin olvidar que un García Márquez fue también un escritor mexicano; el crítico y editor Emmanuel Carballo descubrió El mundo alucinante, de Reynaldo Arenas, y muchos otros detalles poco conocidos del flujo hecho circular por el Boom en nuestros países.

La crítica joven en México, al menos, fue entusiasta no solo con el Boom sino con toda la tradición mundial. Los mejores lectores de Musil eran un Juan García Ponce y, de Juan Ramón Jiménez, Segovia. Entre la gente de letras se hablaba más francés en los sesenta que hoy día. 

Hoy impera el inglés y los jóvenes escritores postmodernos (de alguna manera hay que llamarlos) sufren de una asombrosa sumisión colonial ante la literatura anglófona. Escriben como si tradujeran del inglés. Son los afrancesados de 2025… Lo que los domesticó fue el marxismo-leninismo y las modas estructuralistas y postestructuralistas que tú y Daphne Patai denunciaron en Theory’s Empire. Al XVIII lo coloniza (aquí y en Francia misma) el clasicismo, el romanticismo al siglo XIX, el surrealismo y el resto de las vanguardias al XX, etc. Son fenómenos mundiales. Pero siendo justos, así es la historia de la cultura.

W.H.C.: Aira dice que no lee a sus contemporáneos recientes, cuando la prensa peninsular endiosa a él y sus epígonos de tercera. Un buen lector mexicano lee a los argentinos, y no al revés, como has dicho (otros sudamericanos no se quedan atrás). ¿Hay un punto medio productivo en esas disquisiciones sobre los valores reales de los cánones que inventamos?

C.D.M.: Me divierten los escritores que dicen no leer a sus contemporáneos. Lo hacen en el baño y ocultan la novela de un rival tras el Playboy (si todavía existe). Un novelista también es un vendedor y nadie triunfa sin echarle un ojo a la competencia.  Es tan natural como que digan que no leen a sus contemporáneos. El parodista Aira mismo, a quien respeto mucho, no podría parodiar a Carlos Fuentes sin haberlo leído. Los poetas son peores aún: memorizan las rimas cojas y las metáforas fósiles de sus rivales.

W.H.C.: Como le dijiste a Marcelo Rioseco, los críticos somos pocos en cualquier literatura, no les importamos a los poderes (excepto cuando los criticamos) y desaparecemos al tener una filiación académica norteamericana, o por no ser como los profesionales de antaño. ¿Nos afecta “latinoamericanizar” temas que están de moda en la crítica extranjera?

C.D.M.: Pensando en los términos de la literatura mundial, loado sea Goethe, no creo que ningún tema debe sernos ajeno. Algunos, desde luego, llegan por razones mercantiles o periodísticas; pero ellos también compran sucedáneos, como el mal llamado “realismo mágico”. Espero que Roberto Saviano haya leído a Fernando Vallejo y su Virgen de los sicarios: creo que después de esa novela todas las dedicadas al narco en América Latina salen sobrando.

W.H.C.: Algunos críticos recobran la salud mental, mientras otros se someten a presiones de la santa trinidad de Diversidad, Equidad e Inclusión, más por mantener puestos bien pagados que por ética. Aunque hoy se las cuestiona en EE. UU., se las enaltece en América Latina. ¿Tienen algún efecto en tu práctica?

C.D.M.: Me tiene sin cuidado lo que produzcan los departamentos de español y portugués de los Estados Unidos… ¿Cuál fue el último buen libro que salió de allí? Desde Robert Hughes y Harold Bloom quedamos advertidos que allí no se enseñaba literatura y arte sino ética identitaria, resentimiento político y radicalismos de género.  Lo lamento por queridos amigos míos que se ganan la vida allá, entre el wokismo y la política fascistoide de Trump. Ojalá en medio siglo tengamos otra vez, en Columbia, a un Lionel Trilling. Sainte-Beuve también fue profesor, en Suiza, cuando cayó la Monarquía de Julio, que lo protegía. Casi todos los críticos que tú y yo admiramos fueron académicos en épocas más sensatas. El problema es el académico como vendedor de teorías con pretensiones holísticas. Quien imparte una doctrina, pues.

En 1995, tras El canon occidental, lamenté la muerte del intelectual humanista en EE. UU. Un académico que se doctoró haciendo con José Revueltas una imitación del Kafka de Deleuze y Guattari, se escandalizó porque lo llamé “crítico terrorista”. Se enojó mucho, creyó que lo acusaba de poner bombas. No, le aplicaba la de Jean Paulhan sobre quienes siembran La Terreur en las letras. Profesores que no leen… Lo grave, dice Zaid, no es que el carnicero o el vendedor de automóviles no lean, sino que no se lea en las universidades.

W.H.C.: En varias entrevistas sobre tus trabajos subyace la sensación de que, por no “teorizar”, ha muerto la crítica que solo un insensato llamaría tradicional. ¿No será que mueren los críticos comprometidos por no ofrecer ideas novedosas no intransigentes?

C.D.M.: Es imposible hacer buena crítica sin teoría. Anoche leía lo que Boris Tomachevski tiene que decir sobre la fábula y me dio una verdadera lección magistral. El problema es cuando un profesor decide que solo mediante el formalismo ruso se puede explicar a la literatura, que a un Karl Popper le causaría urticaria por ser un juicio, para empezar anticientífico, dado su carácter tautológico, como creer que el psicoanálisis explica a la literatura. Pierre Ballard, lacaniano, por cierto, dice que la literatura explica al psicoanálisis. Lo que decía José Gaos de la filosofía se aplica a la literatura: es imposible hacer crítica literaria sin historia literaria.

W.H.C.: Considerando las tradiciones críticas, ¿crees que se debe entender la autoridad de un crítico en términos políticos, o es esa una visión ostentosa del lugar del crítico?

C.D.M.: La autoridad de un crítico es política, siempre, porque actúa en la ciudad y esta tiene pórticos, mercados al aire libre, academias. Sigo creyendo en la polis. Otra cosa es que el crítico milite en un partido político y haga de esa militancia una forma de crítica, que es lo que hacen los malos críticos, los propagandistas. Por ejemplo, el ultraderechista y colaboracionista Charles Maurras, dirigente de la Acción Francesa que salvó el pellejo en 1945 por su edad provecta, era un escritor que deslizaba de manera virtuosa su discurso antimoderno, asociando a la democracia con el romanticismo. Gente que era capaz de distinguir su propia ideología de la propaganda. Maurras como crítico fue una figura política en ese sentido; no lo fue su maestro Édouard Drumont, que simplemente descalificaba a las novelas por ser de autores judíos, un vulgar antisemita. O el viejo Lukács, quien al leer Un día en la vida Iván Denísovich, de Solzhenitsyn creyó al fin aplicado ¡el realismo socialista! Sus alumnos decían que aquel viejo stalinista consideraba a la “literatura soviética” una porquería, y no estaba tan seguro de que, llegando al comunismo, el estadio superior, las cosas mejorasen. No en balde de joven escribió El alma y las formas…

Sartre y Beauvoir con Castro buscando compromiso tropical. Foucault, que soñaba con misas negras y con el Ayatolá. Les hizo de segundo nuestro pobre padre Ernesto Cardenal, que murió arrepentido, perseguido y castigado.  O los críticos latinoamericanos que sufrieron de viruela guevarista y se la fueron a curar —a veces— a las bien financiadas universidades gringas. En Sur se hizo al mismo tiempo crítica literaria y crítica política, fue antifascista y ancienne critique.

No es extraño que Blanchot y Paul de Man vengan del fascismo europeo. Como nos enseñó nuestro maestro liberal brasileño J.G. Merquior, casi siempre la teoría literaria antihumanista termina comulgando con la mente totalitaria.

 

Foto: Christopher Domínguez Michael, escritor y crítico mexicano, por Irlanda Orrostieta.
  • Wilfrido H. Corral

Wilfrido H. Corral (Ecuador) received his PhD from Columbia University. In 2014 he held the Cátedra Abierta Roberto Bolaño in Chile’s Universidad Diego Portales, and he has taught in American and Spanish universities.  A Distinguished Fulbright Researcher in Argentina and Ecuador, he is the author of books on Monterroso, Vargas Llosa, Bolaño and world literature, and theory of the Spanish American novel.  His books on criticism include Condición crítica (2015) and El error del acierto (contra ciertos dogmas latinoamericanistas) (2006; Spanish edition in 2013). With Daphne Patai, he compiled the seminal Theory’s Empire (2005), Book of the Year in Criticism for The Times Literary Supplement, and the subject of a book (Framing Theory’s Empire) and more than 17 reviews, including in The Wall Street Journal.  His most recent book is Discípulos y maestros 2.0: Novela hispanoamericana hoy (2019).

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