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Número 36
Autor Destacado: Christopher Domínguez Michael

“Las páginas de Domínguez Michael son páginas literarias”: Un crítico literario en el siglo XXI

  • por Nicolás Bernales
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  • November, 2025

A pesar de que nuestro elemento esencial es el tiempo, en general no estamos atentos a las largas perspectivas que se abren en cada instante. Comenzamos a conectarlas —si la curiosidad sigue viva— cuando ya hemos recorrido buena parte del camino. Siempre hemos sabido que nuestro tiempo es limitado, pero, a cierta altura, comienza a transformarse en certeza: no se puede buscar infinitamente. En literatura, esa búsqueda se convierte en un abismo inabarcable. Esta es una de las razones por las que creo en el seguimiento crítico como parte del ecosistema de los libros: la necesidad de diferenciar, de que no nos engañen en medio de la vastedad, vastedad que, en estos días, se multiplica de forma algorítmica hacia una especie de caos sin guía ni dirección.

En cuanto la publicación en línea comenzó a prosperar, apareció la medición del rendimiento por artículo. Estas métricas del “éxito” mostraron que las reseñas literarias o los ensayos críticos gozaban de baja lectura. La crítica vivió una edad de oro desde que acompañó el nacimiento del romanticismo hasta situarse en las entrañas del agitado siglo XX. Entonces, un ensayo de Eliot, Ortega, Simone de Beauvoir o Paz era un acontecimiento periodístico. Hoy, en cambio, reina la dictadura de la opinión y la velocidad: las redes sociales han sustituido el argumento por la afrenta, la lectura profunda por la sentencia de 140 caracteres. Las citas fuera de contexto, la obsesión por las listas, los booktubers y bookstagramers, las actrices y cantantes con sus clubes de lectura, se han transformado en una engañosa extensión de la propaganda editorial obsesionada con vender. Este no es el único flanco por donde la crítica se ha visto amenazada; pareciera que el fuego no solo viene desde el exterior. Parte de la academia la ha descontextualizado hasta un grado extremo, llevándola hacia un lugar donde la representación es crucial, pero la calidad no lo es; hacia un “presentismo” que no dialoga con el pasado y, a veces, lo desprecia. La figura del crítico literario, que pareciera ir desapareciendo o remitirse a un personaje del siglo XIX o XX, se vuelve forzosamente necesaria, como lo son la conversación, el juicio, el desacuerdo y la complicidad.

“¿Qué es un crítico literario?”, se preguntó Christopher Domínguez Michael en su discurso de ingreso al Colegio Nacional en 2017. Esa pregunta deriva en otras, y su intento por responder cada una de ellas nos da una noción del tipo de crítico que es él.

Domínguez Michael se formó, luego de abandonar la universidad, en el mundo de las revistas y suplementos literarios mexicanos creados por Octavio Paz y Fernando Benítez. Ese mundo, con su modestia económica y su riqueza intelectual, fue su verdadera escuela de aprendizaje, donde ratificó que la crítica política, intelectual, literaria y artística —que Paz ejercía como una forma de respiración— era una pasión arrebatadora. Aprendió la distinción entre audacia y bravuconería: que la libertad intelectual no es capricho, sino capacidad de juicio sometida a un constante ejercicio de duda y riesgo. El crítico debe ser valiente sin ser temerario, combativo sin convertir a sus adversarios en enemigos personales.

No creo que sea simple coincidencia o azar editorial que el primer texto de Ateos, esnobs y otras ruinas (Ediciones UDP, 2020), donde Christopher Domínguez Michael reúne sus ensayos sobre las letras del siglo XXI, hable de la toma, por parte del Estado Islámico, de las ruinas de Palmira y de la horrible decapitación de su cuidador, el arqueólogo Jaled al-Assad, de ochenta y dos años, en medio del conflicto armado en Siria.

En ese sentido, la crítica literaria, para Domínguez Michael, necesita de esa libertad: una libertad que se cultiva en la intimidad con los muertos —entre los libros— y debe ejercerse en la plaza pública. Su labor es histórica: consiste en hacer circular valores estéticos y humanistas que superan la temporalidad del mercado y la fugacidad de la actualidad.

La crítica no es sinónimo de reseña —la más elemental de sus funciones—, aunque esta última sea parte de su cotidianidad profesional. Reducir la labor del crítico al dictamen utilitario sobre si un libro es bueno o malo es, para Domínguez Michael, negar el legado intelectual que va desde el retrato de Sainte-Beuve, la invitación a leer de Borges, el comentario casi teológico de Eliot o el ensayo filosófico de Steiner. La crítica es un arte mayor, y la reseña apenas la mínima de sus extensiones.

Las páginas de Domínguez Michael son páginas literarias. Su forma de abordar un libro o un autor no es solo desde la descripción temática o el análisis sintáctico o prosódico: introduce en sus textos relaciones, historias, perfiles y siluetas. Estos van conformando un relato que termina iluminando una idea. Al abordar a Dickens en Los decimonónicos (Ediciones UDP, 2012), nos introduce en la oficina de un doctor que conoce, quien intenta infructuosamente conseguir una chispa o llama de sus encendedores una vez agotado el combustible. Nos enteramos de un coleccionismo inútil, de una enfermedad que lo acerca a las sombras y de cómo esa imagen lo lleva al recuerdo del personaje del Dr. Manette, en Historia de dos ciudades, quien durante sus años de prisión en la Bastilla entretenía su mente fabricando zapatos de madera.

“Las páginas de Domínguez Michael son páginas literarias”: Un crítico literario en el siglo XXI

Critical Dictionary of Mexican Literature (1955-2010)
Dalkey Archive Press, 2012
“Las páginas de Domínguez Michael son páginas literarias”: Un crítico literario en el siglo XXI
Octavio Paz dans son siècle
Gallimard, 2014
Libros de Christopher Domínguez Michael en inglés y francés

Este impulso hacia la crítica como saber independiente se revela también en su distancia respecto de la academia. Si bien reconoce que su educación y lecturas provienen de grandes catedráticos —Steiner o Denis Donoghue—, rechaza las modas teóricas y el giro lingüístico, al que vincula con el antiliberalismo proveniente de un proletariado intelectual. En su visión, la crítica académica contemporánea ha dinamizado una “escuela del resentimiento” (Bloom), dispuesta a cuestionar el canon humanista a partir de criterios ajenos a la literatura: raza, género, identidad. Su combate no es contra la universidad, sino contra la servidumbre doctrinaria, ya sea secular o eclesiástica.

En este punto se manifiesta el ethos liberal de Domínguez Michael: el crítico es conservador en el sentido ilustrado del término. Conserva lo valioso del pasado no por nostalgia, sino porque allí reside la experiencia estética que permite comprender el presente. “Estamos condenados a acudir a la escuela de los clásicos, pues para eso están: para que cada generación pueda aprender de ellos”.

Su politización —frecuentemente criticada— es inseparable de su visión ampliada de la literatura: si la literatura es la crítica de la vida, el crítico debe prolongarla hacia la historia y la política. “Aspiro a ser un crítico universal; no veo por qué un latinoamericano no pueda serlo”. De los muchos artículos y ensayos que escribe, la mayoría son piezas de un rompecabezas que tiene en la mente. Esas piezas, parte de un humanismo enciclopédico, dan cuenta de un escritor que intenta dejar como herencia una cartografía donde puedan navegar las nuevas generaciones. Su condición de latinoamericano añade una novedad en la mirada —mayoritariamente anglo-europea— en la lista de los ensayistas literarios. Su conocimiento de la literatura mexicana, que ha explorado en profundidad, y la del resto del continente, hace que integre a esos autores en un diálogo con la tradición occidental, no como un subgénero regional.

Al trabajar con este tipo de intersección, ha sido acusado de eurocentrismo y también se le ha reprochado la baja presencia de autoras en su trabajo. En su defensa, ha dicho que no se trata de cuotas, sino de grandeza literaria. Al situar a los autores latinoamericanos —hombres y mujeres— en un diálogo con el mundo, sigue el dictamen de una ambición crítica plural, basada en la igualdad y no en la diferencia, contrario a una literatura que se quiere minoritaria, sin importar de qué minoría se trate: política, étnica o sexual.

Cuando en La sabiduría sin promesa (Ediciones UDP, 2009) habla de Bolaño, habla de Bolaño y de México. Habla del lugar donde vivió sus años decisivos y del lugar como tierra de la imaginación, para luego afirmar que, desde Bajo el volcán, del novelista inglés Malcolm Lowry, no se había escrito un libro donde México fuera escenario de manera tan decisiva como en Los detectives salvajes.

Es crítico con la hegemonía cultural española y su mercado editorial como último juez, así como del desinterés del mundo anglosajón por algunos autores latinoamericanos que considera pilares del canon. El rompecabezas en el que trabaja Domínguez Michael no es simple de reducir: sigue expandiéndose en todas direcciones. El paraíso perdido que representan para él las letras del siglo XIX —Thomas Mann y su hijo Klaus, H. L. Mencken y Octavio Paz—, los cuentos de Mariana Enríquez y la sutileza de El nervio óptico de María Gainza; las letras de Dylan, un atardecer en el D. F., y la mera observación de un flâneur en París. A diferencia de otros oficios, el de crítico literario exige una permanente explicación de qué es y cómo se ejerce. “Se duda de que los críticos, aunque usemos el mismo lenguaje que los poetas o los novelistas, seamos escritores”.

El trabajo de Domínguez Michael borra con facilidad esa desconfianza, desde las revistas Proceso hasta Letras Libres, pasando por sus biografías de Paz y de Fray Servando Teresa de Mier. En sus libros se reconoce el pulso de un escritor que no lamenta haber centrado su trabajo en la obra ajena. Y, para uno, más allá de los acuerdos o discrepancias, se trata de un intercambio, de una conversación con alguien que comparte, con obstinación, nuestro mismo entusiasmo.

 

Nota: El 5 de mayo de 2016, la Orquesta del Mariinsky Theatre de San Petersburgo, dirigida por Valery Gergiev, ofreció un concierto en el Teatro Romano de Palmira, Siria. El programa incluyó obras de Johann Sebastian Bach, Sergei Prokofiev y Rodion Shchedrin. El evento fue visto por algunos como un acto de restauración simbólica; sin embargo, también recibió críticas: algunos lo consideraron un uso de la música como propaganda política en medio de un conflicto en curso.

 

Foto: Christopher Domínguez Michael, escritor y crítico mexicano, por Irlanda Orrostieta.

 

  • Nicolás Bernales

Nicolás Bernales was born in Santiago de Chile in 1975 and lives there today. He completed studies in audiovisual communications and advertising. He is the author of the book of short stories La velocidad del agua (Ojo Literario, 2017), for which he received a creative fellowship from Chile’s Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, and of the novel Geografía de un exilio (Edizioni Ensemble, Rome, 2023 and Zuramérica, Santiago, 2023). He also works as a literary columnist for various outlets, such as El Mostrador, El Mercurio, and the Central American magazine Carátula. 

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