Nacida en Venezuela, pero criada en Bolivia, Magela Baudoin marca la literatura desde sus obras y desde su trabajo como una de las fundadoras de la editorial Mantis narrativa.
Este es un extracto adaptado de la conversación del podcast Hablemos, escritoras, a cargo de Adriana Pacheco.
Adriana Pacheco: Escritora, periodista y editora. Con obra traducida al inglés, al portugués, al árabe y editada en Latinoamérica, España, Egipto y Estados Unidos, así como editora junto con Giovanna Rivero de la editorial Mantis narrativa, Magela Baudoin es, además, ganadora del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez. Magela Baudoin, muchas gracias por aceptar esta invitación. Tú eres originaria de Venezuela, pero has estado muchos años ya viviendo en Bolivia, ¿verdad?
Magela Baudoin: Sí, bueno, mis padres son ambos poco bolivianos, nosotros somos cinco hermanos, todos nacimos en Venezuela porque mis padres salieron por razones políticas de Bolivia en el 71 y estuvieron en Venezuela muchos años. De modo que yo fui a Bolivia cuando tenía 18 años más o menos, así que siempre digo que soy doblemente boliviana porque lo he elegido y soy por supuesto venezolana, porque la niñez tiene un peso fuerte en nuestra identidad, en nuestra formación.
Esto hace que por momentos el tema de la pertenencia haya sido complicado, conflictivo, porque está eso de no pertenecer a ningún sitio, de ser un extranjero permanentemente. En Venezuela siempre éramos los de afuera de algún modo, porque mis padres, especialmente mi padre, nunca terminó de aceptar la idea de quedarse, tenía como una añoranza incurable, y finalmente siguió en la política y en el 81 volvió durante la dictadura de García Mesa, para ayudar a ir a Bolivia, clandestinamente, a Juan Lechín Oquendo, el histórico líder sindical boliviano. Y bueno, ahí estuvo en ese tránsito de ir y venir mucho tiempo. Y luego, cuando nosotros volvimos, digo fuimos a Bolivia, porque no fue que volvimos, sino que fuimos, también éramos los extranjeros. Y esa condición hace que uno quede como estas plantas aéreas, con las raíces expuestas siempre. Luego migré a Santa Cruz y ahora estoy en Estados Unidos, de modo que no hay, pues, sino que germinar en el aire. Que no deja de tener su gracia, sobre todo hoy.
A.P.: ¿Tú estás en Oregón porque estás estudiando ahí en la Universidad, verdad?
M.B.: Sí, estoy haciendo un doctorado en literatura y lenguas romances con una beca que me permitió venir con mis hijos. Tengo tres hijos; dos están conmigo y una ya está estudiando fuera. Mi proyecto de tesis es aprender sobre los laboratorios creativos de mujeres y cómo se suscitan, además de la ficción, el pensamiento filosófico o el pensamiento sobre el arte dentro de esas escrituras. Siempre se ha pensado que el lugar de la teorización es un lugar masculino, porque las mujeres han ocupado siempre un espacio marginal dentro de la literatura. Hoy no es tan así, pero de alguna manera también es marginal. Y poder identificar estos pensamientos, que además de la escritura como ficción ofrecen una reflexión filosófica o poética del arte, a mí me parece muy seductor. Pienso en una escritora como María Negroni, que además de estar siempre ofreciendo una innovación, está meditando sobre el oficio mismo. Hacia allí, Cristina Rivera Garza también me gusta mucho en ese sentido. Y ese testimonio en la escritura a mí me interesa mucho.
A.P.: Buenísimo tema, muy importante. Magela, ganaste el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015. Has sido también finalista del Premio Rivera del Duero de la editorial Páginas de Espuma con tu libro Solo vuelo en tu caída. Ya antes habías ganado el Premio Nacional de Novela 2014, por El sonido de la H. ¿Qué ha significado esto para ti?
M.B.: Yo soy de la idea de que los premios son muy importantes dentro de la industria cultural porque ofrecen esto, esta vitrina, esta posibilidad de proyectar una obra y con ello también una literatura, en el caso boliviano, eso me parece muy importante. También te perfilan, o visualizan algo que está detrás de una obra particular. Pero dicho esto, al final un premio no es más que una circunstancia, y yo creo que si has leído dos libros bien leídos, sabes que un premio puede significar muy poco también. Entonces es interesante, es importante, sobre todo en mi caso, como una reafirmación de que es el camino correcto.
A.P.: Hablanos sobre este libro con el que quedaste finalista del Premio Rivera del Duero que, como ya dije, es Solo vuelo en tu caída.
M.B.: Sí, este es un libro que nace primero de un cuento que escribí. Yo tenía una fijación obsesiva de niña en la figura de Mengele, porque recuerdo el impacto de los niños del Brasil y de un personaje que había experimentado con gemelos y que les inyectaba sustancias químicas, y que muchas veces experimentaba con los ojos; ese fue un gatillador de este cuento y en este sentido. Creo que el libro funciona como un laboratorio creativo en el que se puede ver la experiencia de la escritura como una experiencia de la lectura, es decir, la escritura ocurre de la experiencia vivida y la lectura es también una experiencia. Tan real y tan vivida como los hechos de la vida misma. Me gusta en ese sentido mucho lo que dice Cristina Rivera Garza y que yo menciono allí en el libro al final, y es que la lectura es un espacio de producción más que uno de consumo, y de producción de sentido, que es la imaginación.
Ese un libro que recoge las memorias de lecturas de Pavese, de la mitología griega, de Hamlet, de Maeterlinck, de Pizarnik, de Carroll, de Chejov. Entonces vemos hablar a una mujer aymara, a un adicto en Medellín, a una niña cruceña que ha sido violada, una mujer argentina que pierde la memoria. Creo que alrededor de los personajes hay una épica, hay un cierto valor que me conmueve y que me gusta mucho. Es la memoria un espacio proteico aquí para generar ficción.
A.P.: Excelente libro. Magela, cuando recibes el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, en tu discurso dices de la importancia de hablar sobre las niñas indígenas. Cuéntanos un poco acerca de cómo armaste esas palabras que ibas a aprovechar en ese foro, para decir algo más que un agradecimiento.
M.B.: Bueno, primero fue una gran sorpresa, yo no pensaba que iba a ganar e improvisé sobre la marcha esas palabras, aunque claro, y de hecho en el libro y tal vez la meditación (muy rápida) sobre el tema de las niñas indígenas en Bolivia tenga que ver con uno de los cuentos que más me gusta de este libro, que es “La cinta roja”, de un grupo indígena que está por desaparecer y de una niña que es asesinada, violada y finalmente es vengada por la comunidad porque la justicia no funciona. Entonces pensé en ella ese minuto y pensé que en realidad nos faltaba tanto todavía como sociedad por hacer, es decir, ser niña y ser indígena, sigue siendo en Bolivia el pronóstico de un destino fallido por la falta de posibilidades que hay dentro del propio Estado.
A.P.: Claro, ese cuento es muy conmovedor. Otro cuento que es muy relevante, que es el que le da el título al libro La composición de la sal, es un cuento hermosísimo.
M.B.: Sí, bueno, un cuento que tiene varios impulsos creativos, un cuento que me demoré mucho tiempo en conseguir, como pálpito, para que termine siendo lo que al final es. Y el primer impulso creativo era la imagen de este hombre viejo que lloraba desbordado, que era un abuelo que se feminiza. El mar es un símbolo polivalente en el cuento. Yo quería pensar que fuera una especie de útero, que pudiera recibir a este hombre feminizado, que ha perdido un hijo y que está en esa etapa, tratando de explicarse el dolor que no se ha permitido sentir. Y la segunda idea que surge en el cuento es la del mar, que en Bolivia es una entelequia conflictiva, cargada de dolor, de frustración, pero que al mismo tiempo sirve para justificar todo lo que no hemos podido ser, todo lo que no fuimos.
A.P.: ¿Tú sientes que tus cuentos dialogan entre sí? ¿Que siempre recurren a un cierto tema?
M.B.: No sé, mi búsqueda no es así, no escribo de ese modo. No, no es una búsqueda temática, no es que yo voy a escribir hoy sobre el feminismo, al contrario, la búsqueda siempre proviene de una imagen, pero sí, es verdad, soy una escritora conceptual. Yo necesito que esa imagen componga un concepto para mí y yo creo que eso es una desviación de la poesía, es decir, como si cada imagen cargara en sí una metáfora; me gusta trabajar sobre eso, jugar alrededor de eso, a veces hago eso antes de escribir, pero luego también a veces va ocurriendo durante la escritura.
A.P.: El sonido del H publicado por Santillana en el 2015 es un libro muy interesante. Lo empiezas in extremis, que es decir el fin al principio. Y abres con una muerte o con un funeral. Cuéntanos, ¿de dónde viene este inicio y alguno de los temas que tocas en él?
M.B.: Qué bien que lo mencionas, porque uno de los desafíos de la escritura de esta novela era precisamente ese, era decidir plantear el inicio con el desenlace, que siempre es hacer una promesa. Entonces esto, lo que significa, es que ya no es tan importante el qué sino el cómo ocurrieron las cosas, y eso es poner sobre todo la expectativa sobre los personajes, qué hay en ellos. Y yo creo que ese era uno de los desafíos más interesantes de este personaje. Además, El sonido de la H es una novela de crecimiento, de iniciación femenina donde los personajes son femeninos. Uno es Rafaela, que es un personaje queer, una persona trans que sabe muy bien lo que quiere en la vida, y el otro es Mar, que es una chica que está sobre todo llena de preguntas. Y entonces, en ese sentido, ella está, digamos, mirando a las mujeres de su alrededor y copiando modelos.
A.P.: Cuéntanos de este proyecto que tienes con Giovanna Rivera, Mantis narrativa, y los retos a los que se han enfrentado como editoras.
M.B.: Yo creo que principalmente a las restricciones materiales, es decir, siempre el deseo de publicar a muchas más escritoras de las que podemos y dejar fuera es frustrante, pero al mismo tiempo, nos obliga a continuar un camino y a expandirlo en el tiempo. Es decir, esta misma restricción en lo horizontal nos obliga a achicarnos, pero en lo vertical, digamos en la mirada hacia adelante nos obliga a mirar más largo; yo creería que es una manera de verlo para que la restricción no se constituya en una imposibilidad insalvable. Y bueno, tal vez contar un poco de Mantis, de dónde sale este ímpetu de Giovanna, o esta decisión de Giovanna y mía de poder; de algún modo dejar de quejarnos y contribuir a cambiar las reglas del tablero editorial. Entonces decidimos ubicarnos en un lugar riesgoso e incluso romántico, el plantear una posición que sea política y estética, y es que nosotros sí decidimos publicar mujeres; pero esa decisión, al mismo tiempo incorpora el interés por un cierto tipo de escritura, que son escrituras que se juegan en un riesgo y que trascienden los criterios mínimos o criterios de calidad obvios. Creo que eso es una raíz que cruza todas las iniciativas de editoriales independientes que publican mujeres y que están trabajando con esta idea también.
A.P.: Pues muchísimas gracias de verdad. Magela, qué interesante tu perfil.
M.B.: No, pues, muchas gracias a vos.
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