Nota del editor: En esta sección compartimos textos publicados originalmente por nuestra casa matriz, World Literature Today (WLT), ahora en edición bilingüe. El presente texto fue publicado originalmente en World Literature Today Vol. 95, Nro. 1 en invierno de 2021.
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En el marco de la ceremonia de reconocimiento a Kadaré por recibir el premio Neustadt de 2020 (con participantes que se conectaron desde muchos de países del mundo), la miembro del jurado que nominó a Kadaré, Kapka Kassabova, le rindió un homenaje por video desde su hogar, en Escocia.
Es un gusto transmitir este homenaje a la obra de Ismail Kadaré desde las tierras altas de Escocia. Aunque habría sido un gusto mayor estar con todos ustedes en el otoño de Oklahoma.
Ismail Kadaré habló de la literatura como un antídoto contra el mal: “La fe en la literatura y en el proceso creativo brinda protección. Genera anticuerpos que le permiten a uno luchar contra el terrorismo de estado”. Así que quiero empezar por una palabra-antídoto que es crucial en esta época de políticas violentas y explotación codiciosa de los recursos naturales de la tierra, una época de grandes pérdidas: generosidad. Es la generosidad de la familia Neustadt lo que posibilita que nuestra comunidad sin fronteras compuesta por escritores, lectores, estudiantes y amantes de la literatura celebre el gran arte y a quienes lo hacen. La generosidad es el núcleo de toda labor creativa. Para hacer una verdadera obra de arte, hay que apostarlo todo, esforzarse lo máximo posible y no esperar nada a cambio.
Vengo leyendo a Ismail Kadaré desde hace veinte años, desde que estudiaba en la universidad. Y sigo leyéndolo y releyéndolo hoy en día, cuando nuestros libros pasan a estar en segundo plano, aunque nosotros no, porque así funciona la literatura: una vez que empieza la conversación, ya no se necesita del autor.
La gran literatura va más allá del lenguaje, claro. Al igual que la música, funciona por medio de una especie de ósmosis psíquica. Trasciende todos los límites: entre la mente despierta y la dormida, entre escritor y lector, entre continentes y momentos en el tiempo. Por eso, cuando abrí mi primer libro de Kadaré, en los años noventa, en Nueva Zelanda, me conmovió instantáneamente, a pesar de que se escribió alrededor de la época en la que nací, en un país del que no sabía nada. Aquel libro era Abril quebrado. Y después de unas páginas, supe que el libro me hablaba desde las tierras altas del norte de Albania, pero también sobre mí misma, sobre la esencia de la familia y la lealtad al clan, sobre la libertad y por qué algunos la rechazan, sobre por qué a la humanidad la posee regularmente un deseo ritual de muerte y sobre cómo los regímenes draculeanos son capaces de sacrificar a los jóvenes para quedarse en el poder. Vendettología. Kronos devora a sus hijos: es un tema muy cercano a mi propia alma de escritora y uno de los temas que están presentes en la ficción de Kadaré. Y en nuestro mundo actual. En cierto sentido, la situación política a la que muchos se enfrentan hoy en día en sus países es de donde viene Kadaré. El individuo que se enfrenta a una máquina de poder infernal y anónima, la lucha por reapropiarse de la voz en medio de un griterío de mentiras: ese es su territorio.
Una de las cosas que más amo y admiro de su obra es cómo hace que un paisaje se convierta en un estado de ánimo, y un estado de ánimo, en un lugar. La novela que más me atormentó fue El general del ejército muerto. Me hizo tener sueños lúcidos. En las montañas del norte albano, se exhuman de la tierra congelada soldados italianos de la Segunda Guerra Mundial, y llueve. Aquel paisaje mental, con sus surcos de memoria colectiva, quedó arraigado en mí. Los paisajes góticos y balcánicos de Kadaré son microcosmos donde se pone en juego un principio de Jung: “La psique es el mundo”.
Otro gran placer que nos da la ficción de Kadaré es su humor subversivo. En su alegre novela Crónica de piedra, una de sus obras iniciales, cuando llegan los tanques extranjeros a la ciudad y empieza a sonar la sirena de alarma antiaérea, una anciana dice: “Ya tenemos un sonido que nos llore a todos”. En Abril quebrado, el joven protagonista Gjorg se imagina que, una vez que le hayan disparado en un acto de venganza sacrificial, quienes lo lloren se rasguñarán las mejillas y que “a partir de ahora, la vida de las futuras generaciones de las dos familias no sería más que un interminable banquete fúnebre, en el que cada bando se turnaría para hacer de anfitrión del otro sucesivamente. Y, antes de acudir al banquete, cada bando aplicaría sobre su rostro la máscara ensangrentada”.
Kadaré no llora. Aunque sus historias están ambientadas en una atmósfera de una tiranía que todo lo invade y que se consume a sí misma, la conciencia narrativa que las guía ilumina, subvierte y satiriza la esencia misma de la tiranía. Y así, en El nicho de la vergüenza, la desaparición de la identidad se consuma a través del Archivo Central “según la antigua doctrina secreta de Caw-caw, en cinco etapas principales: primero, la destrucción física de la rebelión; segundo, la extirpación de cualquier idea de rebelión; tercero, la destrucción de la cultura, el arte y la tradición; cuarto, la erradicación o el empobrecimiento del lenguaje; y quinto, la extinción o la debilitación de la memoria nacional”. El nicho de la vergüenza se escribió en 1978 en una Albania totalitaria y se ambientó alegóricamente durante un período disfuncional, el último siglo de la colonización otomana. Es una de sus sátiras sobre la tiranía absoluta qué más atormenta al lector. Al mismo tiempo, es un viaje en auto por las rutas balcánicas hecho novela.
“Había muchas cosas nebulosas”, dijo Kadaré sobre la vida durante el totalitarismo, “porque había dos realidades muy entrelazadas: la realidad concreta y la otra, la realidad virtual. Era una especie de paisaje negativo espiritual o geográfico. Así era más o menos cómo se imaginaba Mandelstam el infierno de Dante: como un lugar indeterminado, como los márgenes de una epidemia”.
La obra de Kadaré ilumina esos paisajes negativos. Si uno quiere un pantallazo de la mente de un político paranoico y de la de su séquito y la de sus esclavos, debe leer La pirámide, en la que un faraón se aprovecha de generaciones enteras para construir estructuras que exalten su régimen. Si uno quiere entender cómo opera un estado de vigilancia en el nivel psicológico más profundo, debe leer El palacio de los sueños, en la que el estado graba los sueños de los ciudadanos y los revisa, para encontrar contenido ya sea profético o que implique una traición. Tener el sueño equivocado puede llevar a la muerte. Si no, se puede leer El sucesor y su compañero, La hija de Agamenón, para entender que la mediocridad y el mal están conectados, que una tiranía se devora a sí misma en un ineludible acto ritual, pero no sin antes darse un banquete con los inocentes. Tanto El sucesor como La hija de Agamenón son obras maestras del horror existencial en el formato de un thriller político.
Si uno quiere entender la región balcánica y la Europa del siglo veinte, debe leer Crónica de piedra, en la cual un chico no tan distinto de un joven Kadaré es testigo de la caída de su ciudad, Gjirokastër, ante sucesivas invasiones. Si uno quiere entender por qué Oriente y Occidente están fundidos por siempre en los Balcanes, por qué el islam y el cristianismo son dos caras de la misma moneda, debe leer Tres cantos fúnebres por Kosovo.
Kadaré ha dicho: “Cuando la verdad se oculta o se reescribe, rápidamente toma su lugar una especie de niebla engañosa que, día a día, mes a mes, paraliza todo. Como decían los escritores de tragedias griegas: todo crimen oculto da luz a un crimen nuevo que se parece a sus predecesores”. Sus novelas son tan inventivas e ingeniosas en su estructura, y tienen tan recorrido el terreno nebuloso de la experiencia humana, que se mantienen frescas eternamente. La narrativa predominante de la obra de Kadaré es de naturaleza homérica: sigue elevando, transportando y encendiendo la luz del entendimiento. Kadaré ha recorrido un camino largo, dantesco, a la vez protagonista y cronista del Inframundo.
Vivimos en una época en la que el Inframundo ya no es solo un lugar mítico. El Inframundo se está levantando y viene a nuestro encuentro. ¿Cómo viviremos en el Inframundo? La obra de Kadaré es un manual de supervivencia del orden más alto.
Hay una sola cosa más para decir, y se la digo a Ismail Kadaré de parte de sus lectores de todas partes del mundo, presentes y futuros. Faleminderit. Gracias.
Inverness-shire, Escocia
Traducción de Vic Basalto Mastandrea