Tenemos el gusto de conversar con Mónica Ojeda, una de las voces literarias más relevantes de Latinoamérica. Su obra aborda temas como la pedofilia, la doble moral, el incesto, la pornografía infantil, la deep web.
Este es un extracto adaptado de la conversación del podcast Hablemos, escritoras, a cargo de Adriana Pacheco.
Adriana Pacheco: Tú eres ecuatoriana, pero platícanos un poquito más de tus orígenes. ¿En dónde vives y qué estudias?
Mónica Ojeda: Pues yo soy de Guayaquil, una ciudad de la zona costera de Ecuador. Me vine a estudiar acá a España en el 2011. Estuve tres años estudiando entre Barcelona y Madrid y luego me regresé a Ecuador a trabajar otros tres años y finalmente me he venido para acá a vivir y estoy viviendo en Madrid desde hace dos años, ya viviendo no como estudiante, sino ya viviendo de verdad, trabajando y haciendo lo que los adultos hacen. Y bueno, publico con una editorial aquí en España, con Candaya, que fue básicamente el nexo sentimental que yo desarrollé con España.
A.P.: Y de repente te das cuenta de que quieres escribir una novela con toda tu reflexión crítica y con todos tus estudios y lanzas tu primera novela en el 2014, que se titula La desfiguración Silva que gana el premio Alba Narrativa 2014. Platícanos de este libro. ¿Cómo es que te asumes como escritora, como novelista, como narradora, y cómo sale esta novela?
M.O.: Bueno, yo empecé a escribir desde muy niña y desde muy pronto supe que quería ser escritora. Entonces, entré a la universidad en el grado de literatura que estaba haciendo allá en Guayaquil. Conseguí una beca y me fui a estudiar a Barcelona, un máster en creación literaria. Y el máster en creación literaria para mí, en realidad, no era que sintiera que necesitaba hacer un máster en creación literaria para escribir una novela, porque creo que uno lo puede hacer sin cursar un máster, pero para mí fue la oportunidad de escapar, de salir de Ecuador. Eso fue cuando yo tenía 23 años y allí cursé este máster. Era un máster hecho para darte todo el tiempo posible para que tú escribieras y como gané la beca no tenía que preocuparme por trabajar y fue ahí cuando me puse a escribir esta primera novela. Presenté la novela como un proyecto final de máster. Y luego la mandé al concurso de ALBA Narrativa que yo pensé que no iba a ganar porque hasta me olvidé de que la había enviado. Después un amigo mío periodista se enteró antes que yo, porque además el correo en donde me avisaban que había ganado había llegado a spam en mi correo electrónico. No me había enterado y se enteró un amigo periodista y me lo dijo y yo estuve sorprendidísima y súper contenta, obviamente. Y así fue como empezó todo.
A.P.: Qué bien, pues felicidades. Pues después marcas tu territorio en el 2016 con Nefando y nos dejas mudos con un libro en donde se aborda la extrañeza, el miedo, el vacío existencial, las desconexiones entre generaciones, las sexualidades periféricas, lo abyecto y obviamente se escuchan voces de Osvaldo Lamborghini, también referencias a George Bataille, por supuesto, con esta cuestión mística, la unión y las pulsiones y la cuestión de sexo y muerte. ¿Cómo concibes Nefando, cómo piensas Nefando?
M.O.: Bueno, por una situación personal, en realidad. Yo empecé a escribir, a necesitar escribir Nefando, por una cuestión personal, una amiga mía me había confesado —cuando yo era niña—que estaba siendo abusada por un miembro de su familia, pero yo cuando era niña no lo entendí. No le entendí lo que me quiso decir. Hubo un momento en el que yo estaba allá en mis 24 ó 25 años y tuve como una especie de recuerdo. Yo había olvidado por completo esta situación, porque, repito, en el momento en el que mi amiga me lo confesó, yo no entendí nada de lo que me estaba diciendo. De repente recordé esa conversación de una forma muy nítida y, claro, ya a los 25, de repente me planteé que era lo que significaba lo que me estaba diciendo mi amiga, así que la llamé otra vez pues no tenía contacto asiduo. Había sido una amiga de infancia. Le dije, “Mira, he recordado esta conversación contigo y ahora mismo me suena que me estabas tratando de decir esto y quiero saber si me lo estabas tratando de decir”.
Y ella dijo, “Bueno, mira, no te sientas culpable porque no tenías por qué haberlo entendido, porque éramos niñas, pero si yo estaba a mi manera tratando de decirte esto”. Y entonces, claro, para mí fue un golpe muy duro porque obviamente mi amiga no quería que yo me sintiera culpable y obviamente yo sé lógicamente que no tengo por qué sentirme culpable, porque yo era una niña y bastante ignorante e inocente sobre estos temas. Me puse a hacer una investigación por mi obsesión en ese momento con el tema y por el propio sentimiento de culpa que yo tenía y entré a la deep web. Me metí a foros de pederastas, foros donde no hay, por supuesto, ningún tipo de contenido de pornografía infantil, pero hay un discurso. A partir de todas estas ideas recurrentes, ya me puse a pensar en muchas más cosas. Yo estaba trabajando además con una investigación de la literatura porno-erótica latinoamericana. Entonces estaba vinculando mucho deseo-mal, deseo-daño, deseo-violencia, deseo y muerte, deseo y dolor. Y las pulsiones que pivotan entre estos conceptos. Y fue así como surgió Nefando, era una necesidad hablar sobre el daño que se genera a partir de cómo otros son capaces de desear y de imponer su deseo por encima de otros cuerpos y a veces destruir esos cuerpos con tal de cumplir un deseo. Fue un poco así.
A.P.: El tema de la escritura está en este libro. ¿Qué es la escritura, la manera de escribir, para qué escribir y cuál es la fuerza que viene de la escritura misma?
M.O.: En realidad creo que tiene que ver con que cuando vivimos experiencias extremas, experiencias de dolor extremas, pero también experiencias de placer, nos quedamos en una zona liminal que es una zona que linda la zona muda, un lugar en donde no hay palabras, en donde somos incapaces de construir una especie de narrativa sobre aquello que hemos vivido. Es por eso que hay un trecho entre las vivencias y las experiencias. Llamamos experiencias a todas aquellas vivencias a las que hemos podido dotar de lenguaje, pero aquellas vivencias que somos incapaces de narrar quedan como vivencias y no se convierten en experiencias. Para mí era un reto en esta novela hablar sobre algo que para mí era doloroso y que sé que es doloroso para otras personas también y saber que es un tema tan complicado que es una llaga que está abierta para mucha gente. Y sabía que cuando iba a escribir sobre esto no iba a poder hacerlo sin cuestionar la propia escritura, es decir, sin cuestionar hasta qué punto soy capaz de expresar lo que, a priori, es inexpresable. O hasta qué punto es ético siquiera intentar expresar lo que para otros es doloroso.
A.P.: La referencia al juego es interesante. Platícanos tú sobre este videojuego. ¿De qué se trata y cómo es que lo estás conectando con las vidas de los personajes?
M.O.: Claro. Es el centro de la atención narrativa de la novela. El juego Nefando es un videojuego que algunos de los personajes de esta novela crean y construyen juntos y suben en algún momento a la deep web que es esta zona del Internet profunda en donde no hay navegadores y es difícil moverse por esa zona porque también se pueden encontrar incluso cosas ilegales que no están permitidas en el Internet normal. Ellos cuelgan este videojuego online, lo diseñan, lo desarrollan, lo programan, lo suben y durante un tiempo está en Internet. Y la novela se estructura de tal manera en la que sabemos que hay una investigación detrás de este videojuego, una persona que está todo el tiempo preguntando por el videojuego a estos personajes que lo han creado.
A.P.: Platiquemos sobre Mandíbula. Este fue publicado en la misma editorial en el 2018. Y bueno, el nombre ya nos pone en alerta. Mandíbula es un libro que hay que tomar aire para leerlo. Desde el principio es la voz de una de las protagonistas que está atada, secuestrada por su maestra. Ella es quien la ha secuestrado. ¿Cómo es que surge Mandíbula?
M.O.: Pues surge un poco por el interés que yo tuve durante un año entero por estudiar el miedo, pero el miedo como una emoción, digamos, primitiva, atávica, incluso, en el cuerpo. Miedo en el sentido de estudiar en las cosas que nos dan miedo, como, ¿qué implica tener miedo a nivel emocional? Y específicamente quise abordar el miedo en las relaciones pasionales entre mujeres. Mandíbula es una novela en donde solamente hay personajes mujeres de principio a fin y en donde estas se relacionan entre ellas de maneras muy intensas y en general bastante violentas. Hay un personaje específico que se llama Cara, que además es la profesora que al principio secuestra a una de sus alumnas. La novela comienza con un secuestro que tiene rasgos del thriller, pero no es totalmente un thriller. Y esta profesora sufre de ataques de ansiedad y yo justamente en ese tiempo que estaba escribiendo Mandíbula tenía ataques de ansiedad. Entonces para mí era como una forma de ahondar a través de la ficción en una verdad, si decimos que la ficción siempre nos lleva a la verdad de la condición humana, digamos que yo estaba llegando a la verdad de mi propia condición humana a través de una invención.
A.P.: Muy, muy interesante. Mónica, ¿cuál es tu poética para escribir sobre el horror, para escribir del horror?
M.O.: Yo creo que, sin duda alguna, es una de las emociones que más exploro literariamente hablando y tiene que ver con que es precisamente una emoción bastante compleja que no ha sido lo suficientemente valorada en la literatura, quiero decir que hasta hace relativamente poco tiempo es el género de literatura, de terror o de literatura que trabaja con el miedo, era visto como un subgénero literario. Creo que ahora eso está cambiando. A mí, literariamente… Quiero decir, cuando yo escribo no me interesa mucho hacer novelas de terror porque no las hago novelas de miedo, pero si hago novelas sobre el miedo y, por consiguiente, cuando uno lee una novela que va sobre el miedo, también puede, por una especie de causa-efecto, terminar sintiendo miedo. Pero no es el objetivo principal de mi obra. Lo que sí que me interesa es saber a través de la escritura qué pasa con nosotros, los seres humanos, cuando estamos paralizados por el miedo o estamos impulsados como un cohete por el miedo. Digamos que las conclusiones literarias a las que a veces llego tienen que ver con un empleo de la violencia, no solamente física, sino también psicológica y verbal.
A.P.: ¿En qué estás trabajando ahora?
M.O.: Pues ahora mismo estoy terminando un libro de cuentos que voy a publicar este año y también estoy escribiendo novela. La novela todavía creo que me queda un poco más de tiempo para trabajarla, pero el libro de cuentos posiblemente lo termine en unos cuantos meses y sin duda saldrá este año.
A.P.: Excelente, Mónica. Felicidades por tu carrera. Y muchísimas gracias por sumarte a este proyecto.
M.O.: No, gracias a ti.
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en la página de Hablemos, escritoras.