Nota del editor: En esta sección compartimos textos publicados originalmente por nuestra casa matriz, World Literature Today (WLT), ahora en edición bilingüe. El presente texto fue publicado originalmente en World Literature Today Vol. 97, Nro. 3 en mayo de 2023.
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Para Shizue Ogawa, crear es más importante que publicar y vender; aun así, su número de lectores no ha dejado de crecer, tanto en Japón como en el resto del mundo. Su poesía pinta el mundo con serenidad y asombro, sin esconder la agitación que lo subyace. Nacida en las llanuras del distrito oriental de Kasai, en Hokkaido, Shizue Ogawa permanece muy cerca de la naturaleza. Su obra promueve el entendimiento cultural entre naciones: a través de los temas y las formas, la escritora tiende puentes entre las tradiciones literarias de Oriente y Occidente.
Alice-Catherine Carls: Tu poesía fluye con libertad, a paso ligero. ¿Cuándo comenzaste a escribir poemas y cuándo decidiste publicar el primer libro?
Shizue Ogawa: Tenía unos cincuenta años cuando publiqué el primer libro. Mi profesor de filosofía de la universidad fue la primera persona que me leyó. Desde ese entonces, me dijo muchas veces: “Sal al mundo con tu poesía”. Al principio, no entendí lo que quería decir. Pasaron décadas desde ese momento. Yo no era consciente de que estaba escribiendo poesía. Los poemas se volvieron parte de la vida con bastante naturalidad. Pero sí, yo estaba escribiendo. De esa época solo me quedaron algunos poemas. No me interesaba guardar lo que escribía. Cuando la cesta de poemas se llenaba, los tiraba sin volver a leerlos.
Un año, el profesor sufrió un ataque al corazón. En ese momento, me dijo: “No me voy a morir hasta que publiques un libro de poemas”. Así que, a toda prisa, me puse a traducir al inglés los poemas que tenía. Bastaba con hacer un solo libro para darle al profesor, pero decidí hacer tres o cuatro, uno para mis padres y otro para mi casa. Llevé el manuscrito a una empresa que publica ediciones privadas. Cuando le pedí al encargado que hiciera cuatro libros, se sorprendió. “Hacer cuatro libros cuesta lo mismo que hacer trescientos”, me dijo. “¿Qué voy a hacer con trescientos libros?”, pensé. Todavía ni siquiera sabía que iba a donar libros a las bibliotecas.
Una vez que aprendí a usar una computadora, me di cuenta de que no debía tirar lo que escribía: debía conservarlo.
Mis poemas se volvieron una colección de poemas bilingües en japonés y en inglés porque era profesora de inglés. Los poemas fueron fáciles de escribir, pero la traducción al inglés me llevó bastante tiempo.
A.C.C.: ¿Puedes darnos ejemplos de los temas y la finalidad de los primeros poemas? ¿Cuántos escribiste? ¿Escribías para una ocasión especial o simplemente para expresar lo que sentías o pensabas en un momento determinado?
S.O.: Cuando empecé a escribir, no era consciente de que estaba escribiendo poesía. Ahora tampoco. No me acuerdo con claridad del tema, la finalidad, la cantidad de libros que escribí o el momento en que lo hice. Nunca lo pensé como un modo de expresar mis emociones y pensamientos por escrito.
El poema más antiguo que conservo lo escribí para un periódico de la escuela secundaria. Lo recuerdo bien. Estábamos en marzo de 1964 y yo iba a empezar el último año de la secundaria. En medio de la noche, se nos incendió la casa, unos diez minutos después de que un incendio quemara casi todo el centro del pueblo. Vivíamos cerca del foco del incendio. Las llamas rugían y los vientos se hacían más fuertes. Las personas no podían hablar entre sí porque el calor les había secado la garganta. Las familias corrían de acá para allá con los pelos de punta.
Corrí a mi habitación en el segundo piso. Todavía estudiaba en esa época, así que tenía un lápiz y un libro sobre el escritorio. Allí, de pie en un lugar en donde la temperatura no dejaba de aumentar, pensé: “Nunca más voy a poder volver a esta habitación”. Lo único que logré sostener entre los brazos fueron las cartas de una amiga y un álbum. Bajé corriendo. Mi madre estaba tratando de meternos en el auto para irse. El parabrisas estalló por un chorro de agua que salió del motor, que estaba en llamas. Chocamos con un poste telefónico y ella resultó herida. Yo me estaba limpiando la sangre de la boca cuando me dijo que saliera del auto y corriera hacia un lugar seguro.
Hace unos años, ordené las cartas que saqué aquel día. Entre ellas, encontré el antiguo periódico escolar. Y ahí estaba el poema. “Ah, yo hacía cosas como estas”, recordé en ese entonces.
La casa de mi familia quedó reducida a cenizas, por lo que nos amontonamos en un gran cobertizo. En ese lugar estudiaba, usando una caja de cartón como escritorio. Escribí el siguiente poema:
Un alma en juego
Me como la carne de mi padre.
Me como la carne de mi madre.
Rompo las articulaciones y corto los músculos.
Arranco la carne, chupo la sangre.
Mis dientes se bañan de rojo.
A bestia salvaje sabe mi padre.
A fruta fresca sabe mi madre.
Cien caballos juegan en mi corazón.
Pasando la planicie veo el brillo
de las manos de mi padre
y del llanto de mi madre.
Mi corazón animado sale de la tierra negra
y sube hacia los cielos
sujetando la melena de un caballo.
Ah, ¡no me arrebaten este poder que tengo!
Soy solo un alma en juego.
[de Water — A Soul at Play (I)]
Tiempo después, cuando mi madre leyó el poema, me dijo: “Pobrecita. Tenías hambre en esa época”. Después de eso, mis padres me enviaron bastante comida durante un largo tiempo.
A.C.C.: Una vez me dijiste que escribes poesía con la misma facilidad con que respiras, que ves el mundo como un poema. También tienes una manera de extraer poemas de los correos electrónicos que te envío. Es una cualidad muy especial: respiras poesía cada minuto de tu vida y ves poesía en cada cosa. La poesía, para ti, es una forma de ser. ¿Puedes explicarnos cuál es tu experiencia con la poesía?
S.O.: No tengo una experiencia especial con la poesía. Pienso que en el corazón de cada uno hay una lengua, que es la madre desde la que nacen canciones y poemas. Creo que existen canciones y poemas en el corazón de los niños pequeños, y hasta de las personas que parecen haber perdido la capacidad de hablar.
El texto de uno de los correos electrónicos que me enviaste me pareció hermoso. Intenté separarlo en versos y, de las oraciones del correo, nacieron poemas. Fue una gran experiencia. No hice nada en especial. Todos somos poetas. Todo puede volverse un poema. La poesía está en la vida.
A.C.C.: El concepto japonés de satori (por lo que entiendo, la idea de que el poeta es central en el poema y en el mundo allí descrito, al tiempo que se borra del poema y permanece invisible para el lector) me parece fascinante. ¿Cómo se manifiesta el satori en tus obras? ¿Hay otras tradiciones literarias japonesas que influyan en tu trabajo?
S.O.: La iluminación (satori) envuelve todos tus pensamientos. Se trata del mundo del budismo al que llegas a través de la práctica; un “estado de vacío” por fuera de los fenómenos naturales. Trasciende la propia existencia, la materialidad y los valores.
No estoy segura de haber alcanzado el estado de iluminación. Pero tengo que asimilar el cambiante mundo exterior, y eso genera que nazcan cosas dentro de mí, una tras otra. En el proceso, desarrollo la capacidad de “encomendar”. No se trata de hacer. No se trata de escribir. Se trata de dejar que el bolígrafo haga lo suyo. No sé si eso significa que las tradiciones literarias japonesas tienen algún tipo de influencia sobre mí.
A.C.C.: No estudiaste haiku y, sin embargo, sabes mucho al respecto. ¿No utilizas esta forma de escritura en absoluto o, de algún modo, la ves inscrita en tu poesía?
S.O.: Nunca estudié haiku, pero el haiku tiene una gran influencia en mí. Es la fuente japonesa original del significado y el ritmo. Los pensamientos que surgen en el corazón de los japoneses naturalmente tienen un ritmo similar al del haiku. Creo que el haiku está en el corazón de nuestro pueblo.
A.C.C.: Las publicaciones de tus libros son exquisitas. El papel, el color, la fuente, la portada y la diagramación están elegidos con atención. Cada libro es único, distinto de la mayoría de los libros comerciales. Son realmente una experiencia estética que realza “el placer del texto”. Sin embargo, los lectores no pueden encontrar los libros en el mercado porque no los vendes, pese a lo cual tienes una vasta red de amigos y fanáticos que conocen tu obra y la traducen a distintos idiomas. ¿Podrías contarnos más sobre este aspecto de tu obra? ¿Qué esperas lograr y cómo te organizas para alcanzar tus objetivos una vez que produces un libro? ¿Quiénes quieres que te lean y de qué manera te gustaría que lo hicieran?
S.O.: Es una pregunta interesante. Mis libros no están en el mercado. Tienen un precio por una cuestión de responsabilidad social, pero no me interesa venderlos. Me interesa crear. En cuanto publico un libro, empiezo a trabajar en el siguiente.
Un día mis poemas se hicieron virales. De repente, empezaron a llegar correos electrónicos: “Envíeme su poema” o “¿Puedo traducir su poema?”. En general, no conozco a los autores, pero confío en ellos. No tengo claro cuál es mi objetivo al publicar. Ni siquiera sé qué tipo de lectores quiero tener. Simplemente publico libros. No discuto de poesía con nadie. No tengo nada que discutir.
Pero puedo mencionar un evento inolvidable. En ese entonces, yo enseñaba inglés en la Universidad Osaka Kyoiku. Una vez, mientras hacía copias en la fotocopiadora de la universidad, conocí a la profesora Mari Rose Ishiguro. Ese día, en ese lugar, la profesora Ishiguro sacó del bolso una de sus obras, la firmó y me la entregó. Más tarde, a modo de agradecimiento, le di Water — A Soul at Play (I) (en español Agua: Un alma en juego [1]]). Dejó el bolso sobre un banco que estaba al lado de la biblioteca y empezó a leer el libro de pie. Dijo: “Las ventanas de Dios están abiertas en cualquier momento y en cualquier lugar”.
Después de eso, la profesora Ishiguro se comunicó con su hermana, Madeleine Umewaka, miembro de la familia Noh Umewaka-ryu y madre de Soray Umewaka, mi traductora de inglés. Madeleine Ishiguro me presentó al embajador belga. Al poco tiempo, me invitaron a la XXIV Bienal Internacional de Poesía celebrada en Lieja, Bélgica, en 2005. La doctora Ishiguro y Madeleine me ayudaron a enviar mi colección de poesía con anticipación.
A.C.C.: Hoy gran parte de los libros, como los de bolsillo o los comerciales, se producen bastante rápido. Para la mayoría de los autores, la portada, el tamaño, el largo y la fuente de cada libro es distinta, pero tus libros son notablemente similares entre sí en términos visuales. En la portada, predomina el blanco, y la fuente es de un azul delicado. Cada libro está colocado en una exquisita cubierta blanca de papel de arroz texturizado. ¿Cómo seleccionas estas características? ¿Sigues alguna tradición particular de encuadernación?
S.O.: A la hora de hacer libros, no tengo influencias. Nunca usé nada como referencia. Cuando publiqué mi primer libro, simplifiqué el formato para poder publicar varios libros. De esa manera, no tuve dudas al publicar el segundo y el tercero.
Desde un comienzo quise publicar varios volúmenes con el mismo formato, así que envié los manuscritos a la misma editorial. Al principio, mis libros se hacían en Kioto y yo viajaba hasta allá. Ahora se hacen en Tokio, así que voy a Tokio. Decido todo: la cubierta, el papel, la fuente, etc. Si hay algo que me inspira en la producción del libro, es la naturaleza invernal de la llanura de Tokachi en Hokkaido. Yo nací en invierno en el corazón de la llanura, en una zona rural con largas horas de luz. En mi corazón, permanece la imagen de un amplio campo de nieve. La llanura se extiende como un abanico hasta el Océano Pacífico. Si te quedas allí a solas, de pie, oyes la música y ves el camino delante de ti.
A.C.C.: En general, los libros que presentan características físicas similares forman una serie. Tus ocho libros se llaman A Soul at Play, y cada uno tiene un subtítulo distinto. ¿Cómo se te ocurrió el tema del alma en juego? Vaya imagen. ¿Cómo elegiste cada uno de los ocho subtítulos, el último de los cuales es “Prayer”?
S.O.: Los títulos de los volúmenes de A Soul at Play publicados son: Water (I), Flames (II), Sound (III), Wind (IV), Sea (V), Land (VI), Clouds (VII) y Prayer (VIII) (en español Agua [I], Llamas [II], Sonido [III], Viento [IV], Mar [V], Tierra [VI], Nubes [VII] y Oración [VIII]). Cada tema simboliza la libertad, al igual que el siguiente poema de Flames – A Soul at Play (II):
Incluso cuando estoy lejos de casa,
mi corazón se lanza a sí mismo a las llamas
e impregnado de olor a cabello quemado, se retuerce.
En las ruinas del incendio
oigo voces suaves hablar.
Veo a mi madre de pie en una tierra vacía.
De esas llamas renace mi alma cada día.
Hasta el día de mi cremación,
cuando las llamas, como heridas, me atraviesen la piel.
Ah, ¡este poder que tengo!
¡Soltar la mano de mi hermana y salir corriendo aquel día!
En juego,
mi alma.
¡Las llamas de la libertad!
[de Flames — A Soul at Play II (ll. 20–33)]
Siento algo especial por el poema “Prayer” del volumen 8. Al escribirlo, las personas que murieron en el gran terremoto de Tōhoku de 2011 estaban en mi corazón.
A.C.C.: Tu poesía muestra, tanto en la forma como en el espíritu, un conocimiento profundo de la poesía y el arte europeos. Sueles usar formas poéticas occidentales, como la villanelle, y haces referencia a las obras de muchos poetas, músicos o pintores occidentales, como los Zigeunerlieder de Brahms. ¿Puedes hablar sobre la influencia de Occidente en tu obra y la importancia que tiene para ti “unir” las tradiciones japonesas con las occidentales? Hace poco, para reconocer este aspecto de tu obra, te entregaron un premio especial creado por el gobierno francés con motivo del 570.º aniversario del nacimiento de Leonardo da Vinci, en el que te identificaron como heredera del espíritu del artista del Renacimiento italiano. Es un gran reconocimiento a tu trabajo.
S.O.: Cuando estudiaba literatura inglesa, pasé mucho tiempo leyendo sobre John Keats. Como aprendiz de cirujano, a menudo se encargaba de sujetar a los pacientes que se sometían a cirugías sin anestesia. En sus poemas, Keats dedicaba alabanzas a la belleza eterna porque sabía lo frágil que era. Virgilio, Dante y Ganjin Wajo me están volviendo más fuerte: me han enseñado que quienes dan luz al arte y la religión son personas anónimas, y quienes toman sus riendas también.
Traducción de Estefanía Boichenco