La legendaria Edith Grossman falleció hace unos meses, durante 2023. A continuación, Lilit Žekulin Thwaites recuerda su inolvidable encuentro con la traductora literaria estadounidense.
Corre el año 2014 en Manhattan y estoy llamando a la puerta del apartamento donde vive Edith Grossman. ¡Increíble! Gracias al consejo de alguien a quien hace poco había conocido en la residencia para autores y traductores en Art OMI, aquí estoy: una completa extraña de la lejana Australia con una botella de su bebida espirituosa favorita (un regalo de mi país) y una lista de cosas que debo (y no debo) hacer. Di en el clavo con la botella, que se convirtió en una ofrenda anual para las fiestas, y resultó que la lista no hacía falta.
“Dime, Edie”, me dijo a modo de bienvenida, haciéndome pasar a su hermoso piso. “Está un poco escuro”, se disculpó. “Están arreglando la fachada del edificio hace una eternidad y los andamios no permiten que entre mucha luz”.
Pero retrocedamos.
Para cualquiera que se dedique a la traducción literaria y/o a la literatura contemporánea española y latinoamericana, Edith Grossman es una celebridad, una estrella, un nombre que en seguida resuena. Sus traducciones encabezan siempre las listas de libros recomendados para estudiantes, colegas y amigos. Gabriel García Márquez (quien, es bien sabido, la describió como su voz en inglés), Mario Vargas Llosa, Mayra Montero, Ariel Dorfman, Sor Juana Inés de Cruz, Carlos Rojas. Edie los tradujo a todos. Y esos son sólo unos pocos de todos los escritores latinoamericanos que ha traducido. De España, se destacan Cervantes, por supuesto (Don Quijote, Las novelas ejemplares), Góngora (las Soledades), Carmen Laforet (Nada) y Antonio Muñoz Molina (Beatus Ille).
Pero no se trata sólo de sus traducciones. Cualquier buena librería tiene los libros de Edith Grossman, con su nombre en un lugar prominente de la tapa. Este tipo de reconocimiento a la traducción es una de las muchas campañas que Edie libró por los traductores literarios (desde siempre), además de una remuneración justa. También estaba convencida, y abogaba por ello frente a las editoriales, de la necesidad de que hubiera más traducciones literarias en general ya que, como argumentó en su seminal libro de 2010 Why Translation Matters (traducido al español por Elvio Gandolfo como Por qué importa la traducción), la traducción literaria nos invita “a ver desde un ángulo distinto, a atribuir nuevo valor a lo que una vez puede haber sido desconocido. Como naciones y como individuos, tenemos una necesidad crítica de este tipo de comprensión”. ¡Y jamás tan cierto como hoy! Me imagino que casi todos los traductores tienen su libro y se ha convertido en material de lectura obligatorio para cualquier académico que se dedica a la disciplina.
Edie también era una oradora cautivadora y una buena amiga y fiel defensora de sus colegas traductores, tanto establecidos como principiantes (algo de lo que doy fe), aunque solía ser bien discreta al respecto. Y también era muy directa en caso de no poder ayudar (si es que ese era el caso).
Pero volvamos a 2014.
Mi misión personal –además de preguntarle todo sobre posibles editoriales, contratos de traducción y otra cantidad de incógnitas para alguien que estaba recién empezando– era tratar de convencerla de que viniera a Australia como oradora invitada. Ya me había anticipado mi amigo de OMI que mi misión estaba condenada desde el principio: “¡Suerte con eso! Edie no viaja; de hecho, casi no sale de Nueva York”. Cuánta razón tenía. Un viaje a Australia tenía cierto atractivo a nivel intelectual y abstracto, pero a pesar de mis mejores esfuerzos, y como fue predicho, jamás se dio.
Pero más allá de eso, me fui del apartamento de Edie inspirada a seguir en busca de mi próximo contrato de traducción, a seguir traduciendo y mandando muestras y reportes a editoriales en el mundo angloparlante, a mejorar y mantener mis redes de trabajo, a crear un sitio web personal, a solicitar residencias incluso si no había mención específica de que estaban abiertas a traductores, a seguir buscando becas y subsidios de traducción. El único de sus consejos que todavía no pude seguir–hay que ser al menos la mitad de conocida que Edie– es conseguirme un agente y un abogado que velaran por mis intereses en las negociaciones contractuales con las editoriales. Bueno, y mi lista de autores y contactos es una fracción de la de Edie. ¡Pero en eso estoy!
Así que, thank you so much for that wonderful day, Edie. Estoy segura de que a esta altura no sólo ya habrás reestablecido contacto con Gabriel, Miguel, Sor Juana, Luis y todos tus otros autores y amigos, sino que además debes estar feliz compartiendo charlas e historias, comida y bebida de por medio, y todo eso probablemente sin tener que viajar a ningún lado. Enjoy, dear friend, and rest in peace!
Traducción de Denise Kripper
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