La enferma vuelve otra vez de su modorra Pide agua Ña Sotera le hace beber Marta mira la estampa de San Onofre en el nicho Catalina se mira el lunar negro en el brazo Ña Sotera deja el vaso sobre la mesa Reacomoda el embozo de la enferma y vuelve a su sitio con las manos en el regazo
(Cada una echa a volar su memoria y el pájaro trae en su pico caprichoso recuerdos distintos para cada una pero vividos juntas Ña Sotera más que ninguna recuerda momentos y detalles Estos por ejemplo Engracia acuchillada en el corredor de la casa desmantelada Engracia y Librada asiendo cada una un costado del canasto depositándolo en tierra La cabeza de Serapio enorme al parecer para ese cuerpo flaco y reducido Greñudo Sus ojos redondos Su bezo morado y húmedo Nunca tuvo bigotes Qué feo era Pero qué importa eso ahora)
Ña Sotera se levanta para beber. El cántaro está fuera pero no más salir de la pieza al corredor Regresa echándose las greñas canas tras las orejas
–Ete agua no satiface ni un poco Seguro no e del pozo
–Qué no va ser del pozo Seguro perdite el guto Yo tampoco querría tomar otra agua si no e la de nuestro pozo tan rico
(El primer sorbo de agua del pozo de la plaza de la iglesia en el pueblo recuperado En el pueblo todo roto deshecho desmantelado Hasta el brocal del pozo está derrumbado Pero al asomarse a él allí está el agua siempre presente Clara serena su sabor incambiable Las amambay cayendo hasta el fondo como pestañas del ojo redondo y apacible Ellas no pueden saber -no la sabrán nunca quizá- de los dos cadáveres allí arrojados y que duermen su sueño de huesos a treinta metros de profundidad Cuando ellas llegaron ¿qué restaba ya de esos cuerpos sin nombre?)
–No me olvido de ese trago de agua ni del miedo que pasé la primera noche en mi pieza sin puerta ni ventana Utede no quería creer
–¿Cómo va tener miedo de dormir sola en tu casa? Sonsera lueo de tanta cosa que pasamo che Dio Acordate aquella ve un brasilero casi te mete su bayoneta por tu cuello
–Seguramente Pero ahora que tamo de güelta todo e otra ve como ante El miedo taién ¿Cómo si no vamo conocer que tamo otra ve en nuetra casa?
Librada ha pronunciado de nuevo algunas palabras vagas. Ellas se inclinan sobre el catre solícitas
–Qué pa dijite Librada
–Querés pa aluna cosa?
Pero ella ha vuelto de nuevo a su inmovilidad y silencio Y sólo de vez en cuando abre los párpados sin que su mirada se fije en cosa alguna
***
–Aquél jué el primer velorio depué de la guerra en San Onofre Lo acotamo en el catre sobre el rebozo de Engracia Le vetimo con el calzón y la camiseta que Ña Sotera taba tejiendo la tela para él.
Se ve que les viene otra vez la risa Pero no se animan La muerte no es para reir
–Te acordá pa de su mortaja?
–Solamente un tubo el calzón Lo metimo su do pierna por él Pero quién iba ver su mortaja?
–Le pusimo su reyuno viejo, viejo pero tenía que irse con él Cómo cotó para ponerle porque el reyuno taba duro y su pie taién.
–Su ojo no cerró bien del todo porque no teníamo lo do reale para poner encima y que se quede cerrado su ropepí.
–Yo no lo quería mirar al pobre dijunto porque con aquel su ojo medio abierto y duro parece que te miraba mal
–Gracia a Dio le pudimo oner cutaro velita y rezamo toda la noche Sei rosario Uno cada una Engracia preparó té de cácara de naranja y tomamo sin endulzar
–Lo más peor del velorio jué Serapio
–Engracia por que no le vea al dijunto le llevó en la pieza de Ña Sotera pero de balde porque a la noche empezó otra ve a lo grito y lo mimo tuvimo que llevarle al velorio
–Cómo se rió cuando le vió al viejo con su calzoncillo de un tubo no má la do pierna junta Qué risa de demonio No hacía venir pirí Con todo que nojotra sabíamo que aquella risa era su modo de llorar Que así le pasaba dende que quedó sin su pierna
–Yo y Marta dice Catalina y a puchitos Librada y Benigna abrimo el aujero en el cementerio para él con la pala de Don Ulogio Cómo mequinó el viejo miserable su pala Quería cobrar arquiler por usar un ratito
–Yo le dije Viejo amarrete vo taién va necesitar quién te entierre y entonce va querer que alguien te preste tu pala
–Para su cajón lo que no teníamo Había mucha taula pero no había clavo ni martillo Qué íbamos hacer Le pusimo encima de la taula y le tapamo con el rebozo de Engracia con su cabeza bien envuelto por no que le caiga tierra por su cara y así le enterramo y le rezamo mucho y su cru no le faltó
–El año pasado le pintamo dice Catalina
Se hace una vez más silencio Por la ventana se ven las ramas de los árboles de la plaza mecidos por el viento Un toque de campana rompe la pausa
–Otra ve tá tocando la campana dice Marta
–Cada media hora dijo y ha de cumplir Ete pái lo que dice cumple
–Qué cosa suspira Marta
Otro silencio largo largo Librada se agita en el catre pero no abre los ojos
–Benigna no viene verla dice Catalina. Al principio solamente una ve
–Ella ya vive lueo en Cambá’reongüe Allí tiene su compañero
–Cómo cambió dice Marta
–Pero ella no era de nojotra lueo Ella venía de otro lugar y de otra gente
–Y quién sabe cómo vivió mientra la guerra Seguro no sufrió lo que sufrimo nojotra
–Pero ella no era mala Ni sonsa tampoco Acordate cuando Don Ulogio le dijo para irse con él cuando Leonida le iba dejar y luego no le dejó pero lo mimo le trató mal hata el fin
–Pero a quién trataba bien lueo ese viejo
–No conocí nunca un viejo má roñoso dice Ña Sotera
–Y tan feo
–Con aquel mango de mano tan aqueroso y tesatú ademá
Nuevamente suena la campana y de nuevo las mujeres se miran pero no dicen nada
–Ni un poquito no no ayudó Lo mimo si no había vuelto nunca Y fastidió batante a la gente dende que llegó al pueulo tanto año ante de la guerra
–De dónde vino apareciendo otra ve el viejo ese que ya creíamo que taba muerto y jutito apareció para hacernos lío por el camino Y cuando creímo que le habíamo dejado lejos otra ve se bien con su mujer y su mula a traernos lío No tenía alma
(Don Ulogio se bajó del caballo Engracia estaba en la puerta de la casa con Marta y Librada y Catalina y Benigna el mate de yuyos en la mano El pasó al lado de ellas sin saludar y se metió en la casa que era —nadie lo iba a negar— la suya y que desde la vuelta ocupaba Na Sotera Engracia entró tras él a explicarle y decirle que a Ña Sotera la habían acostado allí porque estaba enferma y aquella pieza era la única medio en condiciones y que tenía puertas y ventanas y así la enferma no pasaría tanto frío Pero él ni la oía Iba de una pieza a otra pisando fuerte empujando las puertas con mucho ruido Ña Sotera estaba muy afiebrada y se llevó un gran susto porque con la fiebre no reconoció de entrada a Don Ulogio Don Ulogio terminó de dar su vuelta por la casa se acercó a ellas las miró con cara de juez y dijo
–Inmediatamente van a sacar esa vieja de acá porque tengo que ocupar mi casa y traiga pronto todo el mueule que me quitaron
Engracia contestó seria pero muy tranquila
–Nojotra no sacamo ningún mueule de eta casa
–¿Y quién entonces que llevó mi mueule?
Engracia le miró fijamente y después dio medio vuelta y se fue junto a la
enferma sin contestarle Don Ulogio vociferó
–Desocupen inmediatamente digo!
Desde la cabecera de la enferma Engracia le respondió
–Ña Sotera etá con mucha jiebre y trapirando y le va hacer mal levantarse así de balde. ¿No quiere ser un poco prójimo siquiera un rato?
Don Ulogio no quiso saber nada Marta y Engracia ayudaron a Ña Sotera a levantarse que ni se podía tener en pie y así medio desnuda la llevaron a casa de Engracia y la acostaron en el catre que fue de Paí Conché Ahí dormía ahora Engracia Y el viejo en la iglesia cuando hacía frío Pero ahora ya solamente se disponía de un catre y Engracia se tuvo que acostar en el suelo aunque era invierno
***
–No había Obipo por entonces en Asunción
–¿Qué lo que había tonces?
–Y no sé Alguien tenía que haber pero no se llamaba Obipo Pero lo mimo mandaba en cosas de iglesia
–Y bueno Aparicio jue ver a esa clase de Obipo y le dijo una mentira pero esa mentira jué una mentira buena para nojostro
(–No podemos mandar un cura si no hay por lo menos cincuenta almas
–Hay cincuenta y media Monseñor
–¿Cómo?…
–Cincuenta Y uno por el camino Quién sabe si llegó ya
Así fue la cosa más o menos según se pudo saber
Y apareció el cura por fin un día sobre un caballo gordo El primer caballo gordo que veían en mucho tiempo Una caja lustrada en el arzón y un acólito espigado y de cara de comadreja que trotaba tras del caballo haciéndole andar porque de propia voluntad no lo hacía y el cura no quería seguramente usar el rebenque
Todos salieron a la plaza Solamente Ña Sotera que por entonces estaba en cama en otra de sus temporadas mala y no se podía levantar La población tan escasa y ya dividida en dos bandos De un lado Marta Engracia Librada Catalina Benigna Silvia Leonida Extramuros y Crisanto y los dos invisible Ña Sotera y Serapio De otro lado la recién llegada vieja solterona con su sobrina Los otros vecinos tempranos no habían llegado aún El Paí desmontó de su caballo hosco como un nublado le pasó la caja al monaguillo y rápido y muy tieso y sin mirar a nadie entró en la iglesia Todo el mundo le siguió en silencio y con mucho respeto El Paí estaba mirando a todas partes seguramente buscando algo para tener un motivo de regañar a la gente La iglesia estaba toda pelada sin bancos con un confesionario solamente El altar mayor con dos imágenes menos y los cuadros de la pared todos chafarrimados la mesa con un mantel recién tejido pero sin ningún adorno. La Virgen con un brazo cortado San Onofre con la cabeza que no se entendía más dónde tenía la cara desde que las mujeres le habían zambullido en agua hirviendo para matarle el cupií Y cuatro velitas solamente encendidas en dos candeleros de lodo Todo muy limpio eso sí Pero ya se oía que con una voz de trueno decía
–La mesa con este mantel indecente ni para mesa de concina Cuatro miserables velitas no más Esos candeleros infames ¿Qué falta de aseo y respeto es está?
La solterona miraba de una parte a otra aunque nadie la miraba a ella Muy contenta porque el Paí reprendía a la gente Y el Paí seguía.
–¿Habéis olvidad que la primera obligación del cristiano es rendir homenaje a dios y a la Virgen y a sus Santos? ¿Es posible que tengáis hasta este punto descuidada la casa de Dios y olvidado el culto que merecen Nuestro Señor la Virgen Nuestra Señora y vuestro Santo Patrono?
Todos callaban los ojos bajo No sabían qué decir Sólo la solterona se sentía feliz
Pero Engracia se levantó y dijo
–No e nuetra la culpa Paí En tre año casi no teníamo para comer Pero la iglesa tuvimo limpia dede el primer día y nunca le faltó al santo la vela aunque nojotra pasamo oscuridá
Aquí parece que se le aflojó un poco el enojo al Paí calló unos instantes paseó la mirada por el grupo poco lucido de feligreses remiró un par de veces cada vez más rápido y reventó por otro lado
–¿Y cómo es que veo tan poca gente Dónde están las cincuenta y un almas de San Onofre de Cuarumí?
Ahora sí que nadie conestó La santo mondehá y Leonida porque ellos no sabían nada del asunto y las otras mujeres porque sabían demasiado y no se animaban a contestar El Paí miraba el miserable grupito y su mirada parecía querer fulminarlos a todos sin distinción y con un solo rayo
–Falta de fe falta de fervor Cristiano Así anda el mundo
Fue otra vez Engracia la que se levanto para hablar
–Paí aquí etamo todo lo habitante de San Onofre solamente falta do Uno tá en la cama muy enferma y el otro e lisiado no se puede levantar y por eso
–Pero yo aquí cuento once solamente Catorce con las criaturas Y a mí me dijeron que había cincuenta y una
–No somo más que catorce Paí Diez y ocho con la enferma y un hombre joven que no camina y no tá bien de su cabeza y aluna criatura por bautizar.
–Pero el que llevó vuestro pedido dijo cincuenta y uno ¿Por qué mintió?
–Porque le dijero que si no era con cincuenta y uno no iba venir un Paí Y nojotro necesitábamo masiado un Paí
¡Cómo se enojó el Padre! Echó por los ojos fuegos artificiales Pero Engracia no se dejó asustar
–Fue malo mentir Paí cierto Y é cierto qué somo poco pero cada uno tiene su alma y no podemo pasar sin el sacramento de Dio ¿Diez y ocho alma se puede echar así no más en la basura?
El Padre entonces se calló aunque siempre de lapacho la cara y le mandó al monaguillo que preparase el altar para la misa Se puso la estola y se metió en el confesionario Antes miró muy bien por si no había alguna tela de araña para poder gruñir un poco pero fue inútil porque Catalina y Marta y Engracia lo tenían siempre todo muy limpio como sí el cura fuera llegar en cualquier momento pero al Padre estaba resuelto a encontrar algo mal y lo encontró Gritó enojado
–¡Aquí no hay silla!
Escrito en colaboración con Ángel Peréz Pardella