Nota del editor: Dubravka Ugrešić, ganadora del Premio Neustadt 2016, falleció el 17 de marzo de 2023. Es un honor para nosotros compartir este dossier de las páginas de World Literature Today en su memoria. Este texto fue publicado originalmente en WLT Vol. 91, Nro. 1, enero 2017.
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“La obra de Dubravka Ugrešić se diferencia de cualquier literatura europea específica precisamente porque la autora proviene de una tradición literaria europea que le brindó herramientas para contemplar con frialdad los peligros de clasificar y codificar”
En 1997, me ofrecieron un puesto como profesora de inglés para adultos en Croacia. Yo, desde luego, estaba al tanto de los acontecimientos que habían desgarrado a Yugoslavia entre 1991 y 1995. Y mientras empezaba a aprender lo que podía sobre Croacia, recientemente independizada como país, Dubravka ya la había dejado atrás, en 1993, para exiliarse primero en Berlín y luego en Amsterdam. La ironía es que encargué dos de los primeros libros de Dubravka para aprender más sobre un país que, en realidad, ya no existía y en el cual ella ya no vivía ni podía sentirse como en su casa. Sin embargo, esos dos libros fueron una buena introducción: tanto Steffie Speck in the Jaws of Life como Fording the Stream of Consciousness son obras de ficción y pertenecen a una tradición de sátira lúdica y humor negro que prevaleció en toda Europa del Este durante la época comunista. Como estudiante de ruso, yo había leído tanto los clásicos como las sátiras del período soviético que los sucedió, de modo que la ficción de Dubravka tenía algo que me resultaba extraordinariamente familiar y nuevo a la vez. Si no fuera por el accidente de la historia, por decirlo de algún modo, Dubravka podría haber seguido escribiendo novelas satíricas, burlándose de sus colegas escritores, de las mujeres locas de amor o de la vida en la pequeña república de Croacia, cuando formaba parte de la República Federativa Socialista de Yugoslavia. Es un hecho significativo que la disolución del país llevara a Dubravka al exilio tan sólo cuatro años después de la caída del Muro de Berlín; también es un hecho significativo que aquellos escritores del bloque soviético que alguna vez habían sido “disidentes” de pronto se encontraran en un contexto literario absolutamente cambiado –es cierto que al menos tenían libertad de expresión, pero no necesariamente libertad de publicar o de ser leídos; de pronto, las fuerzas del mercado determinaban todo lo que se publicaba a lo largo y ancho del antiguo bloque del Este–. La disolución de Yugoslavia no sólo marcó la transición hacia una cultura capitalista sino también la ruptura de lazos entre las antiguas repúblicas que, por momentos, rayó lo absurdo, ya que se crearon nuevos diccionarios para el “idioma” de cada república –que pasó de llamarse serbocroata a llamarse bosnio, croata y serbio (y, a veces, montenegrino)–.
Ahora Dubravka se encontraba viviendo en Europa occidental, pero escribiendo en croata, habitando, en sus propias palabras, en una zona literaria sin nación. ¿Quién iba a leerla? ¿Quiénes eran su público? ¿Para quién escribía? En ese momento, tal vez unos pocos croatas disidentes o compañeros de exilio, infelices con el régimen nacionalista de la década de 1990. Sus lectores yugoslavos prácticamente habían desaparecido. ¿La leerían alemanes u holandeses, traducida a sus lenguas? ¿Encontraría un lugar como escritora europea? Esas fueron algunas de las preguntas que me hice cuando empecé a conocer la biografía de Dubravka y a aprender sobre la vida en Croacia a fines de 1990.
Luego de pasar un año en Zagreb, volví a los Estados Unidos y me alegré al encontrar con frecuencia los libros de Dubravka en inglés: Have a Nice Day, The Culture of Lies, The Museum of Unconditional Surrender, Thank You for Not Reading, Ministry of Pain, Nobody’s Home, etc. También me di cuenta de que Dubravka había encontrado una voz nueva –podría decirse que se trataba de la voz del exilio–, y que las novelas alegres y sarcásticas de su juventud habían dado paso, en gran parte, a ensayos incisivos, sinceros y llenos de rabia, pero siempre irónicos y admonitorios sobre la vida en la ex Yugoslavia, en Europa y en el mundo en general. Sus obras se publicaban no solamente en inglés sino también traducidas en muchos otros países y, afortunadamente para nosotros, la autora encontró su lugar, según el último recuento, en veintisiete idiomas.
Me gustaría centrarme brevemente en su novela de 1997, The Museum of Unconditional Surrender, porque es la obra central escrita durante su primer exilio en Berlín, y es también una obra que refleja y se hace eco de los acontecimientos de finales de la década de 1980 y 1990 en Europa. Antes de 1989, Berlín era una ciudad dividida, el epicentro mismo de la tensión entre Europa occidental y Europa oriental. Luego, tras la caída del Muro, se convirtió en el hogar no sólo de muchos refugiados de la guerra de los Balcanes, sino también de una multitud de personas de Europa del Este que migraban por razones económicas en busca de una vida mejor. Rusos, polacos, húngaros, rumanos y alemanes del Este (no nos olvidemos de ellos): todos llegaban en busca de una nueva vida en Berlín, una ciudad abierta. La novela de Dubravka le da vida a esa ciudad transitoria y en transición, con sus migrantes, refugiados, almas perdidas, artistas, exiliados. Hay bosnios y rusos, pero también británicos e indios; conocemos a estadounidenses y portugueses mientras la narradora viaja por trabajo. Hay capítulos con títulos en alemán, en particular Wo bin ich? (“¿Dónde estoy?”), que no se refiere únicamente al desconcierto de la narradora o de un inmigrante enfrentado al exilio y a un idioma nuevo, sino que también nos hace preguntarnos Wer bin ich? (“¿Quién soy?”). La pregunta sobre la identidad presentada de una forma impensada, en particular para los exyugoslavos, pero incluso para los demás migrantes comunes y corrientes. ¿Podría un ruso decir que ahora era alemán o europeo? ¿Seguía siendo ruso? ¿Qué es la identidad? ¿En qué medida está ligada indefectiblemente a la ubicación geográfica o al lugar de nacimiento y en qué medida se ve afectada por la política?
“LA OBRA DE DUBRAVKA PERTENECE MÁS BIEN A SU PROPIA CATEGORÍA ‘TRANSNACIONAL’, UNA LITERATURA QUE DESAFÍA Y CRUZA FRONTERAS ALLÍ DONDE HAYA LECTORES ABIERTOS AL MUNDO EXTERIOR, QUE NO LE TENGAN MIEDO AL OTRO, AL EXTRANJERO”
Durante ese período en Berlín, Dubravka presenció la angustia de esos inmigrantes y la plasmó en crónicas, compensando los pasajes ambientados en Berlín con recuerdos de su infancia, su madre y su abuela, y la doble pérdida de juventud y hogar. The Museum of Unconditional Surrender es una novela profundamente arraigada en la historia europea, pero que se desarraigó de su contexto o tradición “croata” –salvo por el hecho de estar escrita en croata– para entrar, diría yo, en una categoría propia. Si hubiese que clasificar un libro, como hacen a veces algunos libreros sin criterio, podríamos decir que este pertenece a la literatura del exilio. Pero no hay repisas en las librerías para “exilio”; encontramos a Nabokov en la sección de literatura estadounidense, a Brodsky en la sección rusa, a Joseph Conrad entre los clásicos, etc.
A diferencia de muchas otras obras literarias europeas, la obra completa de Dubravka es paneuropea, en el sentido de que en ella aparecen muchos países diferentes y personas de muchos contextos y nacionalidades diferentes. Para explicar, voy a plantear un contraste. Por nombrar a dos de los ejemplos más destacados de la literatura europea contemporánea que actualmente gozan tanto del aval de la crítica como del éxito del público en los Estados Unidos tenemos, en primer lugar, My Struggle, de Karl Ove Knausgaard, y luego el cuarteto napolitano de Elena Ferrante. El primero transcurre principalmente en Noruega, y su protagonista es muy típicamente noruego en muchos aspectos, aunque su esposa es sueca y ambos viven en Suecia. Las novelas de Ferrante están aún más atadas a su escenario y a sus habitantes –incluso podría afirmarse que Nápoles es un personaje presente en todas las novelas–. Es cierto que esas son obras de “ficción”, por así decirlo, mientras que ahora Dubravka escribe principalmente no ficción. Sin embargo, todas sus obras incluyen una gran diversidad de personajes y lugares, en general descritos en profundidad, pero con la intención de revelar la naturaleza universal del dilema o situación en que se encuentran esos protagonistas pasajeros.
Desde que me invitaron a hablar en este panel, estoy pensando en cómo situar a Dubravka “en el contexto de la literatura europea contemporánea”, y mi conclusión, para ser sincera, es que no puedo hacerlo. Si pienso en las novelas que traduje del francés en la última década, la mayoría son muy etnocéntricas, están muy inscriptas en la tradición francesa, o se asumen como parte del universo de la “literatura francesa” sin dudarlo y complacen a menudo a lectores franceses o, en todo caso, dan por sentado que sus lectores serán franceses. Para la obra de Dubravka no existe una premisa tan directa; de hecho, ella misma afirmó en una entrevista reciente: “He divulgado con pasión la idea de literatura transnacional… un territorio literario para aquellos escritores que se niegan a pertenecer a sus literaturas nacionales” (Music & Literature, 12 de mayo de 2015). Por otra parte, si ponemos la mirada en su biografía, su historia geográfica, quedan muy claros los motivos. Desde comienzos del conflicto se esperó que Dubravka tomara partido y ella no pudo, no quiso. Escribió una crónica sobre su indignación y rechazo hacia sus compatriotas en The Culture of Lies y sigue apuntando contra Croacia –ahora parte de la Unión Europea– por su falta de transparencia, su corrupción, sus numerosas deficiencias. No se ha dejado engañar por el nacionalismo chabacano del patrioterismo; la consternan las protestas recientes de la población contra el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en relación con los juicios por crímenes de guerra de hombres a los que los croatas se refieren como “héroes”. Dubravka ha sido una víctima directa de ese nacionalismo en particular, pero el nacionalismo, como prácticamente no hace falta recordar, está en auge en todas partes.
La obra de Dubravka Ugrešić se diferencia de cualquier literatura europea específica precisamente porque la autora proviene de una tradición literaria europea que le brindó herramientas para contemplar con frialdad los peligros de clasificar y codificar, de asignar etiquetas fijas, los peligros del conformismo y la sumisión a una nación o una ideología. La globalización, como reacción al nacionalismo, tampoco es la respuesta. Dubravka lo ilustra en Karaoke Culture, que describe una cultura universal de empobrecimiento intelectual, conformismo y apatía. La obra de Dubravka pertenece más bien a su propia categoría “transnacional”, una literatura que desafía y cruza fronteras allí donde haya lectores abiertos al mundo exterior, que no le tengan miedo al otro, al extranjero, lectores que no quieran andar por la vida construyendo muros para quedarse en una patria cómoda, prejuiciosa y nacionalista. Dubravka escribe para aquellos que, igual que ella, defienden valores supranacionales: la libertad de expresión, la empatía, la justicia y la integridad.