Esta breve reflexión —casi en una voz alta— es un diálogo, es decir, un intento por reconciliar la singular voz de Cristina Peri Rossi esbozada en una lógica no-binaria del pensamiento. Para ello, proponemos reconsiderar la idea/concepto/noción del partir/parir presente en su obra como parte importante de un dispositivo que habilita este desplazamiento de sentido en sus textos y como marca de su singular condición de escritura.
1. “Partir / es siempre partirse en dos”: FRAGMENTACIÓN/DESINTEGRACIÓN.
Hace muchos años que seguimos de cerca la lectura de la obra de Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941). Sin embargo, a veces, nos siguen sorprendiendo algunas preguntas en torno a su obra, fruto de un diálogo fecundo mantenido a lo largo del tiempo entre saltos de tierras y cruzando océanos entre España, Uruguay, México e Inglaterra.
De este modo, en pleno auge posmoderno de obras híbridas y fragmentarias, nos hemos preguntado como primera excusa para reflexionar, ¿cómo situar la obra tan vasta y variada de Cristina Peri Rossi?
Y nuestra primera respuesta ha sido simple, pues hay algunos ejes que parecen ser constantes en medio del flujo de su obra, en especial, al atender los viajes y el exilio — como metáfora pero también como realidad—; el amor; la relación entre escritura y la memoria/temporalidad, así como sus posibles funciones en el desarrollo de sus tópicos literarios.
Para seguir lo anterior, primero, hemos considerado en la obra de Peri Rossi el deseo como eje vertebrante de todos esos ejes literarios precedentes a través de un concepto tomado, principalmente, de dos poemas titulados “El viaje” y “Dialéctica de los viajes”, del libro Estado de exilio (2003). Y con el fin de intentar unir los temas a esbozar en este ensayo atendimos a la idea del partir presente en los poemas, así como a la idea del exilio/partida/felicidad/retorno en sus novelas La nave de los locos (1984) y La insumisa (2020). Para ello, nuestra reflexión nos ha llevado a preguntarnos, ¿cómo pensar el partir en la escritura de Peri Rossi?
Inicialmente, podemos trazar un paralelismo entre la idea de partir de un país, el “partirse en dos” que implica el exilio en su poética y también la sensación de desintegración al perder un sujeto amado. En su escritura, suele haber un intento recurrente por recuperar una sensación de plenitud/felicidad, una insistencia deseante siempre consciente de la imposibilidad de lograrlo. Se parte de algún sitio porque se desea, pero al desear también el sujeto de escritura se parte, se escinde al escribir “Nostálgicos para siempre / del paraíso antes de Babel” (1993).
De este modo, en el poema “El viaje”, el desplazamiento y el exilio se unifican como un tropo de la escisión y la fractura ante el amor, el yo y casi cualquier elemento unitario que intente dar cuenta del partir. Sirva de ejemplo este fragmento:
Mi primer viaje
fue el del exilio (…)
Desde entonces
tengo el trauma del viajero
si me quedo en la ciudad me angustio
si me voy
tengo miedo de no poder volver
Tiemblo antes de hacer una maleta
—cuánto pesa lo imprescindible—
A veces preferiría marcharme
El espacio me angustia como a los gatos
Partir
es siempre partirse en dos.
En relación con lo anterior, tanto en las reflexiones de Peri Rossi sobre la escritura como en su representación del amor, aparece una tensión entre reconocer la inevitabilidad de la fragmentación/lo múltiple y un deseo de buscar la plenitud que podríamos considerar como un deseo de trascendencia. Podemos leer, entonces, las metáforas del viaje y del exilio como su intento reiterado por navegar esa contradicción dialéctica entre lo uno y lo múltiple.
Su búsqueda incesante, por lo tanto, es un devastador intento por consignar el acto de escribir como una erótica fraudulenta (siempre fallida) por conseguir a través del lenguaje lo que no se pudo o se ha perdido en la realidad de lo experimentado. En definitiva, una pérdida. Pero para perder, primero, tuvo que existir “lo que ha de perderse”, ese uno imaginario y unitario. ¿O no?
En tal sentido, entonces, por un lado, se nota en ese gesto de la escritura perirrossiana la presencia de una herencia romántica —escribir como acto nostálgico— en el que se aventura la tensión moderna por dar cuenta de un pasado resignificado y unitario. Así, predominan en su obra personajes excéntricos, neuróticos y obsesivos; personas insatisfechas en el presente, y que desean sin parar y con compulsión —las más de las veces— aquel paraíso olvidado.
No obstante, este deseo siempre termina remitiendo a estos pobres y destartalados héroes solitarios a un tiempo nunca correspondido con el presente, y casi como una condena del exilio.
También al partir de viaje, el exilio implica la nostalgia por lo que se deja atrás y el anhelo o el deseo de una plenitud en el futuro. Partir siempre implica partirse en dos porque el sujeto tiene que dividirse entre el presente insatisfactorio y una temporalidad pasada o futura donde Peri Rossi sitúa una plenitud corrediza. Ahora bien, esa plenitud también podrá asociarse en su obra con la marca por la búsqueda de una eternidad subyacente al mejor modo de pequeñas islas temporales donde el yo perirrossiano cree acceder a estados más elevados, sublimes y trascendentales.
Como dice el personaje Gordon en La nave de los locos, “siempre partimos del lugar donde hubiéramos sido eternos y felices” (1984); o sea, un lugar utópico que existe en esa forma solo en nuestra imaginación. Un lugar de exilio, por lo tanto —o mejor—, un lugar para el exilio:
—Soy un exiliado —farfulló Equis, atragantándose con el líquido, como toda vez que tenía que dar esta respuesta.
—¡Magnífico! —comentó Gordon—. ¿Así que a usted también lo han echado de alguna parte y no puede regresar? ¡Qué duro es el exilio, amigo mío! ¡Cuánto se sufre!
—Todos somos exiliados de algo o de alguien —contemporizó Equis—. En realidad, ésa es la verdadera condición del hombre.
—De noche —continuó Gordon, exactamente como si no lo hubiera oído —, porque es de noche cuando más me pasa, no puedo dejar de pensar en esa superficie. En esa blanca superficie que pisé, que tuve bajo mis pies. Entonces, me pareció que tenía mucho tiempo para estar ahí. Estaba fascinado, y no me daba cuenta de que el tiempo transcurría. Además, ¿qué es el tiempo? ¿Alguien puede decirlo? Cuando se viaja tan lejos, se sabe que el tiempo es una convención ridícula […].
—Allá, en la luna, uno se olvida de todo, amigo. De las tristezas del amor, del presupuesto de gastos espaciales, de la declaración de rentas, del lío de los hijos, de todo… Creo que hasta de la muerte —continuó. Se había puesto un poco solemne y Equis pensó que ese era el estado perfecto para un astronauta, para un hombre que ha vislumbrado la belleza del espacio y ha sido desterrado para siempre de él, condenado, desde entonces, a vagar por la atiborrada superficie de la tierra, en perpetua nostalgia.
—Lo malo —declaró Gordon, enseguida— es no poder volver.
—Alguien dijo (discúlpeme: no sé si fue Horacio o Virgilio) que siempre partimos del lugar donde hubiéramos sido eternos y felices.
Tras la lectura del fragmento anterior encontramos en esta esfera lunar, blanca y compacta, aquel espacio de las posibilidades, una utopía romántica significada en la superación posmoderna de un espacio atomizado, pero ahora esclarecida bajo la luz de nuevos hallazgos por tópicos literarios tradicionales donde felicidad/eternidad son marcas de exilio.
2. El AMOR (evita la dispersión, la pérdida del exilio): es el intento de superar la fragmentación y conseguir plenitud, la ilusión de plenitud.
Recientemente, hemos encontrado en la escritura de la obra La insumisa (2020) de Peri Rossi, un fragmento que llamó nuestra atención a propósito de lo anterior:
Mi exilio no comenzó el veinte de octubre de mil novecientos setenta y dos, cuando el barco […] tocó puerto en Barcelona, una suave y luminosa mañana de otoño, sino un año después, el treinta de septiembre, cuando vos y yo nos separamos […] Al exiliarnos juntas, fue, en realidad, como si no nos hubiéramos exiliado, como si transportáramos con nosotras todo aquello que amábamos hasta entonces […] comprendí que el exilio no era solo cambiar de espacio, el exilio era separarse de la persona amada, dejar de hablar la misma lengua (los enamorados y las enamoradas tienen su propia lengua, cambiar de amor es cambiar de diccionario, y dejar un amor es perder un dialecto).
Así como la pérdida del amor y la pérdida del país es la pérdida del lenguaje o de “un dialecto”, observamos en la obra de Peri Rossi el intento por superar la pérdida del exilio y del amor a través de la escritura. En varios de sus libros, la escritura zurce y unifica la dispersión, ordena la locura ante el aparente caos provocado por Babel.
No obstante, tanto la escritura como el amor desenvuelven el poder potencialmente destructivo de la unicidad, como señala el protagonista de Solitario de amor (1998) ante Aída, la mujer amada “El amor es derroche, es exceso. No se puede estar enamorado y al mismo tiempo preservarse”.
Por lo tanto, es en la escritura donde se navega la tensión entre la destrucción que puede resultar del partirse en dos del amor o del desamor y del exilio, y la potencia de creación literaria que yace allí.
3. “Para recordar / tuve que partir / y soñar con el regreso”: los viajes, el exilio y la nostalgia.
La partida de un lugar, su salida, es lo que permite la memoria del recuerdo a través de la escritura. O sea, el deseo —o ese anhelo— vuelto una condición necesaria para la escritura.
De este modo, en el poema “Dialéctica de los viajes” de Estado de exilio (2003), la tensión memoria/exilio/amor/escritura/partida se acentúa.
Para recordar
tuve que partir.
Para que la memoria rebosara
como un cántaro lleno
—el cántaro de una diosa inaccesible—
tuve que partir.
Para pensar en ti
tuve que partir.
El mar se abrió como un telón
como el útero materno
como la placenta hinchada
lentas esferas nocturnas brillaban en el cielo
como signos de una escritura antigua
perdida entre papiros
y la memoria empezó a destilar
la memoria escanció su licor
su droga melancólica
su fuego
sus conchas nacaradas
su espanto
su temblor.
Para recordar
tuve que partir
y soñar con el regreso
—como Ulises—
sin regresar jamás.
Ítaca existe
a condición de no recuperarla.
4. PARTIR y PARIR: “El mar se abrió como un telón / como el útero materno / como la placenta hinchada”.
Si vemos el hecho de partirse en dos y el partir como acto de viajar, de dejar algo atrás, también podemos considerarlo como un comienzo, un punto de partida en su unicidad. Así, el útero en este anterior poema se vuelve principal metáfora de este devenir siempre latente de las posibilidades y donde lo femenino es reinventado como objeto de una pérdida/ganancia.
De este modo, la reflexión sobre el verso “partir es partirse en dos”, nos permite considerar el rol del escritor asumido por Peri Rossi, donde destrucción y creación aparecen unidas en su obra. Al hacerlo, Peri Rossi crea nuevas obras, nuevas tendencias, pero sin el gesto de destruirlo todo en el proceso, y se ubica en una genealogía literaria en diálogo con la tradición. Este gesto no es menor, pues, en tal sentido, no se vuelve una escritora parricida. Por el contrario, toma cosas del pasado en su imaginario y en su práctica, aportando una creación que no destruye del todo, sino que consigna fragmentos y los recompone bajo un útero singular. Así, partir y partirse se tornan nueva imagen, forma, verbo, un parir —como vemos en ‘Dialéctica de los viajes’—.
Allí, creación y destrucción se han vuelto inextricables y Peri Rossi es consciente de eso. En las alusiones al parto vemos al acto de parir en el proceso del viaje, la unión de una fuerza destructiva y una creadora como máximo potencial de lo posible al ser dos, casi al unísono.
Instituto de Profesores Artigas-Udelar, Uruguay & Universidad de York, Reino Unido