“Con ponerse a declinar el verbo to beat alcanza”, escribe Tamara Kamenszain en el catálogo de la muestra Déjalo beat (Museo del Libro y La Lengua, 2017), no solo a propósito de la poética de Allen Ginsberg, sino como gesto panorámico de la ruta de su generación que todavía aúlla. “Viajar es golpear –dice la autora de Libros chiquitos–, es repetir, es insistir en el síntoma adolescente, es confiar en los efectos del estribillo, esa parada que va retomando siempre lo viajado para darle a la prosa su efecto poético”.
Ese sonido, impacto o evocación, pervive en el espíritu de dos investigadores latinoamericanos, Federico Barea (Buenos Aires, 1982) y Laura Rubio León (Bogotá, 1987), quienes han rastreado de qué manera se manifestó el espíritu beat en los años sesenta en Latinoamérica. Barea, que ha rescatado la obra de Néstor Sánchez, los ensayos perdidos de Carlos Correas y junto a María Negroni ha traducido a Charles Simic, editó Argentina Beat 1963-1969, una antología de los principales referentes literarios de las revistas Opium y Sunda, entre los que se destacan Sergio Mulet, Marcelo Fox y Leandro Katz. Rubio, por su parte, se sumergió en la pista de los nadaístas, ese movimiento poético y performático cuya resonancia, veremos, se manifiesta aun hoy en la política colombiana. Nadaismo: una propuesta de vanguardia, plasma un trabajo puntilloso alrededor de ese movimiento, también descentrado, fuera del canon, con sus manifiestos, sus escándalos y su ética urbana.
La conversación que sigue conecta ambas energías que trascienden más allá de las publicaciones, comunidades que se activan en cofradías y nuevas significaciones.
Mariano Vespa: ¿Qué motivó sus investigaciones?
Laura Rubio León: Surgió cuando trabajaba en el Museo Nacional de Colombia. Había dos objetos en la misma sala de siglo XX, que tiene una curaduría histórica y una de arte: un retrato del general Rojas Pinilla (que estuvo en el poder entre 1953 y 1957, con un golpe de estado) y una revista: Nadaísmo 70. Mi jefe me preguntó: “¿cómo puede ser que estuvieran en el mismo lugar un dictador y esa revista?, ¿qué los vinculaba? A partir de ahí, me encuentro que Gonzalo Arango, que es el líder del Nadaísmo, reconocido como un movimiento anárquico de contracultura, apareció en la historia del país siendo representante del partido político que creó el general Rojas Pinilla para quedarse en el poder. Entonces esa vinculación me parecía muy extraña. Ese fue el hallazgo inicial de lo que fue el libro.
Federico Barea: Tiene que ver con el punto de la construcción del canon. Es algo muy complejo, en realidad. Cuando uno se mete con autores menores se pregunta a ver qué pasa con el tono, como sucede con los autores consagrados en realidad. Debes tener una lectura más virgen. Para el libro debo haber leído 200 autores “menores”, si cuento las revistas y los poemas sueltos. Entendía que había algo como una especie de herencia, de contacto, de la contracultura, del contexto histórico.
LRL: Sumo a lo que dice Federico: yo estudié literatura y nunca había tenido una clase sobre los nadaístas. No tenían una visibilidad grande ni en el campo de la literatura e incluso tampoco culturalmente. Ahora un poco lo están teniendo en cuenta porque hay dos personas que se vincularon al movimiento, que son parte de este nuevo gobierno. Por primera vez en la historia de Colombia, la izquierda está en el poder y la ministra de Cultura, Patricia Ariza, y Humberto de la Calle, quien fue una de las personas que colaboró en el proceso de paz, son nadaístas. Entonces es interesante cómo estos personajes (que eran quienes no estaban en la historia oficial, quienes estaban como un poco por fuera de este mainstream, de las decisiones), ahora están teniendo un lugar y una preponderancia y se presentan como nadaístas.
MV: ¿Cómo se manifiesta el inconformismo en esos grupos?
FB: El escándalo es la manera más o menos de existir para los beats y también para el situacionismo, el nadaísmo, cualquier futurismo. Pienso en Burroughs, el juicio por “El almuerzo desnudo”, en la cuestión del cuerpo, la obscenidad. Estos grupos necesitan del escándalo para hacerse público, además de lecturas de poesía, que siempre existieron, y de la posibilidad que tenían de hacer revistas. Al igual que Laura, yo llego al grupo Opium por una revista. En Argentina existía el Instituto Di Tella, en donde se experimentaba tanto con música y teatro, y se hacían espectáculos de toda índole, que no tuvieron parangón después. No hubo nada igual: un lugar que le permitía a los jóvenes experimentar, le daba medios, era un contexto maravilloso. No me imagino qué habrán hecho los nadaístas pero seguro fueron cosas increíbles y muy divertidas, bizarras y valientes.
LRL: La estrategia era hacer escándalos como ir a la Catedral de Medellín, hacer la fila para tener la hostia en la comunión durante el rito de la comunión y guardar la hostia entre libros o ponerla en el bolsillo. Y entonces esto dio lugar a que mientras iban saliendo todos los creyentes que estaban allí, se fueran abucheados. Algunos terminaron en la cárcel y todos como consecuencia de esta falta de respeto a la fe. Gonzalo Arango, en el 64, convoca para hacer la exposición del libro Inútil: “Por favor, envíenos todos esos libros que usted considera que le han hecho mal a la historia cultural de este país”. Y entonces se enumeraban y se mencionan clásicos canónicos de la historia de la literatura colombiana y los quemaban en la plaza pública. Había una crítica fuerte a esa cultura de una clase a la que ellos no pertenecían, que los excluía y que no los dejaba crear desde la experiencia que estaban viviendo ellos. Nosotros no teníamos una infraestructura tan consolidada como el Di Tella. Los espacios de encuentro que tenían estos jóvenes que no tenían mucho dinero eran los cafés a donde entraban y se gastaban horas y horas para conversar y solo se tomaban un tinto. Y el otro lugar donde se encontraban era la Librería Nacional, que era un espacio que funcionaba un poco como biblioteca. En ese momento las bibliotecas públicas no existían en las ciudades. Entonces eso se va a empezar a construir. Otra acción divertida es que en un momento lo echaron del café por no consumir. Entonces se salieron, llamaron por teléfono a una funeraria y empezaron a llegar coronas y más coronas fúnebres a la cafetería. Y pues, al final, la cuenta la tenía que pagar el dueño de la cafetería.
MV: En ambas instancias, se trata de un contexto de regímenes militares o democracias endebles ¿Cómo influyen esas realidades?
LRL: Yo creo que a los dos países, y a toda la región latinoamericana, nos cobija la política, la Alianza para el Progreso que es una estrategia interesante y compleja para investigar, porque para Colombia implicó una inyección de dinero. Ellos entendieron muy bien que la pobreza, las condiciones de inequidad, eran un factor que hacía posible el surgimiento de estos movimientos comunistas, como la Revolución cubana. Entonces hubo dinero para promover instituciones como ProFamilia, la cual busca promover la educación sexual, que en ese momento era un tabú completo para Colombia. Se inyecta dinero también para hacer exposiciones. A los artistas de los cincuentas en Colombia se los llevan a la sala de exposiciones de la Unión Panamericana, que era el órgano desde la cual se dirigían todos los proyectos culturales para la región. También se fomentan publicaciones. Y frente a esto hay una gran suspicacia de parte de movimientos como los nadaístas. Si bien hay un fortalecimiento de las instituciones, ellas siguen hablando el mismo tipo de cultura con la cual nos hemos sentido excluidos.
FB: En Argentina, la estética nacional estaba regida culturalmente por el tango, nuestro emblema de los años 20, hasta el fin del primer peronismo. Como decía mi amigo tanguero, “todo murió cuando entró la Coca-Cola, los blue jeans”. Es el ingreso de otra estética, del uso de palabras en inglés. Un movimiento contracultural va en contra de la cultura hegemónica. Pero al mismo tiempo va en contra de la cultura hegemónica sin ser de izquierda. Entonces, aparece esto de la “tercera posición” (que es lo mismo que hacen los beats norteamericanos): encontrar dentro de la misma derecha, o dentro del capitalismo, en american way of life en una queja, una vertiente y decir “sí, pero no”. No somos comunistas, no queremos revolución, no queremos matar a un montón de personas, ni queremos vivir en un mundo tan desigual. Es un contexto histórico bien problemático, con la Guerra Fría y la Revolución cubana haciendo fuerza desde el otro lado. Es muy efervescente todo.
MV: Es interesante porque se suele asimilar a los nadaístas y a los beats como hippies…
LBL: En realidad son anteriores. Es toda esta idea de la no violencia y de más que están promoviendo ellos y no como moda, estética ni como pose, sino efectivamente como una resistencia a inmiscuirse en esa polarización que era mundial. La resistencia a los nadaístas es bien interesante y es porque ellos plantean que estamos agotados de querer ser como los otros, de querer ser como los españoles. Entonces surge de ese agotamiento y de manifestar “queremos escribir a partir de la experiencia de quiénes somos. Hay comunidades indígenas, hay campesinos, pero nosotros somos jóvenes escuchando estas músicas que vienen de afuera, pero queremos narrarnos a nosotros”. La estética que plantean es hablar de lo feo, con palabras soeces, lenguaje coloquial, de lo sucio, de lo putrefacto, que eso no se podía ver en la literatura colombiana de ese entonces.
FB: Coincide el contexto argentino con la dictadura de Ongania, con el peronismo proscripto. Lo mismo en relación al lenguaje coloquial, al humor, literatura confesional que y además; en esta situación, es lo mismo que le pasaba a los beats: a mediados del 50, la derecha los rechaza por comunistas, por ser anticapitalistas, y la izquierda los rechaza por ser burgueses enojados o disconformes. Ahí yo veo igual; investigué toda América Latina e investigué la literatura de la Onda en México, El techo de la ballena en Venezuela, el movimiento Hora Zero en Perú, los Tzantzismos en Ecuador. Están todos más o menos haciendo fuerza por no quedar de ninguno de los dos lados y al mismo tiempo los otros también los rechazan. Se va generando una identidad y una estética propia en cada país. Creo que eso prevalece.
MV: Puede leerse una suerte de escena latinoamericana…
LBL: Fíjense que todos estos movimientos que acaba de mencionar Federico estaban conectados, por correspondencia y con revistas. Ellos se conocían a partir de las revistas. Es interesante cómo nos comportamos como región sin que necesariamente nos encontremos en esa identidad de región. Digamos que el fenómeno se estaba dando casi de la misma manera culturalmente y ellos establecieron ese link. Yo sinceramente no veo hoy el link entre estas manifestaciones alternas. Yo siento que eso no existe en este momento, por lo menos a nivel cultural y demás.
FB: Primero creo que desde la perspectiva de esta época se ve eso como algo muy inocente. Entonces es muy importante resaltar lo que pasó entre hoy y aquella época en Argentina (teníamos una dictadura militar sangrienta, violentísima). Es un corte como físico, material. Hay muchos muertos, gente desaparecida. Y a nivel cultural también funciona ese corte. Entonces es como lo que está del otro lado del río y lo que está de este lado. Claro que yo, cuando digo que prevalece algo de una forma metafísica, la verdad es que no hay conexión entre las cosas que pasan ahora en Colombia y en Chile y tampoco hay más grupos (así como El techo de la ballena, que se autoproclame y que haga manifiestos). Yo creo que eso quedó del otro lado de lado del tajo y que fue en nuestra historia la dictadura militar. Supongo que algo similar habrá ocurrido en Colombia. Más allá de que estos tipos, por su forma de vivir y para hacer esta literatura confesional y por ser personas que estaban experimentando con la vida, realmente murieron jóvenes o tuvieron problemas con las drogas o con el alcohol, o con la policía, o con la vida también.
MV: ¿Cómo fueron las reacciones de los protagonistas o testigos de sus investigaciones?
LRL: Trabajé con el archivo de uno de ellos cuando Jotamario Arbeláez, quien se ha mantenido activo como escritor desde los sesentas hasta el presente, sigue teniendo una columna en uno de los periódicos más importantes del país. Hemos estado trabajando de la mano con su archivo, fundamentalmente con este trabajo. Entonces a él le gustó el producto. Mi libro es el segundo que se escribe seriamente sobre el nadaísmo. Entonces esto hace que para ellos sea un honor, pues aparecen ya dentro (de alguna manera) del salón de la Historia. Alguien de otra generación se interesa por lo que hicieron hoy en un libro o una publicación, porque, como lo decía al inicio, había una gran perspectiva, como sin mucha valoración sobre lo que habían significado para la sociedad colombiana.
LB: Por mi personalidad, me hice amigo de muchos de ellos; una relación constante con Hugo Tabachnik, con Ruy Rodríguez, en los viajes también. Con Jotamario, con otros sobrevivientes. Cuando fui a Perú no pude conocer a nadie, pero fui a los bares donde se reunían ellos. Conocer el recorrido también es parte de ese mapeo.