Cuando era chico, más chico que hoy, tenía un amigo con el que chateaba todos los días. Él no sabía lo que yo era, creo que ni siquiera sabía cuántos años tenía. Supongo que pensaba que yo lo doblaba en edad. Finalmente me dijo de vernos y yo no pude aceptar. Al tiempo me dejó de hablar: hay gente que necesita ver, que necesita tocar, no solo a sus amores sino también a sus amigos, a su mundo. En fin: te agradezco que hayas aceptado que charlemos a través de este medio. ¿Ya empezamos o todavía no? Necesito que me avises para no hacer el ridículo: suficiente con mi cara.
Empezamos cuando vos quieras. Lo importante es que sepas que podés hablar tranquilo: todo lo que sobre se elimina.
¿Aceptan entrevistas de una línea? No me hagas caso, estoy nervioso. Desde donde escribo está oscuro; soy hipersensible a la luz, pero la necesito de todos modos. Al día de hoy no sé hablar en voz alta; sólo puedo escribir, incluso de chico me comunicaba por internet. Pero supongo que eso es parte de lo que quieren saber. Ya creo que es hora de comenzar la entrevista propiamente dicha, ¿no?
Ok, sale la primera pregunta: ¿A quién le debés las circunstancias en las que naciste?
Soy el que soy gracias a mi madre. No sabría si estarle agradecido, pero sin duda se lo debo a ella. ¿Hubiera sido un bebé normal? Acá es donde el camino se abre en dos: quienes piensan que nuestra identidad se basa en una matriz anterior a nuestro nacimiento, o quienes piensan que solo somos resultado de nuestra experiencia en la tierra. Si la primera opción es la verdadera, entonces me hizo sufrir sin necesidad y el mundo es un lugar absurdo. Si la segunda opción fuera cierta, yo hubiera sido una persona normal y eso me resulta aún más aterrador. Me siento cómodo en la excepción, aunque de alguna manera todos somos excepciones de algo. Hace poco me contaron de un cartel que decía: “ojalá ocurra algo extraño”. Lo extraño sería que ocurriera algo normal.
Es significativo que no hayas mencionado al doctor.
Ustedes tienen que entender algo. El doctor era, ante todo, un caballero. Recuerdo especialmente una ocasión, cuando yo todavía estaba en el vientre de mi madre. El doctor fue el que me preparó para lo que se venía, quien me contó que había otro mundo que era el normal. ¿Viste que recomiendan a los padres que les hablen a la panza? Bueno, funciona. No tengo recuerdos de un tiempo donde no me hablaran, y él me hablaba siempre, incluso más que mi madre. Gracias a sus innovaciones me permitió vivir, y de manera digna. No es poca cosa. Hoy el doctor está en la cárcel y yo estoy a la intemperie. Lo peor es que nunca supe quién lo denunció.
Se dice que el doctor es un apropiador que te secuestró dentro de tu madre. ¿Es cierto que su testamento está a tu favor?
Son dos cosas diferentes y se las mezcla con malicia. Sí, su testamento está a mi favor. ¿Y qué? Mi papá biológico se murió en un accidente vial durante los primeros meses de embarazo; supongo que eso es lo que llevó a mi madre a tomar la decisión de retenerme. Ante esa carencia, y la decisión de mi madre, el doctor me acogió a su cuidado. Es cierto que experimentó, pero los logros están a la vista. Me salvó de no morir ahogado en el vientre materno: no hay otros embarazos que hayan pasado la semana cuarenta y uno. Sin tener relación de sangre fue mejor que un padre. Incluso en las últimas semanas había programado una cesárea, pero mi madre la postergó. Luego ocurrió lo que ocurrió. Si hubiera aceptado, si no la hubiera demorado por su egoísmo, hoy seguiría viva.
¿Es posible que tu madre haya tenido un brote psicótico cuando tomó esa decisión?
Si se brotó es porque no le dio la cabeza para otra cosa. Es como la caja de cambios del auto: algunos tienen primera y segunda, otros tienen hasta cuarta y quinta. Frente al mismo estímulo, o a la misma cantidad de energía, un motor se funde y el otro no. El motor de mi madre se fundió cuando decidió no parirme, pero su fuerza de voluntad la hizo seguir andando.
¿Alguna vez manejaste un auto?
Nunca. Soy más enano que un enano, más diminuto que una persona diminuta. Necesitaría pilotear un robot de humano como para al menos llegar a los pedales. Me encantaría pilotear un robot.
¿Cuántos años tenés?
Ocho años y un mes desde el día que nací.
¿Cuánto duró tu período de gestación?
Tuve un período de gestación de cinco años y diez meses.
¿En total cuánto viviste?
Doce años y once meses. ¿Y vos? ¿Cuántos años tenés?
Treinta y nueve.
¿Y cuántos meses?
Dejame calcular. Treinta y nueve años y siete meses.
Entonces si tuviste una gestación normal tenés cuarenta años y seis meses.
¿Ya llegué a los cuarenta? Debería haberme comprado el descapotable.
Hace tiempo que llegaste: cumplir un año significa terminarlo. Cuando cumplen treinta las mujeres sufren sin necesidad; ya llegaron a los treinta cuando cumplieron veintinueve, es decir cuando terminaron los veintinueve. Los cumpleaños son siempre ridículos. Deberíamos rastrear el día que fuimos concebidos; todo lo demás es mentira. ¿No tenemos experiencias dentro del vientre materno? ¿No somos ya una bola de carne y nervios en crecimiento? ¿Cuál es el mérito de salir de la placenta? La práctica medieval de haber logrado sobrevivir un año más. Sin haber nacido, yo tenía más derecho a festejar una vuelta más al sol que ustedes. Claro que ahí dentro no sabía ni importaba cuántas vueltas había dado el sol.
Tu postura de la vida desde la concepción se parece demasiado a la de muchos sectores religiosos. ¿Eso significa que estás en contra del aborto?
La religión jamás supo qué hacer conmigo y yo jamás supe qué hacer con la religión. ¿Aborto? Bueno, pero que se llame eutanasia. Están licuando a un ser vivo, del mismo modo que el que come hamburguesas tiene que entender que para ello picaron una vaca. De la eutanasia estoy completamente a favor. Debería ser muy tonto para hablar en contra de la eutanasia: quizás la necesite en algunos años. Es una locura que no nos concedamos a nosotros lo que sí le concedemos a nuestros perros. Por favor, considérenme un perro.
¿Te dolió nacer?
Envidio la plasticidad de los animales, que salen enteros del vientre de su madre. Los bebés humanos están poco hechos en comparación con el resto de los animales: casi ciegos, con una movilidad prácticamente nula para que puedan pasar a través del cuello del útero. Como ustedes saben bien, yo no salí a través de ningún útero. Reventé a mi madre y me caí al suelo. No voy a festejar el aniversario de haber matado a mi madre; tampoco creo haber nacido ese día. Nacer está sobrevalorado: demasiada luz, demasiado frío.
¿Qué te acordás de ese período en el vientre materno?
Recuerdo sobre todo sensaciones. Salvo ciertos colores, en la práctica estoy ciego; la computadora me traduce tus palabras en sonidos. Me gustaría subrayar que esa experiencia tan inusual para ustedes siempre fue lo normal para mí. Hasta hace relativamente poco había pasado más tiempo en el interior que en el exterior. No es un gran cambio: los fríos más débiles podrían matarme, así que me quedo en esa otra clase de interior que es mi habitación calefaccionada.
¿Y de tu nacimiento?
Mi importancia se debe a que los bebés eliminan la memoria de su nacimiento. Hasta donde sé únicamente yo tengo memoria de haber nacido, aunque como todo recuerdo temprano cada día está más borroso. Dentro de poco voy a perder ese recuerdo y entonces seré solo un freak. Quizás algún día la ciencia permita que recordemos todo desde el momento de la concepción. ¿Por qué no? Me cuesta creer en tanto desperdicio. Cómo cambiarían las relaciones con nuestros padres si pudiéramos recordar cómo nos trataron de chicos, todos los sacrificios que hicieron. A mí también me haría bien: podría recordar mejor todo lo que el doctor hizo por mí. En ese aspecto soy tan normal y defectuoso como el resto.
Aun así sos más inteligente que la mayoría.
La maduración de los lóbulos frontales continuó dentro del vientre, como cualquier persona; es una moneda librada al azar. De todos modos se supone que sea inteligente: la diosa Atenea nació completamente adulta de la cabeza de Zeus. También completamente armada, mientras que yo tengo problemas para sujetar un tenedor. También soy virgen, ¿para qué negarlo? Ah, te quedaste callado.
Hay soluciones…
¿Hasta dónde estás dispuesto a preguntar? En realidad, tu pregunta es: ¿en qué momento se pone escabroso y debo dejar de preguntar? Pero resulta que yo soy un entusiasta de la verdad, un barrabrava de la verdad a cualquier precio. Quizás vos dudás en preguntarme lo que yo me pregunto todos los días cuando me levanto.
Podemos borrar esta pregunta de la versión final, si querés.
Probablemente viva poco, como todos; mejor expresarme ahora. Lo cierto es que tengo casi todos los músculos atrofiados. Todo esto lo escribo con un solo dedo. Alcanza para miles de palabras, pero en la cama un solo dedo es poca cosa. A veces lo pienso, sobre todo cuando mis doctores, los nuevos, me recomiendan que prepare mis papeles y me despida de mis seres queridos, algo que por suerte sucede regularmente cada seis meses. ¿Se puede acostar una prostituta con un menor de edad sin vulnerar la ley? A menos que esa prostituta también sea menor de edad. Me niego a esa aberración; me basta conmigo mismo.
¿Te comunicabas con tu mamá?
Cada tanto me siento en la oscuridad y escucho las grabaciones de sus conversaciones con el doctor. Me sobresalto cada vez que escucho cosas como “Me siento completa, ojalá esto durara para siempre” o “Me realizo como mujer gestando”. Me pregunto si hubo casos anteriores como el mío y simplemente la técnica no lo permitía.
¿Ella se preguntaba sobre tu voluntad?
Supongamos que sí: sabe que no nacer le provoca un inmenso daño a su feto, no necesariamente en lo físico pero sí en lo psicológico, pero aun así no puede decidirse a parir. Percibe que al bebé lo lastima no nacer a tiempo pero ella sabe que lo necesita adentro. Lo pensó, lo descartó, sin culpa. Como mi madre era inteligente y tenía los recursos yoicos como para enfrentar la realidad, trabajar y todo lo que viene agregado, entonces me decanto más por el lado de la perversión. Lo que define a la perversión es el “ya lo sé pero aun así”. Sólo una madre extraordinariamente perversa querría continuar su embarazo por siempre. Y aun así… mi mayor tristeza en esta vida no es haber nacido deforme, o haber estado tanto tiempo lejos del mundo exterior. Esas son circunstancias. Mi mayor tristeza es que nunca la pude conocer. Era su corazón, su vida interior, pero jamás la conocí. Viví dentro de ella sin tocarla.
Hace poco leí que según la física no podemos tocar realmente nada. Los átomos están hechos de un núcleo positivo y una nube de electrones negativos. Cuando dos superficies se acercan demasiado, al tener igual carga los electrones se repelen y no se tocan. Cuanto mayor sea la fuerza, más se van a alejar. Siempre hay una distancia entre los átomos, y por tanto siempre hay una distancia entre los objetos.
Ahí tenés: la ciencia siempre es un consuelo para los fracasados. Si no tenés problema quizás podríamos seguir otro día: llegó mi enfermero favorito, y es hora que corten las uñas de este bonsai.