para Laura Ruiz Montes
Pequeño amante mío:
solo en la soledad puedo escribir
te amo,
bajo el silencio del silencio,
en la casa sitiada por la noche,
tras las tapias del miedo,
las puertas y ventanas condenadas.
Como un ladrón,
como un perverso,
como un enfermo contagioso
huyo del mundo para decir te amo.
Yo que he amado la luz sobre la luz,
que sigo el rastro lacio del agua sobre el agua,
la transparencia del viento sobre el viento,
me escondo de mi sombra.
Yo que he abierto mis manos con todos sus paisajes,
yo que he abierto mi pecho, sus tatuajes adustos,
yo que saqué mi corazón a la intemperie
y lo dejé a la buena de las crecientes y menguantes de la luna,
hoy escribo lo efímero,
lo que habré de grabar en mi memoria,
porque ahora mis manos
harán trizas esta hoja de papel
y el fuego hará cenizas cada signo.
Todo será mañana abismo de palabras,
música en tus oídos rasgada por mi voz.
Pequeño amado mío tan enorme,
enorme amor tan empequeñecido por el miedo,
pequeño mundo este que no entiende,
pequeñísimo mundo en que no cabe
el grito llano y simple de un hombre que te ama.
Cárcel de Reading, 1896 – Matanzas, 1998