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BOOK REVIEWS
Issue 35
Lecturas del equilibrista. Reflexiones en torno a la obra de Eduardo Chirinos (Luis Arturo Guichard, Jannine Montauban y Cristián Gómez Olivares, ed.)
By Marcelo Pellegrini
“Leyendo la obra de Eduardo Chirinos podemos adivinar la inmensa suma de saberes del poeta, quien los elabora imaginativamente con prestancia, sin prejuicios y, sobre todo, sin complejos.”
Nonfiction
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  • September, 2025

Sevilla: Editorial Renacimiento, 2024. 336 páginas.

Lecturas del equilibrista. Reflexiones en torno a la obra de Eduardo Chirinos (Luis Arturo Guichard, Jannine Montauban y Cristián Gómez Olivares, ed.)Este es el primer libro que reúne textos crítico-ensayísticos dedicados a la obra del poeta peruano Eduardo Chirinos (Lima, 1960–Missoula, 2016), uno de los autores más importantes de las últimas décadas en el ámbito de la lengua española. Si, como dijo George Steiner, la crítica literaria debe surgir como una deuda de amor, este libro hace honor como pocos a ese aserto. Todos los colaboradores y colaboradoras de este libro tuvieron, de maneras distintas y con intensidades diferentes, una cercanía amistosa con Eduardo Chirinos; la admiración por el poeta —para seguir con Steiner— se apoderó de la imaginación de esas personas y las transformó para siempre: ya no fueron las mismas después de leer sus poemas y recorrer el vasto país verbal creado por él. De eso quieren dar cuenta aquí, sin dejar de lado el rigor deseante que acompaña la apreciación o glosa de algunos aspectos cruciales de la obra de este escritor prolífico y variado, autor de más de veinte libros de poesía, además de compilaciones ensayísticas, monografías críticas, libros para niños y traducciones del inglés. 

Los editores mismos remarcan esa cercanía amistosa y amorosa con la obra de Chirinos: Luis Arturo Guichard titula su prólogo “Eduardo” y Gómez Olivares el suyo “Y Chirinos”. Ambos cuentan cómo conocieron al poeta y cuánto lo trataron a lo largo del tiempo y la geografía, además de evaluar el significado de su obra, la importancia que adquirió desde sus mismísimos comienzos y cómo esa importancia ha crecido y seguirá creciendo. Jannine Montauban, colega de Chirinos en la Universidad de Montana, a donde llegaron el año 2000 luego de que ambos completaran un doctorado en Rutgers University y pasaran un tiempo en diversas instituciones académicas, comienza su epílogo con el recuerdo de cuando se conocieron en Lima el año 1988 y descubrieron no solo el amor sino también “una intensa afinidad intelectual”. Guichard agrega que este libro es “una reunión de amigos que echan de menos a uno que ya no está”. Al mismo tiempo, aclara que se trata de “una colección de juicios críticos de muy diverso tipo”; en efecto, la variedad es lo que llama la atención de las aproximaciones de estos quince textos (sin contar los prólogos y el epílogo) que cubren una parte significativa de la producción en verso de Chirinos y hablan de ciertos momentos clave de su vida y de sus encuentros amistosos y literarios. No es gratuito ni arbitrario que, más allá de los testimonios estrictamente personales, se hable de la vida del autor en relación a su poesía, especialmente en el caso que aquí nos ocupa; una convención largamente arraigada en la teoría literaria señala que no es recomendable confundir al autor de carne y hueso con la voz de los poemas, incluso cuando esta habla en primera persona. Para ello se inventó el “hablante”, figura de lenguaje que le presta la voz a quien escribe. Pero en el caso de Chirinos esas convenciones saltan por la borda; él mismo señaló en el prólogo al primer volumen de su obra completa (el “cuaderno rojo”) que la separación entre vida y poesía constituye para él una trampa, “como si los poemas” —agrega— “no se nutrieran continuamente de la vida y le dieran sentido”.

“No estamos ante compartimentos estancos, por supuesto: muchos de estos ensayos se superponen en sus análisis y conclusiones, porque la obra de Chirinos, única e irrepetible libro a libro, posee al mismo tiempo una extraordinaria coherencia.”

Una mirada preliminar nos permite ensayar una clasificación temática parcial de estas aproximaciones: desde los textos panorámicos (José Antonio Mazzotti) a los que cubren varios de los libros del poeta (Inmaculada Lergo; Silvia Eugenia Castillero); los que tratan la intensa relación de Chirinos con la música (María Jiménez Garcerán; José Agustín Haya de la Torre) y los que abordan su relación con el canon y el lenguaje (Víctor Vich); los que hablan de la poética paratextual en su elección de epígrafes y en los prólogos a sus propios libros (Luis Arturo Guichard; Modesta Suárez) y los que exploran su bestiario (María Ángeles Pérez López); los que se concentran en el análisis de un libro específico (Azucena López Cobo) y los que se aproximan a aspectos de su poética en general (Octavio Pineda); los que examinan la actividad de Chirinos en el ámbito de la traducción (Cristián Gómez Olivares) y, finalmente, los testimonios personales de distinta índole (Fernando Iwasaki; Roger Santiváñez; Edwin Madrid). 

No estamos ante compartimentos estancos, por supuesto: muchos de estos ensayos se superponen en sus análisis y conclusiones, porque la obra de Chirinos, única e irrepetible libro a libro, posee al mismo tiempo una extraordinaria coherencia; sus poemas responden a otros (suyos o ajenos) como si se tratara de una gran caja de resonancia plena de ecos y variaciones, construyendo así, con inteligencia y habilidad, un sistema de signos marcado por la música de las ideas (es decir: la música de las palabras, verdaderas esferas pitagóricas para el poeta) y por su afición a la pintura y a las artes visuales en general. Como dijo Rubén Darío, poeta, por lo demás, crucial para Chirinos, “la música es sólo de la idea, muchas veces”. Es acertado decir que estos ensayos coinciden en señalar que la poesía de Chirinos destaca por la abundancia de imágenes certeras y exactas en su extrañeza, como si hubiera sido imposible dar con ellas hasta que el poeta las trajo hasta los lectores. Muchos otros hacen hincapié en la multitud de citas y glosas que su poesía despliega en forma de intertextos, apropiaciones, variaciones de citas y traducciones más o menos literales de un amplísimo abanico poético y literario extendido a través de numerosas tradiciones antiguas y modernas. Como dice Luis Arturo Guichard, la obra de Chirinos es erudita, pero no se queda en la erudición que se satisface a sí misma; a ello agrega una definición a mi juicio feliz sobre sus afinidades intelectuales al caracterizarlo como “renacentista posmoderno”. En efecto, leyendo su obra podemos adivinar la inmensa suma de saberes del poeta, quien los elabora imaginativamente con prestancia, sin prejuicios y, sobre todo, sin complejos. A ello se suma un sano escepticismo que no cae en la autodestrucción, pero mantiene alerta los sentidos de la escritura. Chirinos siempre supo que la sustancia de la poesía también puede ser efímera, y que ella misma está hecha, como dice en su poema “Del libro de la naturaleza”, de palabras que albergan “un hondo silencio que arde en páginas oscuras”. Así, el pathos doble de la numinosidad y el distanciamiento ejerce un influjo benéfico en la obra de este poeta fino y, en sus mejores momentos, visionario. Cada texto de este libro, a su modo, entrega un admirado testimonio de ello.

Cierra el volumen un excelente “Apéndice gráfico” que reúne fotografías de Chirinos desde su niñez hasta sus años maduros, un poema manuscrito, portadas de algunas primeras ediciones de sus libros, y fotografías de dos obras de arte (una de Miguel von Loebenstein y otra instalada en un parque público de Lima) que homenajean su poesía. Saludamos la aparición de este libro necesario que es de esperar estimule a futuro otros proyectos similares sobre una obra poética que deberemos seguir aquilatando.

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Updated 06/27/2024 12:00:00
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