“La locura siempre está a punto de suceder. Parece normal que esto nos interese…”
Pola Oloixarac
1. Ucronia ubicua en pleno Urubamba
El Cuarto Imperio Tahuantinsuyo se extendía desde Pasadena, en Nova-California, hasta el Monte Erebus, en las Repúblicas Antárticas Independientes; era, por así decirlo, pintura de guerra en la mejilla izquierda de la todavía colosal Transandina. Dicen que fueron los ingenieros tácticos mozárabes quienes, en 2532, realizaron una inexpugnable cobertura tectónica al intentar destruir los últimos yacimientos de litio de la mayor pureza que quedaban según las leyes conocidas. El repudio transnacional de alto perfil fue tal que logró apuntalar los cientos de regímenes operísticos en una tríada de ciudades estado: Tech-Titlán, Mega Tikal y Caos/Cusco, todos gobernados por la férrea administración de la Santa Apostasía. . Juró que sería eterna, como la Caída de la Semejanza. Creían que durarían al menos 1000 años después del advenimiento de las IA autónomas.
A pesar de que los meta-incas lo intentaron, devastando vastas dimensiones con sus furtivas guerrillas en la hoja del primer mundo digital, su tenaz organización psico-política-secreta, regando con sangre cada terraza-Templo HiltonRitz del exclusivo Urubamba Resort, ni siquiera logran acercarse al morbo de los indoeuropeos y postamericanos. Un solo fin de semana terminó por satisfacerlos, como si se tratara de unas vacaciones casuales holográficas de un catálogo. Así lograron incrementar los motines fallidos en masa, junto con el esplendor roto, los oscuros cultos a la vista, sumándose a las cuadrillas de castas, linajes y familias sepultadas y demolidas por la marcha forzada de la memoria.
Allí, en una de las infinitas viviendas autovaloradas de uno de los barrios más pobres del extremo sur de esta superciudad, contemplando interminables atardeceres que nunca morían, sintió crecer en sí mismo la tensión irresuelta del microcampesinado migrando al ultra-ciudades que pronto las absorberían y deconstruirían, reprogramándolas tal como se hizo siglos antes. Una furia incierta, que recientemente flotaba en su conciencia, comenzó a forjar en él un prototipo de omniintelecto. Todavía en su fase larvaria, terminó autodenominándose “ciencia ficción por obra del odio”. Allí, tarde pero con agresividad, se ansiaba volver a soñar con esa Ex-América libre…
2. Un códice holográfico en manos de un tecnoescriba
“[Padre cóndor, llévame, Hermano gavilán, guíame, Intercede por mí ante mi madre y mi padre. He estado aquí durante cinco días. Sin comer, sin beber… Lleva, te lo ruego, mis palabras…] Y muere ahorcado.
Huamán Poma de Ayala, “ Nueva corónica y buen gobierno ” (1615)
No será hasta José María Arguedas, el restaurador de la literatura indígena, que contaremos con un único mecanismo para desprender un siglo de impostores y/o confrontaciones: la culpa gozosa. El blog En las nubes de la ficcion (Universidad del Pacífico, Lima), lo dice mejor: “Arguedas es, desde la perspectiva mestiza , moderna y urbana del Perú, la conciencia de Apu, de la ancestral; el recuerdo de que siempre somos invasores de tierras que responden a una lógica espiritual mucho más que antigua, hermana e hija de la escarpada y difícil geografía andina”. Siguiendo ese mismo hilo conceptual, podemos causar una onda in extremisal considerar que muchos de los temas que aborda la literatura fantástica en nuestros países nos elevan más allá de las apariencias e influencias comunes de la masa crítica de las letras del “Primer Mundo”. Así oculto, con la conciencia tranquila y ciertas implicaciones sociopolíticas desde mediados del siglo XX, se ha abierto el camino a los géneros fantástico, de ciencia ficción y de terror.
Comparten lugar de enunciación del “equivocado pero feliz” mientras desarrollan sus singularidades (muchas veces infiltrándose en la literatura infantil y juvenil a falta de un público más adulto, hasta que es aceptada por los medios y la academia). Allí, en tramas locales, se mezclan temperaturas humanas con geografías físicas (denominándose andinas o amazónicas). Se convierten en herederos/hijos ilegítimos desprevenidos de ciertas tradiciones (su ficcionalización utópica), reutilizados sin parálisis arrogantes ni fantasías, reviviendo cadenas de ADN y clonando las dinámicas sociales de mestizo .y ciudades contaminadas. Estos últimos no esperan un futuro espléndido; más bien, anhelan un pasado rencoroso que es imposible resucitar. Precisamente allí -en una tierra de nadie hipercodificada- se desarrollarán nuevos autores de la Ciencia Ficción Andina. Consideremos un caso colombiano temprano: la novela corta Barranquilla 2132 (1932) de José Antonio Osorio Lizarazo. En él, un hombre despierta de doscientos años de hibernación, solo para descubrir que los grandes cambios futuristas, desde la arquitectura hasta la comida, son solo superficiales; la sed de destrucción aún reside en el corazón de sus semejantes, reflejada en un científico loco que, literalmente, quiere volar el mundo por los aires. En se yuxtapone a una obra de este siglo: la gran novela Vagabunda Bogotá[Bogotá vagabundo] (2012) de Luis Carlo Barragán. Crea/diseña un personaje simpático y anónimo que se funde en una ciudad que va a la deriva, perdiéndose en la decodificación hasta convertirse en una pulsación interna más. En definitiva: distopía y poshumanidad en clave regional, ciertamente a contrapelo del futurismo global.
3. Esta columna vertebral terrestre adornada con ficción ortopédica
“Los Andes Centrales ocupan el Oeste y el Sur de América del Sur, incluyendo los territorios de Perú, Bolivia, el norte de Chile, el noroeste de Argentina y el sur de Ecuador. La región se caracteriza por la diversidad topográfica y climática… Paradójicamente, esta diversidad externa constituye una de las bases fundamentales para la unidad del territorio andino, donde grandes alturas y llanuras, valles y cumbres, costas y montañas, constituyen los segmentos complementarios de mutuo contraste. .
Ramiro Matos M.
Sólo me centraré en tres textos paradigmáticos: Las Crónicas del Breve Reino [Chronicles of the Brief Kingdom] (2006) by Santiago Páez, a sage novel divided into four journeys which, over the course of 130 years, narrate the collapse of an imaginary Andean country. In the fourth installment, we see a dystopian Quito; the geography and urbanity are devastated. Rather than bestowing a sense of ascendency, time presents a freefalling spiral; as a result, the characters revolve around a singular enterprise: survival. The fictional board is divided between those who have everything (millennialist strongmen), and the rest, who have nothing left to lose (post-apocalyptic mercenaries). Nevertheless, uncontaminated life continues its struggle for victory, as journalist Juan Secaira points out: “…the most relevant character is Cosmo, the image of beauty, banned but gorgeous, seductive… sometimes, he transforms into the destroying angle, and later, into a tiny, protective devil; he plays and unsettles everyone”. As the author himself states, “… the genres employed (historical, crime, adventure, and science fiction) are realist, even the last, which might appear fantastical… They allowed me to show the same reality (of that imaginary country: Ecuador) from four different perspectives, however related and strict”. It is a novel that seeks nothing more or less than to undermine the realist mold from the “historical truths” imposed upon it.
El Primer peruano en el espacio [The First Peruvian in Space] (2016) by Daniel Salvo is an instant classic of Peruvian science fiction. It includes a variety of references to the pop imagination of the genre; it does not seek agreement with the “New Age” that insists upon some ignored extraterrestrial origin for Pre-Columbian cultures. The last short story in the volume, “Quipucamayoc”, presents us with a protagonist that seeks to avenge his village of Incan tyranny; to that end, he becomes an expert in quipus (an mnemonic system that uses wool or cotton cords with knots of one or more color, developed by Andean civilizations) to be able to alter their messages and topple the accounting system of the empires. In other words, we meet an ancient hacker and, perhaps, the only Andean pre-cyber story written up until the present day. The author thinks of the text as “retro Andean science fiction” or “cholopunk”, and instead of appealing to the stereotype of divinely-ordained oppression of the dominant local cultures, it plants a much more reasonable (though unthinkable) theory: What if the Incas mastered technology that we are incapable of understanding or using today? In this manner, his notable story “Quipucamayoc” carries his literary concern about the information saved in that complex Inca data storage system. He turns it into a metaphor of the reason to write science fiction in Peru and Latin America, as though it was about a hacker-scribe that uploaded viruses to the informational systems of the publishing empire.
The short novel Los muros del silencio [The Walls of Silence] (1987), published in Havana, Cuba, tells us the tale of a young linguist that climbs in a mountainous region of Chile until he reaches a lost village where an archaic version of Spanish is still preserved, which he hopes to make a central focus of his future academic research. Thus, without even trying, this group of young and carefree students find a lost civilization, a troop of advance Spanish conquistadors that maintain their roles and customs intact. This archaeologist’s dream can only end in disaster (just like Jurassic Park). The Cuban writer Yoss (José Miguel Sánchez Gómez) explains what he knows about the work: “The Chilean author Eduardo Barredo was already known to Cuban Sci-Fi aficionados for two volumes of short stories: El Valle de los Relámpagos y Encuentros Paralelos y por su novela corta superior: Los muros del silencio … Este autor valparaíso, residente en nuestro país durante décadas, constituyó en la década de los ochenta el mejor ejemplo de ciencia ficción (¿cubana?)”. Ignorado, aislado, enfrentado a prejuicios, adquirió un brillo visionario con el paso de los años y con su presencia oculta en los estudios y críticas del género; lo mismo que nos sucede con la contemplación/negación de la cordillera andina. Esto genera una estupidez, una insularidad textual estancada que sólo será rescatada con autosatisfacción manual.
Marcelo Novoa
Cancún, junio de 2018
Traducido por Michael Redzich