El ejercicio de la traducción ha jugado un rol significativo en la historia cultural venezolana. No en otro sentido deben leerse algunos hitos de nuestra tradición, como el Poe de Pérez Bonalde o el Valéry de Silva Estrada. Hay que pensar, sin ir más lejos, en El taller de al lado de Rafael Cadenas, libro que refrenda las preocupaciones formales de su autor mediante el compendio de sus versiones de poesía norteamericana, francesa y polaca. Quien traduce no solo obra como enlace entre dos culturas, sino que se vuelve una cámara de resonancia en la que su oficio como creador se ve casi siempre afectado por la materia traducida. La espontaneidad de Whitman o la dureza de Różewicz pueden ser apreciadas tanto por su valor inherente, como por su vinculación al tono y tema de gran parte de los poemas de Cadenas.
En un lugar parecido habría que ubicar las traducciones que motivan estas palabras. A dos años del fallecimiento de Malena Coelho, viuda de Juan Sánchez Peláez, la labor de revisión del material legado del poeta arroja sus primeros frutos: versiones de Aimé Césaire, Robert Desnos y Henri Michaux, tres poetas cercanos al surrealismo y, por lo tanto, cercanos también a la poética del venezolano. Sus años en la vanguardia chilena, parte del grupo La Mandrágora, junto con sus años de residencia en París fueron, como se dice en la antología Rasgos comunes, claves para la maduración de una obra que fue bisagra en el salto cualitativo de la poesía venezolana de mediados del siglo XX1.
Es difícil saber si cualquiera de estas traducciones fue publicada en alguna revista o suplemento literario, como también lo es si existen otras traducciones de poesía francesa de Sánchez Peláez. Sin embargo, estos textos evidencian el espíritu que Bréton reclamaba para el movimiento surrealista, ese que proponía “transformar el mundo, cambiar la vida”, y a la vez acusan las fuentes, entresijos y resonancias de los procedimientos estilísticos de un libro capital para la lírica venezolana: Elena y los elementos (1951).
En este sentido, las versiones de Césaire merecen especial atención, no solamente para el lector de Sánchez Peláez, sino para todo aquel interesado en entender cómo el imaginario surrealista se acomodó al Caribe, un espacio ajeno a su contexto de origen. De manera análoga, “Cordillera de los Andes”, el único poema de Michaux entre los presentes, da cuenta de otra geografía extraña a los franceses. Se trata, en definitiva, de la visión europea de América Latina, que ejerció una influencia firme y vigorosa en el desenvolvimiento de las poéticas americanas del siglo XX, bien desde su imitación, reapropiación o mero rechazo, presente incluso en un poeta de origen antillano como Césaire.
Otro rasgo destacable es la fragmentariedad o incompletitud de varios de los poemas traducidos, lo que obraría en favor de revelar los intereses o limitaciones del contexto de creación de Sánchez Peláez, además de exhibir la escritura en todo su carácter de work-in-progress. El deshilachamiento de estas traducciones funciona, en términos de Roland Barthes, como un camino hacia la cocina del sentido del poeta.
La publicación de estos textos en Latin American Literature Today tiene como objeto no solo satisfacer la curiosidad intelectual, sino también propiciar una reflexión en torno al diálogo entre la poesía venezolana y el mundo. Señalar las tensiones y resignificaciones en los procesos de importación literaria es, en este aspecto, relevante para comprender a cabalidad la historia literaria de Venezuela.
1 López Ortega, A., Gomes, M. y Saraceni, G. (2019). Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo XX. Valencia, Pre-Textos, p. 403