Una suerte pequeña. Claudia Piñeiro. Buenos Aires: Random House-Alfaguara. 2015. 233 páginas.
Una suerte pequeña, de Claudia Piñeiro, encara la cuestión de cómo narrar el dolor, cómo dar voz a nuestro ser más íntimo y, finalmente, cómo vivir con nuestro propio reflejo. Contada a través de una primera persona casi claustrofóbica, la novela traza el regreso de una mujer a Buenos Aires, la ciudad que abandonó por razones misteriosas veinte años atrás. A su retorno, se ve obligada a enfrentarse a un pasado que había tratado de borrar metódicamente, pero se da cuenta rápidamente de que este intento sólo la ha atado más estrechamente a su identidad.
La mujer, que salió como María, ahora regresa como Mary y ya no se parece a la joven que huyó de su país de origen hace tanto tiempo. Su pelo es diferente, su cuerpo se ha transformado, sus ojos, literal y simbólicamente, son los ojos de otro: han cambiado del azul al marrón. Es una extranjera, tanto en su país como en sí misma.
Desde que salió de Argentina, Mary ha trabajado como maestra en Massachusetts y viaja a Buenos Aires para inspeccionar una escuela, aunque es evidente que su verdadera motivación no tiene nada que ver con su profesión. En realidad, ha ido a buscar a la persona que abandonó, cuyo dolor siente y cuyos pasos su mente sigue sin cesar. La novela gira en torno a la culpa que siente por su pasado y su visión de sí misma como irreparablemente dañada. No es simplemente que el personaje no pueda absolverse, sino que siente que no tiene derecho a justificar o explicar sus acciones. Ni su silencio ni su voz le pertenecen.
Además del narrador en primera persona consumido por la emoción, la narración de la historia se alterna con una tercera persona que sugiere su pasado. El despliegue de este pasado es rítmico y gradualmente se transforma en la propia voz de Mary cuando comienza a ser capaz de contar su historia. La novela es intensamente personal y también intensamente thrilling. El lector se sumerge en el desorden de los pensamientos de Mary y los espantosos detalles del pasado con los que ha vivido durante tanto tiempo. La novela es una exploración de vivir con culpa y todavía reclamar la felicidad: de merecer una voz. El propio proceso de autoreconciliación de Mary no consiste en perdonarse tanto como en abandonar el temor de que ella no merece el perdón.
Aviva Kana
University of California, Santa Barbara