Lima: Peisa e Instituto Nicaragüense de Cultura, 2022. 61 páginas.
En la poesía peruana reciente existen pocos poemarios escritos con erudición y sensibilidad como Un reloj derramado en el desierto, libro que mereció el Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2020, otorgado por el Instituto Nicaragüense de Cultura. Alejandro Susti se ha inspirado en diversas pinturas canónicas y desfilan, en sus poemas, metáforas que parecen viajar de lo sonoro (los versos evidencian una lograda musicalidad) a lo visual. Ya Charles Baudelaire había señalado que un texto poético podía ser un comentario de un cuadro, es decir, una forma de crítica creativa y distinta de la algebraica que pretende explicarlo todo, como señala el genio de Las flores del mal. Es la tradición de la écfrasis, donde el poema entra en un rico diálogo con el lienzo. No en vano Octavio Paz, heredero de Baudelaire, subrayaba que la literatura moderna ejerce el afilado dardo de la crítica.
Los dos poemas iniciales de Un reloj derramado… son un homenaje al arte pictórico. En “Visita al museo” se afirma: “Mirar es olvidarse de los nombres/ desgarrar el oro avejentado del color/ mirar es un rumor de sedas/ que no saben del estampido de la luz”. En el poema “Pintura”, se celebran las imágenes petrificadas (léase: sin movimiento) en un cuadro, a la vez que el poeta evoca los molinos de viento (asociados al Caballero de la Triste Figura) y la vida como un teatro, una idea muy cara a la estética barroca.
Leídos con detenimiento, todos los textos de Susti manifiestan una minuciosa investigación sobre el cuadro en cuestión. Esa mirada atenta no hace sino demostrar que un lienzo está poblado de personajes cuyas relaciones familiares se ramifican. Además, el poeta ha revisado cuidadosamente la crítica especializada sobre cada cuadro. Por ejemplo, “Gioconda” trae un epígrafe de Leonardo da Vinci (“La pittura è cosa mentale”) que es un antecedente (como lo señaló Guillermo Sucre) de la concepción de Vicente Huidobro, quien decía que “El vigor verdadero/ reside en la cabeza”. Susti penetra en los laberintos de la vida de la Mona Lisa: Francesco, el esposo burgués; el río Arno; Florencia; y Trasimeno, el lago. La nominalización cumple un papel fundamental, pues permite al poeta adentrarse en lo que llama, sin ambages, “el mapa del tiempo” que permanece inalterable en el cuadro que pergeñó Leonardo con inusual maestría.
“UN RELOJ DERRAMADO EN EL DESIERTO ES UN POEMARIO LOGRADO POR VARIAS RAZONES. SE TRATA DE UN LIBRO QUE TIENE UNA RIGUROSA UNIDAD TEMÁTICA Y FORMAL. ASIMISMO, EVIDENCIA UN INTERMINABLE MECANISMO DE INTERTEXTUALIDADES”
Otro poema digno de mención es “Las meninas” donde Diego de Velázquez, pintor barroco por excelencia: retrata a la infanta Margarita, quien morirá muy joven. En el texto de Susti, hay un juego recurrente entre la luz y la oscuridad, pues “la penumbra del palacio” contrasta con “el collar luminoso/ la estela de una luz promiscua/ que ingresa en el recinto”. Nuevamente la maestría del artista parece triunfar frente a la muerte, pues Velázquez ha sabido construir visualmente un personaje ficcional que vence el muro del tiempo. Susti da realce a “la mano del pintor que se alza” y que, metafóricamente, tiene mayor importancia que la aristocracia de los reyes. No importa tanto la desgracia de morir joven, si un genio de la pintura inmoviliza el gesto de la infanta para la posterioridad.
Lo interesante de Un reloj derramado… es la forma en que el poeta transita por diversas épocas. Realiza una especie de historia de la civilización a partir de un presente signado por una perspectiva desmitificadora. “La historia –decía Jacques Lacan– no es el pasado. La historia es el pasado historizado en el presente… porque ha sido vivido en el pasado”. Un caso ilustrativo es “Olympia”, poema inspirado en el cuadro de Édouard Manet, que hace dialogar la pintura del artista francés con “La Venus de Urbino” de Tiziano. La diosa griega, en el óleo de Manet, se convierte en una prostituta. No deberíamos olvidar “A la que es demasiado alegre”, poema de Baudelaire, que tiene como protagonista a una trabajadora sexual. Además, está el fundacional “Venus Anadiomena” de Arthur Rimbaud donde se plasma la imagen de Venus que sale de una tina y manifiesta una fealdad de grandes proporciones. En tal sentido, Susti bebe de varias fuentes y busca desmitificar a Tiziano a través del juego metonímico de la contigüidad: yuxtapone la obra del pintor renacentista italiano a la de Manet a través de la mención de lo grotesco, tan cara a Victor Hugo en el prólogo a Cromwell (1827), como manifestación de la estética moderna.
No todos los cuadros evocados por Susti son de pintores europeos. También hay pinturas de artistas latinoamericanos. En “Paisaje infinito de la costa del Perú” de Jorge Eduardo Eielson, el poeta de Habitación en Roma, se convierte en un personaje (el “yo”) que habla con el paisaje (el “tú”). En este texto, existe una perspectiva dialógica porque Susti reflexiona sobre el origen desde el agua como elemento presente, pero, a la vez, ausente. Hay una sutil alusión a Reinos, notable poemario de Eielson, a través de la reconstrucción de un horizonte marino: “Paisaje infinito de la costa/ mapa de la espuma que separa reinos”. En tal sentido, el desierto parece sugerir el fracaso de la construcción de la identidad cultural en la costa del Perú: “yo nací bajo tu signo/ cubrí los restos de tu raza antigua/ y dejé la huella que borró más tarde/ el desierto”.
Un reloj derramado en el desierto es un poemario logrado por varias razones. Se trata de un libro que tiene una rigurosa unidad temática y formal. Asimismo, evidencia un interminable mecanismo de intertextualidades: el poema frente al cuadro; la biografía del personaje frente a su plasmación en una obra ficcional; un lienzo de una época frente a otro de un tiempo disímil; la obra de un crítico de arte en relación con la pintura evocada en un poema, entre otras posibilidades. Por ello, cobra relieve lo que dice un personaje femenino en “Autorretrato en su sexto aniversario”: “pinto/ para que nazca y muera sola/ la artista que soy y seré siempre/ surgida como el árbol/ que ya no perece en el lienzo”.
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