Extrañeza. Rodrigo Arriagada-Zubieta. Buenos Aires: Buenos Aires Poetry. 2017. 56 páginas.
Extrañeza es la obra de un sujeto en trance de desaparición, una serie de imágenes casi fotográficas de las relaciones humanas en el momento de su espasmódico final. Heredero y admirador de la mejor poesía postparriana -la de Kay, Martínez, Lihn y Roa Vial-, Arriagada Zubieta (Viña del Mar, 1982) es capaz de renovar con bríos propios el escenario de la poesía chilena e instalarse como una figura de indiscutible interés. Su pasión es el espejo, pero en el modo del resplandor, cuya inmaterialidad lo dota de una irrealidad constitutiva. La etimología del vocablo que da título a su opera prima, nos remite a la palabra latina “extraneus” (de fuera, ajeno). Si a eso agregamos la sujifación “eza”, nos vemos impelidos a pensar en la cualidad del poeta de verse desde fuera. Pero no se trata, como se podría confundir, de la autocontemplación que conduce al conocimiento de sí mismo. Consiste en poner en duda todo aquello que permanece como remembranza inconsciente y expurgarlo en el modo del éxodo, de “arrojarlo al camino”, fuera de sí para vislumbrar imágenes inversas del sujeto, del tiempo y, sobre todo, de los encuentros fugaces, reversos exactos de lo que nuestra cultura consagra como actos sublimes de lo humano.
Braulio Fernández Biggs introduce a esta obra señalando que la de Extrañeza “es una memoria doliente que surca un ayer del todo deseado precisamente porque nunca logró verificarse”. A esto se agrega la fórmula de Baudelaire, con la cual el autor se identifica en el epígrafe del libro: “Yo tengo recuerdos como si tuviera mil años”. Entre ambos indicios parece ocurrir esta poesía. ¿Cómo conciliar una extenuante cantidad de recuerdos con lo que pareciera no haber ocurrido? Y es que más que la verificación de la experiencia lo que parece importar al poeta es la incapacidad de asir aquello en lo que alguna vez ha estado presente. Lo que oculta Extrañeza es una filosofía de la existencia como presagio de la nada, un universo en el que todo está destinado a desaparecer, “porque la nada que está en todo/ igual que los siglos en los siglos /se ocultaba incluso en aquellos encuentros en los que nunca estuviste/ y en los que habrías estado si las cosas fueran reales/ si no desaparecieras a cada momento/ preso de aquello que hay entre la noche y el tiempo/ gran desierto de tu oscura inexistencia”.
Arriagada-Zubieta se nos muestra como apasionado escritor del inconsciente; busca explorarlo y mostrarlo, pero al igual que Lynch sin inquirir en respuestas. Se trata simplemente de instalar la capacidad escénica de un momento inconcluso convertido en variante de sí mismo. Las permanentes alusiones al cine son sin duda uno de los elementos más sobresalientes de este libro al modo de una neofiguración, porque pareciera que el poeta no trata aquí de decir algo que sabe o ha visto de antemano (la ausencia de versificación parece comprobarlo), sino de rescatar un resplandor de los episodios a través de la distorsión de un lenguaje que merodea zonas de indecibilidad y cuyo logro más contundente es traer a presencia una visualidad paradójicamente abstracta. Esto hace de Extrañeza una obra que lejos de situarse en la lógica de un decir agotado, se plantea como un hallazgo de la vigencia de la modernidad, pues no encontramos en la obra la exhumación de un estilo o la reivindicación de una categoría del gusto, como en muchos otros poetas que hacen de lo neo o lo post el eje de su re-presentación. Al insistir en la estructura visual de la experiencia, la idea de imagen se desliza en el ámbito de la concepción de los poemas, previo a su captación fenoménica, inseparable del lenguaje que parece contenerla y producirla. La obra no deriva directamente de un material visual, aunque de ningún modo permanezca ajena a él. No es difícil, por tanto, que el lector quede atrapado, angustiado y extrañado en la batalla que se libra en la pluma del autor por producir intuiciones de una “realidad” destinadas a sucumbir ante la evidencia de perderse en una “falsa claridad memoriosa/ laberinto soleado/ de los pasos de un ciego.
La poesía de Extrañeza no puede derivarse directamente de la imagen, ni del lenguaje solo, ni del contenido de la experiencia, al igual que ocurre en la mejor poesía moderna. De esta paradoja surge el fenómeno de lo extraño, categoría que nos hace pensar en la fenomenología de Merleau-Ponty sin parecérsele demasiado. Lo extraño es la percepción misma, su descubrimiento deja al poeta ajeno a las certidumbres en que se ha educado y que ahora devienen un mundo puesto en duda en el que, sin embargo, debe salir a la ciudad y entrar en contacto con la mujer, previa autocontemplación en el espejo: “piensas mientras te miras sin pensar/ que tu vida que no te pertenece/ podría desvelarse de ser vivida por otros que desconoces/ellos desfallecerían en los bares y en las habitaciones/ sonámbulos de despertar para siempre de tu hastío/ Y no sólo ellos/ también tu doble que ahora te hostiga/ podría desvivirte de cuando en cuando/ dividido del insomnio de ti mismo”.
La belleza de esta poesía se localiza en esa zona vacía, pero a la vez familiar de la que procede; hace de los conceptos de realidad material y espiritual meras categorías, pues todo lo que ocurre en las relaciones del hablante con los otros y consigo mismo no pertenece al mundo interior ni a la vida exterior. Para apalear este vacío, el autor recurre a referencias que nos recuerdan a Enrique Lihn y sus relaciones intertextuales con la cultura. En Extrañeza se mencionan referentes tan variados como la pintura de Füssli, Bacon y Hopper; la música de bandas contemporáneas como Pulp y Depeche Mode; películas como Terciopelo Azul, Blanco, Cinema Paradiso y Los Puentes de Madison; y mitos como los de Edipo, Ariadna y Narciso. No se puede negar la deuda con el proceder de Lihn, pero mientras que en el autor de La Pieza Oscura dichas menciones son el soporte cognoscitivo que reilumina la experiencia para comprender el mundo vivido, en Extrañeza se trata de que estos soportes culturales den cuenta de que lo extraño mismo es el mundo de la percepción. La extrañeza primordial parecer ser una fenomenología del cuerpo que acá se define en el encuentro con lo otro, la percatación de ser uno mismo no es otra cosa que el encuentro con el mundo y su in-trascendencia: “Piensas y te duele pensar que para vivir un tanto/ tendrías que dejar de estar, estando fuera de ti/ entrar enteramente en otro cuerpo/ como una amarga hostia con sabor a muerte/ lavando tus heridas del veneno que ellas mismas destilan/ asqueado de herir tanta carne/ deshecho en tu reflejo que amanece para nadie”. Habría que decir entonces que lo único real en Extrañeza es la poesía y que resulta difícil encontrar un símil literario capaz de intuir esta experiencia filosófica en las letras actuales. Poeta temprano, Arriagada-Zubieta ha escrito seis libros en quince años, de los cuales Extrañeza es el primero publicado, en medio de un momento de tregua a su resistencia “a decir tanto en una época en que la palabra se ha gastado como moneda corriente”, según ha dicho. Una ética de la forma poco vista en estos tiempos, en que todos quieren llenar los estantes de las librerías, aún sin la madurez necesaria que necesita el poeta. Muy por el contrario, Extrañeza es una pieza hecha de tiempo, escrita por un artista empecinado en hacer variaciones sobre el que ha dicho es su principal tema: “Me gustaría que mis poemas fueran imágenes mentales, en las que las personas y las cosas pasaran por ellos como fantasmas, hasta que la escritura los haga desaparecer y, de paso, también lo haga yo junto a ellos”.
Mario Chávez Carmona