Chile, Nueva York: Hebel Ediciones y Cross Cultural-Communication, 2024. 210 páginas.
Confieso que escribo (I Confess That I Write) es un título que nos evoca el de las memorias de Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Homenaje, inscripción en un linaje orgullosamente asumido, el título deja sentado el carácter de autobiografía poética del libro, así como la novela …Y todos éramos actores, un siglo de luz y sombra (2016) es una autobiografía o texto ficcional de Gustavo Gac-Artigas centrada en su trayectoria como director, actor y fundador de varios grupos teatrales tanto en Chile como en el exilio.
La poesía chilena ha tenido una fuerte impronta testimonial; baste mencionar a Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Gonzalo Rojas, Violeta Parra, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Óscar Hahn, José María Memet, y muchas otras voces relevantes, cada una exponente de una poética donde tradición y novedad, experimentación y documento se han combinado de distintos modos, pero en todas yace la reflexión sobre el vínculo entre el lenguaje y la realidad, en un contexto histórico signado por la violencia y la (auto)censura.
Instalada en esta tradición, la poesía de Gustavo Gac-Artigas encuentra su cauce personal en un estilo austero, con prístina claridad expresiva, y en una temática centrada en la relación del sujeto poético con la escritura que define y funda su humanidad en comunicación con los otros.
Así diseñado, el acto de escritura es una ofrenda al otro, espejo de quien escribe, y pierde su nombre al fundirse con los destinatarios de la comunicación poética. Por eso, “razón de ser” (“raison d’être”), que inaugura el poemario, confía al viento la respuesta a la pregunta “¿cuál es el sentido de mis versos?” (“what purpose lies within my verses?”). Porque quien realmente puede dar cuenta de ello es el otro, invocado en el poema que funge como epígrafe del libro: “escribo para ti / sin conocerte // escribo para ti / para encontrarme // escribo sobre el viento / sin poner un remitente” (“i write for you / without ever having met you // i write for you / to find myself // i write on the wind / with no return address”). No en vano en “les pido perdón”, el poeta se dirige a un “ustedes” amplio e inclusivo, disculpándose poéticamente por haberles “robado” (“stolen”) vidas, amores, dolores, sueños, pensamientos, utilizando un apóstrofe confesional para plasmar la idea de que toda la materia poética concretada en estos poemas es una flagrante –solidaria– invasión de cualquier privacidad. La poesía no es si no apropiación del dolor del otro, que es propio en tanto la voz lírica es interpretación interdiscursiva de un yo plural, cuya dimensión es social e histórica: el poeta prisionero, el hombre solitario, la mujer postergada, la infancia traicionada.
“Summa de la poética de su autor, Confieso que escribo (I Confess That I Write) nos entrega su amor por la palabra, su confianza en el poder liberador del verbo”
La opción por la escritura, en particular por la poesía (acto cognoscitivo, visión reveladora del objeto, lenguaje evadido de toda regla) aparece entonces como una renuncia –a un lenguaje amordazado por el eufemismo, a una visión estereotipada del mundo, incluso al deseo de pintar la belleza con colores brillantes en tiempos oscuros (como en “pintor” (“painter”), “pacato” (“prudish”), “te soñé” (“i dreamed of you”)– seguida de una opción por el testimonio. En “el escritor hacia el cadalso” (“the writer toward the scaffold”) esta contradicción fundante retoma un leitmotiv estructurante de deseos / longings /j’aimerais tant (2020): “cómo me gustaría / cantarles a las estrellas, / a la luna…” (“how i would like to sing to the stars / to the moon…”) arrojada ahora a la dimensión contrafactual de los sueños por la presencia de la realidad: “pero viviendo en tiempos tempestuosos / no logro despegar mi vista del ser humano” (“but living in these tempestuous times / i can’t unstick my gaze from humankind”). La opción tiene consecuencias: “tomé la pluma / y mi mano tembló // nuevamente estaba firmando / mi sentencia de muerte” (“i picked up the pen / and my hand trembled / as once again i signed / my death sentence”).
Una serie de poemas, discontinua pero presente a través de todo el poemario, se centra en la palabra como tema de reflexión. En esta serie, Gustavo Gac-Artigas da forma a una poética cifrada en la naturaleza y usos del lenguaje: creemos poseer un lenguaje, cuando en realidad es la palabra la que nos posee, nos atraviesa, nos habla, funda nuestra humanidad, pero hace lo que ella quiere: “no se deja dominar / y se ríe de la ortografía” (“because they refuse to be tamed / and they scoff at spelling”) ; es chúcara / como los caballos salvajes de mi tierra” ( “because they’re fierce / like the wild horses of my land”); acaricia y golpea, da dolor, y con él la vulnerabilidad, es “mi carcelera y clave de mi libertad” (“my jailers / and the keys to my freedom”); no necesita adornos : “desnuda” (“naked”) y “sin adornos” (“unadorned”) es más bella y amable; es la maestra de nuestro pensamiento: “ella le quitó la virginidad a mi pensamiento” (“she deflowered my thoughts”).
La opción por la poesía como forma de vida implica un replanteo consciente y responsable acerca de la palabra: hacerla propia, liberándola de los discursos prefabricados: “desde mi infancia / me entregaron la palabra velada / la palabra de otro” (“ever since childhood / i was given the word of others / shrouded”). Y esto implica, además, un cambio radical en la manera de ver el mundo, pues es sabido que el lenguaje, y en especial ciertas formaciones discursivas, constituyen un filtro capaz de falsear la mirada. Por eso el poeta se exige, en “decisiones” (“decisions”), “cambiar la forma de mi universo” (“change the way i observe my universe”), “borrar mi pasado”, (“erase my past”) y en “oda” (“ode”) se propone cantar por necesidad, dar voz a los dolientes, a los desposeídos, a los que conservan su “grandeza de alma en el infortunio” (“the grandeur of soul in misfortune”).
Dos poemas sintetizan la respuesta a la pregunta ¿para qué escribir?: uno es “propósitos” (“intentions”), donde aparecen entrelazados tres temas que atraviesan toda la poética de Gac-Artigas: el exilio (“escribo para regresar / al país del que no debí salir” // “i write to return / to the country i should never have left”), el amor (“escribo para renacer en tus brazos” // “i write to be reborn in your arms”), el otro que sufre (“escribo para los míos / aquellos que no conocí / pero que abracé a la distancia” // “i write for my people / those i never knew / but whom i embraced from afar”).
El otro es “definiciones e indecisiones” (“definitions and hesitations”), arte poética donde la voz lírica se expide acerca de la dimensión histórica de su escritura: “el escribir sobre lo ya vivido / permite escribir sobre el futuro” (“to write about the life we’ve lived / allows us to write about the future”); su función social: “el salir de uno y perderse en la multitud /permite aceptarse / existir en la humanidad” (“to emerge from one’s individuality and join the throng / allows us to accept ourselves / to exist as part of humanity”); su potencial de vuelo: “el soñar permite liberar / el tiempo prisionero / escapar a las cadenas del utilitarismo / y ser inútilmente necesario” (“to dream allows us to liberate time / from its fetters / to escape the chains of utilitarianism / and to be uselessly necessary”); huir de capillas y escuelas: “el escribir sin aparejarse / permite romper nuestras preferencias / volver a ser el cero / el intangible / el escritor solitario” (“to write without coupling / allows us to transcend our preferences / to return to zero / the intangible / the solitary scribe”).
Confieso que escribo (I Confess That I Write) reitera dos características que permean toda su poesía: primero, la ausencia de mayúsculas y signos de puntuación, tributaria de la decisión de transgredir las reglas de “la buena educación” (“good manners”) que domestican el lenguaje; segundo, su presentación bilingüe, en español e inglés, esta última en impecable traducción de Priscilla Gac-Artigas y Andrea G. Labinger (Deseos Longings J’aimerais tant tenía tres versiones: en español, inglés y francés), que obedece no sólo a la circunstancia de residir el autor en un país de lengua oficial inglesa, aunque con una creciente población de lengua española, sino a reivindicar la traducción de poesía, otrora considerada “imposible”, aquí defendida como obra de arte de la misma jerarquía que lo que antes se consideraba “el sagrado original”.
Summa de la poética de su autor, Confieso que escribo (I Confess That I Write) nos entrega su amor por la palabra, su confianza en el poder liberador del verbo, su generosa decisión de esgrimirla como clave para cambiar el mundo, su entrega incondicional al semejante que sufre, su pasión por perseguir las luminosas huellas de la verdad en nuestro atormentado mundo.