La invención de la novela contemporánea: tributo a Mario Vargas Llosa. Gladys Flores Heredia, editora. Lima: Academia Peruana de la Lengua, Editorial Cátedra Vallejo, Universidad Ricardo Palma, 2016. 589 páginas.
Una de las producciones literarias más sostenidas desde la década de los años sesenta del siglo XX hasta estas primeras dos décadas del siglo XXI es sin duda la de Mario Vargas Llosa. El universo literario que el Nobel peruano ha creado desde La ciudad y los perros (1963) hasta Cinco esquinas (2016) a lo largo de más de medio siglo resulta todo un desafío hermenéutico para la crítica que busca darle sentido a una obra de vastos alcances creativos e intelectuales.
Los treinta y seis artículos que componen La invención de la novela contemporánea: tributo a Mario Vargas Llosa se organizan siguiendo la cronología de las publicaciones del novelista. El “Discurso de apertura” y las dos primeras conferencias que enmarcan el libro, trazan un acertado panorama reflexivo sobre la producción literaria e intelectual del escritor peruano. Ricardo Silva-Santisteban destaca que Vargas Llosa, ha buscado “agotar todos los géneros literarios” (11). Esta intención omnicomprensiva, con muestras de geniales aciertos, es denominada por José Miguel Oviedo como un vasto “sistema narrativo”. Alonso Cueto propone que la novelística vargasllosiana explora la configuración y el desenvolvimiento del poder; por ello, “si Vargas Llosa ve la realidad como una permanente lucha, su corazón… siempre estará del lado de los rebeldes, de los transgresores” (55). El artículo de Cueto sintetiza acertadamente la orientación temática de las novelas de Vargas Llosa; en consecuencia, resulta inevitable encontrar en otros artículos del volumen algunas variaciones sobre un mismo tema. Ricardo Sumalavia compara Los cachorros (1967) y El lugar sin límites (1966) de José Donoso. Ambas novelas abordan “temas sobre el poder y la sexualidad de acuerdo a planteamientos de la época” (173). Por su parte, Marie-Madeleine Gladieu propone leer Los cachorros como una novela donde su joven autor plasma una serie de personajes, ambientes, estilos y técnicas de escritura que, con el paso del tiempo, irán apareciendo en el gran friso humano de su obra. Finalmente, para César Ferreira, esta novela corta explora narrativamente los protocolos de conducta que tienen los adolescentes de camino a la adultez. Se trataría de rituales de paso extremadamente violentos en el contexto de emergencia de lo popular, la movilización de valores clásicos y la alegorización de la historia: “en muchas sociedades, como la peruana, las heridas de [la castración de Cuéllar] todavía permanecen abiertas” (159), afirma Ferreira.
Cuando se publican Conversación en La Catedral (1969) y La guerra del fin del mundo (1981), dos de las novelas más celebradas de Vargas Llosa, estas pronto son catalogadas como ejemplos de la “novela total”. Según Pedro Novoa, este tipo de novela se propuso como un modelo narrativo que sirvió para que la literatura pueda reflexionar sobre los grandes y pequeños dramas humanos con una intención de “universalidad” (197). Acaso por ello los personajes organizan sus acciones transgresoras (Barreto) como resistencia a la disciplina o como una forma de sabotaje contra el control de cualquier forma de poder (Castro García). Este rasgo incluye también a los personajes femeninos de Vargas Llosa (Barraza), los cuales son modelados de manera diversa: mujer religiosa, bélica, erótica, sexual y amatoria (239).
Si en las novelas antes mencionadas encontramos momentos de la historia política peruana y latinoamericana (la dictadura de Odría o la épica brasileña de Canudos), otros pasajes más recientes de la historia se ficcionalizan en Historia de Mayta (1984), Lituma en los andes (1993), La fiesta del chivo (2000) y Travesuras de la niña mala (2006). Para Paolo de Lima, la primera y la última de estas novelas, proponen imágenes que buscan la descalificación histórica de los discursos de izquierda al vincularlos con un escenario apocalíptico (255). Para Emma Aguilar, la historia del cabo Lituma es un ejemplo de cómo se despliega la estética de lo grotesco como sentido de la narrativa vargasllosiana (288). El mundo del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, su “ficcionalización a partir de un hecho histórico” (304), expresa, según Eduardo Huarag, una voluntad “de conciencia democrática” (295). La historia de amor de Ricardo Somocurcio, explica González Montes, goza de un formato lineal sin grandes mudas temporales, pero explorando una vasta cartografía amorosa que incluye ciudades importantes en tres continentes (323). Esta caracterización preliminar de la narrativa vargasllosiana se enriquece con una propuesta de periodización de su narrativa propuesta por Arámbulo: el primer periodo formativo estaría signado por la exploración y la búsqueda de originalidad; la segunda etapa se caracterizaría por una mayor riqueza y dominio de recursos narrativos, y una tercera etapa posmoderna, estaría definida por el encuentro con la cultura de masas. En esta, “el autor intenta acceder al mercado amplio de lectores sin rendirse del todo a sus preocupaciones estilísticas, estéticas ni sus obsesiones de larga data, como su apego a la novela total” (342).
Los tres artículos que analizan la producción teatral de Vargas Llosa abordan La huida del inca (1952), La señorita de Tacna (1981), Kathie y el hipopótamo (1983), La Chunga (1986), El loco de los balcones (1993) Ojos bonitos, cuadros feos (1996) y Al pie del Támesis (2008). María-Elvira Luna precisa que el teatro del autor comparte mucho con su producción narrativa, no solo respecto a la técnica y los juegos temporales sino también en cuanto al tema que expresan, vale decir, son historias de “seres desdichados y marginales” (389). Para Rita Rodríguez, Kathie y el hipopótamo expresa la teoría de la ficción que el novelista propone en sus diversos ensayos. Por su parte, Lisandro Gómez precisa que El loco de los balcones pone en escena “la preocupación por la configuración de Lima en la década de los años noventa “(418).
Otra sección del libro repasa la producción ensayística de Vargas Llosa en textos como “La literatura es fuego” (1967), Contra viento y marea (1983), La verdad de las mentiras (1990), El viaje a la ficción (2008) y La civilización del espectáculo (2012). En el análisis del primer ensayo, sostenemos que es necesario reescribir algunas de las afirmaciones que se realizaron sobre la ensayística vargasllosiana, sobre todo aquellas que restringen su campo de acción a cuestiones de poética de autor. Jorge Valenzuela explica la fuerte ligazón que existe entre la ficción y la libertad. Asimismo, la perspectiva educativa es desarrollada por Gladys Flores Heredia, quien destaca la importancia que Vargas Llosa le otorga a la formación del lector a través de lecturas literarias. Por su parte, Fernández Cozman cuestiona el concepto de cultura que tiene el autor, señalando que es demasiado etnocentrista, mientras que para Velázquez lo positivo del último ensayo de Vargas Llosa estaría en que se ataca “a la omnipotente y omnipresente sociedad del espectáculo [lo cual] constituye un acto ético valioso” (560).
La invención de la novela contemporánea: tributo a Mario Vargas Llosa es un libro de vasto alcance crítico. Su lectura sirve para revisar la cartografía del universo narrativo y la producción intelectual del escritor peruano tras medio siglo de lecturas y relecturas de su obra.
Javier Morales Mena
Universidad Nacional Mayor de San Marcos