Nueva York: Other Press. 2024. 256 páginas.
Como sugiere el título, I’m a Fool to Want You (Soy una tonta por quererte) está lleno de deseo, autodesprecio y amor no correspondido. La segunda obra traducida de Camila Sosa Villada en Other Press –—tras Bad Girls (Las malas) en 2021— está repleta de rechazados: desde padres solteros que malcrían a sus hijos hasta víctimas de la Inquisición española quemadas en la hoguera, una melodía de voces perseguidas en torno a las que se vertebran los relatos que componen esta colección. La traducción al inglés de Kit Maude de estas historias, que mezclan lo autobiográfico y lo distópico, recoge uno de los mensajes principales de Sosa Villada: pese a las aparentes señales de progreso, el odio está arraigado en la humanidad y esto siempre nos impedirá avanzar.
La propia Sosa Villada es travesti y suele recurrir a su historia para presentar relatos de primera mano sobre la vida de una travesti. Casi desde el primer momento queda claro que Sosa Villada parte en gran medida de datos autobiográficos. Tomemos la siguiente frase de “Gracias, Difunta Correa”: “en la escritura es inútil disfrazar una primera persona porque los escritos comienzan a enfermarse a los tres o cuatro párrafos”. El relato habla de sus comienzos como prostituta —una profesión con la que la vida le había mostrado a menudo que “no tenía talento para hacer dinero”— y de la visita de sus padres al santuario de Difunta Correa para pedir una vida mejor para su hija. Tal vez vieron algún punto en común entre ellos: cuando los Montoneros abandonaron a su marido en la guerra civil argentina, Correa se marchó con su hijo para buscarlo. Varios días después, unos gauchos que pasaban por allí encontraron su cadáver y hallaron al hijo vivo bebiendo leche del pecho de la madre. Tal vez todo el sufrimiento de Sosa Villada también condujera a un milagro. Y mientras sus padres al principio interpretan el cambio de fortuna como una intervención divina —al convertirse de la noche a la mañana en una estrella del mundo del teatro—, Sosa Villada aprovecha la oportunidad en el escenario para darles su interpretación del milagro, así como algunos detalles formativos de su última profesión que preferirían no haber descubierto.
Probablemente el mejor testimonio de su vida como trabajadora sexual es “La noche no permitirá que amanezca”, que detalla la típica noche en la ciudad. La historia, que comienza con algunos consejos sobre la mejor manera de hacer scones —el pequeño lujo que nuestra narradora se consiente siempre que sus finanzas personales se lo permiten—, pasa enseguida a mostrarla en un coche lleno de jugadores de rugby —“la clase de chico guapo al que da gusto estafar”— que se dirigen a un club de country. No pueden pagar su tarifa, pero los pagos del alquiler están al caer, y Sosa Villada es lo bastante pragmática como para saber que “cuando fuiste un fracaso como prostituta, aprovechá gaviota”. En una habitación del club de country, que antes era una iglesia, Sosa Villada describe la actuación de sus clientes; es capaz de distanciarse de la situación y consigue escudriñar la habitación y hacer observaciones sobre otros miembros de la fiesta. Una de las chicas presentes, por ejemplo, les dice a los jugadores de rugby: “No le pueden pagar a este escracho”, mientras toma de la misma alita de la que nuestra narradora había tomado antes. Y a pesar de que todos le lanzan insultos cuando descubren que es una travesti, se contienen cuando penetra a uno de los suyos con el consolador de su madre. Pese a su aparente riqueza, se niegan a pagarle. Decidida a escribir su propio contrato, Sosa Villada se escabulle con un reloj de aspecto caro, que empeña al día siguiente sin regatear y con la seguridad de que no sufrirá ninguna consecuencia: “Por lo general, nunca se quejan de mis robos ni hacen ninguna denuncia. Intuyo que vale más su reputación”. La historia termina con un consejo final sobre la preparación de scones, dejando la impresión de que la acción que constituye el núcleo de la historia —un robo que marcaría la vida de la mayoría— es poco más que una tangente para la narradora, una noche como tantas otras que se ha interpuesto en el camino de la receta.
“En la obra, Sosa Villada parece mostrar que el sufrimiento es el destino de las travestis. Mediante saltos en el espacio y en el tiempo, muestra hasta qué punto este sometimiento es generalizado y universal”
El libro se aleja de la experiencia de Sosa Villada en el relato que da nombre al libro, pues las calles de Buenos Aires se sustituyen por los fumaderos del Harlem de los años cincuenta. “Soy una tonta por quererte” sigue a María —o a Carlos, como se le conoce a la luz del día— y a Ava, dos travestis mexicanas que se abrieron paso hasta Nueva York con el sueño de convertirse en coiffeurs. Sus deseos enseguida se ven truncados cuando irrumpe en sus vidas Billie Holiday, quien, a pesar del declive de su estrellato y sus diversas dependencias, es como un ángel para ellas, aunque no hayan escuchado nunca uno de sus discos. Al igual que María y Ava, Billie está luchando por el bien común: “sabía que había mucho por mejorar en el mundo, mucho que hacer, mucho que revertir”. María, que había estado tan avergonzada de su virilidad, que miraba su pene con la misma expresión de asco que detectaba en la cara de muchos neoyorquinos, iba ahora del brazo de la gran Billie Holiday, desfilando a su lado mientras decía con orgullo a los transeúntes que esa señora era su amiga. Al final, el brillante premio de la aceptación se le escapa de las manos a María, pues vuelve a sentirse un hombre. Es aparentemente un destino ineludible, que María resume así: “el odio que nos tienen es patrimonio de la humanidad”.
En la obra, Sosa Villada parece mostrar que el sufrimiento es el destino de las travestis. Mediante saltos en el espacio y en el tiempo, muestra hasta qué punto este sometimiento es generalizado y universal. En el penúltimo relato de la colección, saltamos trescientos años atrás y nos trasladamos a México, a los últimos días de catorce presos acusados de sodomía que han sido condenados a la hoguera. La destrucción de la subcultura homosexual en el México del siglo XVII está narrada por la propia Cotita de la Encarnación, travesti mulata cuyas fiestas exclusivas para hombres eran un ejemplo paradigmático de los “placeres ocultos” que la Inquisición española pretendía erradicar. De camino a la hoguera, reconoce numerosos rostros, desde soldados españoles —cuyos nombres, a pesar de ser delatados por los prisioneros, fueron rápidamente perdonados— hasta viejos amigos, todos ellos conocedores y tolerantes con su estilo de vida:
Sus padres me conocían, sabían que era honrada, que jamás lastimé a nadie, ni a la sagrada tierra de México, ni al polvo de muertos sobre el que caminábamos, ni a la visión de Dios desde un cielo muy lejano. Los niños también gritaron de júbilo. Ellos también celebraron cuando vieron mi choza arder. Ellos también escupieron.
El tema de la obra tiene claramente dos sentidos. Aunque hay historias de amor no correspondido y de deseo que son más universales, a veces parece que las travestis dirigen el testimonio a su interior. Se ven a sí mismas como locas empecinadas en abrazar ese lado suyo que el mundo en general nunca tolerará; el odio a las travestis es, al fin y al cabo, parte de la herencia del mundo.
Traducción de Manuela Berdún Gistaín y Miriam Palacios Martínez