Huir no es mejor plan. Mario Montalbetti. Selected by Gerardo Jorge. Buenos Aires: Mansalva. 2017. 144 páginas.
Ya hace un par de años Mario Montalbetti se presentaba con una lectura de poemas en Buenos Aires, en la librería La Internacional Argentina, dirigida por Francisco Garamona y Nicolás Moguilevsky, y sede de la ya mítica Editorial Mansalva. En verdad, a Montalbetti aquella tarde lo presentaban, ya que Gerardo Jorge se encomendaría esa misión: decir algunas palabras antes de que el invitado abriera su selección de poemas; las canas y los lentes del peruano no hacían presagiar la actualidad de su propuesta, su ironía corrosiva y su manera de poner en problemas al lenguaje. Para muchos de los asistentes, esa tarde fue como un vaso de cerveza helada; la frescura de ese ambiente permanece intacta en la antología Huir no es mejor plan.
El trabajo de Gerardo Jorge sobre la obra de Mario Montalbetti consiste en un recorrido por ocho libros, que van desde Perro Negro. 31 poemas, de 1978, a Simio meditando (ante una lata oxidada de aceite de oliva), de 2016. Junto con esta muestra y como epílogo, se incluye una entrevista entre ambos –seleccionado y seleccionador– que no posee ningún desperdicio: a la manera de los pingüinos de Humboldt, el poeta migra a través de toda la tradición latinoamericana para dar una visión panorámica de las corrientes y costas de las que se ha servido su propuesta.
Ahora bien, es posible que esta batahola de publicaciones de sus libros por todo el continente e incluida España, lleguen en un momento en que la poesía pasa por un estado si no crítico, al menos singular. Al parecer, el surgimiento de nuevas tecnologías y el boom editorial de ciertos fenómenos que pululan por ahí, dan por sentado que el tono de la poesía es netamente lírico y descolgado de su propio lugar y tiempo de enunciación. La poesía, en estos casos, se encuentra vaciada de cualquier problemática surgida en su campo de acción, al nivel de ni hacer frente a los discursos que definen qué es lo real y qué no lo es: crean una experiencia pasatista y a un lector que sabe lo que va a buscar.
Por su parte Montalbetti ofrece otro ángulo, si no muchos en donde la escritura pone en interdicto sus posibilidades, no sin adoptar ese dejo de humor negro que caracterizó a otros precedentes como Antonio Cisneros, Nicanor Parra o Enrique Lihn. Por ejemplo, en su “Poema en Homenaje al V Congreso Nacional de Filosofía del Lenguaje, Huampaní 26-28 de junio del 2010”, que se abre con la pregunta: “¿cuál es la diferencia entre una vaca y el lenguaje?”. Bien, la vaca según el poeta:
Pace al lado del camino
El camino da un rodeo
Y lleva hasta el granero
La vaca cruza el camino
Sin rodeos
El lenguaje no puede hacer eso.
Lo que pareciera decirnos es que en poesía no hay que dar nada por sentado, mucho menos sus materiales, afirmación que no sólo enmarca a Montalbetti en esa línea tan bien desarrollada desde mediados del siglo XX, esa línea de la desconfianza, sino que también le permite bucear en distintas aguas, de distintas consistencias y temperaturas: el poema pasa al ensayo, al discurso preparado para una concurrencia desconocida y a la vez se establece mediante mecanismos lógicos que podrían permitir la confirmación científica de cualquier sentencia. Esa pirueta, que también es la pirueta de la ironía, confiere al texto de la capacidad de desarticular algo que parece intocado por estos días: el saber y, por lo tanto, la información.
Quizás habría que pensar en Mario Montalbetti como ese estudiante que siempre está sentado al fondo del aula y que hace las preguntas incómodas o que nota, en medio del entusiasmo del profesor, que existe un error en el planteamiento de su exposición. Lo que también recuerda a ese personaje de la novela El cumpleaños de Cesar Aira, que descubre al alcanzar los cincuenta años, que una idea que lo acompañó toda su vida sobre los recortes de la Luna estaba completamente errada, hasta que en un momento confiesa que: “lo veo todo como una ilusión, un simulacro hecho de palabras”. Y es ahí donde se inmiscuye esta poética, en el desarmado de un montaje y que es la base de su gran libro Apolo Cupisnique de 2012, quizás el que mejor lo condensa, con un poema como Biografía:
Me busqué a mí mismo
Y me hallé a mí mismo
Y me hallé a mí mismo, sonso.
Elogié una sola cosa a cambio de todo
Y luego negué caminando bajo palmeras.
Llegué a la inevitable certidumbre de que el devenir
Me alcanzaba en olas serias.
Nada es. Tal vez el fuego es. Busqué leyes.
Ese final de verso no deja de estar en relación con ese personaje de Aira que en un momento también confiesa no saber nada, o “sólo sé que no sé todo. Y ni siquiera lo sé como convicción, sino que me entero a por accidente, a tropezones”. Entonces tendría lugar esa aseveración de que la poesía de Montalbetti en muchos momentos es “fría”, “calculada”, en cierta manera sí, si pensamos que en esta apuesta de prueba y error hay un elemento netamente científico y que el poema es un campo experimentación. Pero a la vez, sí y no, ya que igualmente esas mediciones y ensayos se inscriben desde un yo que duda, que en muchos momentos posee una fuerte carga emocional y ante todo una voz que lo envuelve en un sentimiento de desarraigo, de estar fuera, de preguntar “¿por qué hay peruanos en lugar de no haber peruanos?” o desde sus primeros libros apuntar a casas vacías, pueblos que aparecen, lugares solos, “cinco minutos de horizonte”, hasta que por ahí se dice: “Yo no soy de acá”. Como si el poeta y el poema tuvieran otro sentido de pertenencia que no es la sedentaria ni tampoco la nómade.
Es posible que a esta altura de la reseña, algunos los lectores aboguen por mencionar la influencia del trabajo de Montalbetti como profesor de lingüística en distintas universidades norteamericanas, y claramente esos lectores no estarán en el error. El mismo poeta se ocupa de decirlo en la entrevista del epílogo:
“Sigo siendo lingüista y enseño lingüística en la universidad. Y esa relación ambigua o equívoca con el lenguaje desde un doble ángulo se ha mantenido hasta ahora. Y creo que es esa parte formal, lingüística, la que a veces me sitúa como al margen de lo que realmente está pasando en el Perú”.
Y es posible que esa relación con la palabra es la que define el verdadero lugar de esta escritura, es decir, en los procedimientos del habla, su raigambre en la palabra; eso también ha permitido la actual recepción de su escritura en Latinoamérica, de que en cada visita y lectura haya un público curioso por oír sus instrumentos mecánicos y sus maniobras de evasión. La selección de Huir no es mejor plan funciona como un ticket de ida hacia esas zonas, a esas experiencias del lenguaje que son “parte engaño, parte esperanza, parte verdad”.
Diego Alfaro