Comemadre. Roque Larraquy. Traducción de Heather Cleary. Minneapolis. Coffee House Press. 2018. 152 páginas.
Comemadre empieza en el Buenos Aires de 1907. Un doctor de un sanatorio está enamorado de una enfermera, de la cual también lo están otros doctores. Algunos han diseñado un artilugio que permite amputar la cabeza de pacientes inconscientes (y que por consiguiente no oponen resistencia). Tienen una teoría: si su cabeza puede vivir unos pocos minutos después de ser amputada, quizás pueda ver la vida después de la muerte. El mencionado corta-cabezas está equipado con un dispositivo que permite a las cabezas hablar, y los doctores graban los resultados. Hay momentos en la primera parte del relato que transmiten una terrible melancolía. La primera en ser decapitada, por ejemplo, es una paciente joven del sanatorio que quería morir, por esa misma lógica ¿por qué no liberarla de su miseria? Lo mismo le ocurre después a su afligido amante. Está todo planeado, y las cabezas empiezan a rodar en serio. A lo largo de toda la historia, el narrador, Quintana, centra la atención sobre la enfermera. Los doctores ni se inmutan ante la gran escala de asesinatos.
Una escena hacia el final de la primera parte es lo más destacado del libro. En esta, un gran número de decapitaciones dan lugar a breves descripciones de expresiones post-amputación. Es triste, divertido y con el tono adecuado. La parte de 1907 finaliza en un acertado tono oscuro, y uno no puede evitar preguntarse si el libro no hubiera mejorado exponencialmente de haber acabado ahí.
La segunda parte del relato da un salto en el tiempo de cien años. Un artista que hace espectáculos en los que imita partes del cuerpo amputadas, que acaban siendo las suyas. Es en esta segunda mitad en la que Larraquy parece perder un poco el enfoque. Mientras que la parte de 1907 es oscuramente cómica y concisa, la de 2009 parece estar desmoronándose página a página. Esto, en su contexto de degeneración, amputaciones y descomposición, cobra un poco de sentido artístico.
Comemadre parece girar en torno a un punto durante su segunda parte. En lugar de doctores sociópatas conspirando para engañar a gente para que donen sus cabezas a la ciencia, nos encontramos con artistas que utilizan sin emoción esos miembros para hacer arte. El intento por conectar las dos tramas fracasa. En un momento dado descubrimos que un personaje “actual” está relacionado precisamente con Quintana. Un artista quiere diseñar un sistema de guillotinas basado en los esbozos que ha encontrado del antiguo sanatorio. Paradójicamente, parece que te están contando un cliché y al mismo tiempo no estás entendiendo del todo qué está queriendo decir el libro.
Con una prosa clara, humor negro y una dosis de humanidad camuflada tras la morbosidad, Comemadre es un relato sin igual con una escena clásica y un crudo testimonio de la desintegración del cuerpo y de la aún más rápida descomposición de la moral de los hombres poderosos.
J. David Osborne
El Paso, Texas
Traducción de Ana Marques García