Muerte en el Guaire. Raquel Rivas Rojas. Caracas: Ediciones B. 2016. 156 páginas.
La primera novela publicada en formato impreso por Raquel Rivas Rojas (Guanare, Venezuela, 1962) forma parte de “Vértigo”, una novedosa colección de ficción criminal que comenzó a editarse en Caracas a fines de 2012 bajo la dirección inicial de la escritora Mónica Montañés, más conocida nacional e internacionalmente por sus obras teatrales y libretos de telenovelas. Aunque existe el precedente de la serie“Alfa 7”, concebida por Leonardo Milla para la Editorial Alfa y divulgada entre 2005 y 2008, es la primera vez en Venezuela que los responsables de un proyecto de este tipo han buscado narraciones en que los personajes femeninos son los protagonistas. De hecho, todos los libros aparecidos hasta ahora en “Vértigo” comparten historias de hechos violentos cometidos por o contra mujeres, o donde estas resuelven los casos o los narran, como ocurre en Muerte en el Guaire. La colección es además importante por haber dado a conocer a un grupo de escritores, mayormente formados y conocidos como periodistas, en que el número de mujeres es significativo. Incluso, los editores han incluido una obra en que la protagonista es una mujer transgénero (Guararé, de Wilmer Poleo Zerpa).
Rivas Rojas se había dado a conocer como escritora en el formato impreso con El patio del vecino, un notable volumen de cuentos publicado en 2012 (Caracas, Editorial Equinoccio Universidad Simón Bolívar); sin embargo, sus lectores iniciales llegaron a sus crónicas, relatos y su primera novela a partir de 2008, cuando dio a conocer los blogs Notas para Eliza, Cuentos de la Caldera Este, Apuntes para juego (su primera novela, redactada en 1988) y Barrio Chino. Graduada en Comunicación Social (1985) en la Universidad Central de Venezuela, magíster en Literatura Latinoamericana (1992) por la Universidad Simón Bolívar de Caracas y doctorada en Estudios Culturales Latinoamericanos (2001) en King´s College de Londres, la autora se desempeñó hasta 2008 como profesora de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar de Caracas; desde ese año se trasladó a Edimburgo, Escocia, donde actualmente es traductora. Se trata, entonces, de una intelectual sólidamente formada, profunda conocedora de la literatura y la crítica literaria moderna; y con una práctica profesional que, gradualmente, se ha ido ampliando y que incluye artículos en revistas académicas arbitradas, tres libros ensayísticos y, en la última década, la prosa literaria.
En Muerte en el Guaire, Sere, una periodista convertida en restauradora (es jefa de cocina de La Factoría, un restaurante ficticio de Caracas) le envía una serie de cartas a su amiga Olga, escritora venezolana residenciada en Londres. Al comienzo, las epístolas narran el rescate de cinco cadáveres de hombres jóvenes “bien alimentados” con “cuerpos atléticos y musculosos” (13) encontrados desmembrados en el río Guaire. Prontamente dos casos adicionales se suman a los anteriores: los de dos amigos de infancia, Antonio Peralta y Carlos Ramírez, que rescatan completos, razón por la cual los investigadores podrán determinar sus identidades. Los eventos posteriores se cuentan linealmente en la medida en que Sere se va enterando de los resultados de la pesquisa dirigida por Patricia, una periodista, y en la que también participan Lena, una patóloga amiga de Patricia y Sere; Natalia, una abogada especializada en Derechos Humanos; y dos policías: Gutiérrez, un detective involucrado inicialmente en la resolución de los primeros casos; y el comisario Ferrer, que, aunque parece estar jubilado, mantiene un archivo de casos irresueltos y sobre los que realiza indagaciones ocasionales. La narración, construida en veintitrés breves capítulos, con el estilo rápido y la lengua familiar de las cartas entre amigas, se enfoca principalmente en el caso de Antonio Peralta. Este joven cursaba estudios de Educación en la Universidad Central de Venezuela y formaba parte de uno de los grupos conocidos como “colectivos”, organizaciones civiles armadas que surgieron bajo el régimen chavista. Un personaje decisivo en la investigación es Mariela, exnovia de Antonio y sobrina de Celia Salas, una alta oficial del gobierno venezolano. No obstante, el asesinato de Carlos Ramírez también recibe atención; y es, de hecho, la trama que más directamente conecta el libro con el gobierno venezolano. Al final, Patricia logra, gracias a la ayuda de sus amigos, solventar los dos casos; como ocurre en las buenas novelas de detectives, la resolución del crimen principal resultará una sorpresa para los lectores.
Hasta cierto punto, Muerte en el Guaire puede leerse como la contraparte de El patio del vecino, donde también predominan protagonistas femeninas, aunque todas residentes en Gran Bretaña y que escriben a partir de sus experiencias como inmigrantes. En particular, se evidencian muchas relaciones intertextuales con “La vida de los otros” (23-40), que también está elaborado a partir de cartas que un personaje le escribe a una amiga venezolana residenciada en Caracas. Los lazos son incluso más significativos con dos cuentos de la misma colección cuyas tramas, muy llamativamente, transcurren en Venezuela: “La escena del crimen” (165-172) y muy especialmente con “Final con cadáver” (157-163), donde aparece un policía llamado Gutiérrez que trabaja en la morgue de Caracas e investiga el caso de un hombre rescatado muerto en el Guaire, y que parece ser el embrión de la novela reseñada. Sin embargo, los que estén familiarizados con la ficción venezolana más reciente, parte valiosa de la cual está siendo escrita fuera del país, observarán que Rivas Rojas coincide con escritores de la diáspora como Juan Carlos Méndez Guédez (Los maletines, 2014) y Eduardo Sánchez Rugeles (Jezabel, 2013) en la creación de obras que cuentan la azarosa vida en Venezuela bajo los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. En síntesis, se trata de narraciones que muestran el rotundo fracaso de un esperpéntico proyecto político que ha llevado al país a la peor crisis económica de toda su historia republicana (una inflación de 700 % en 2016), a grados de violencia superlativos y sin precedentes en todo el ámbito nacional (28.479 homicidios cometidos en 2016, según el Observatorio Venezolano de Violencia, para una tasa de 91,8 por 100.000 habitantes, una de las más altas del mundo) y a, aproximadamente, 2.500.000 emigrantes desde la llegada al poder de Hugo Chávez en 1999. Así, la novela negra se ha convertido en una de las formas literarias más utilizadas por los escritores residenciados fuera de Venezuela para narrar relatos de violencia, tan espeluznantes como imprescindibles para hacerse una idea sobre cómo han vivido los venezolanos durante los últimos lustros.
Fruto de una docta experimentación con varios géneros literarios (novela detectivesca, relato epistolar, ficción sentimental, metaliteratura) y no literarios (misiva personal, crónica policial, reportaje periodístico), la importante narración de Rivas Rojas es un logrado texto de prosa híbrida y ágil a la que sin duda habrá que volver cuando se estudie el tratamiento literario del chavismo. En un libro que recomiendo a todos los que estén interesados en la ficción criminal producida en Venezuela, especie que cada vez tiene más cultores (Marco Tarre Briceño, José Pulido, Ana Teresa Torres, entre los más conocidos) gracias a la publicación de la serie “Vértigo” por Ediciones B Venezuela; y/o aquellos que quieran acercarse a la rica escritura producida por mujeres, de la que Raquel Rivas Rojas es una referencia relativamente reciente, pero imprescindible.
Wilfredo Hernández
Allegheny College