Tras una colaboración de más de cinco años entre la escritora Catalina Infante y la traductora Michelle Mirabella, que empezó con la traducción del cuento “Helechos,” en inglés “Ferns,” publicada en World Literature Today, sale la novela de Infante de 2023, La grieta, ahora The Cracks We Bear, con World Editions traducida por Mirabella. Lo que sigue es un diálogo entre Infante y Mirabella sobre el vínculo singular entre escritora y traductora y este hito literario de su primera novela en inglés.

Michelle Mirabella: “Quizás en otro idioma exista esa palabra, un conjunto de letras cuyo sonido contenga tal vacío.” Cuando leí esta frase en el capítulo uno de tu primera novela, La grieta, me llevó a pensar en el acto de escribir como una forma de traducir a uno mismo. ¿Cómo ha sido la experiencia de verte traducida dos veces, primero por ti misma y después por mí?
Catalina Infante: Justamente me invitaron hace poco a participar de una mesa de conversación, junto a otras escritoras chilenas, que se llama “Escribir el vacío”, y me quedé pensando en esa idea o pregunta. Me parece que precisamente la cita que pones fue la primera semilla para escribir esta novela; ¿de qué manera logro escribir el vacío que deja la muerte de una madre? ¿Cómo logro escribir el duelo que se atraviesa como mujer durante el postparto o “puerperio”? Y lo más difícil: ¿cómo logro conectar esas dos emociones? Tuve que escribir una ficción completa para siquiera acercarme a una idea de definición. En ese sentido me traduje a mí misma, puse en palabras algo que me atravesaba. Ahora que lo pienso, te pasé la posta a ti para que continuaras ese camino… Contestando a tu pregunta: para mí fue maravilloso escribir esta novela, logré narrar y explicarme muchas cosas de mi historia personal que no tenía resueltas. ¿Cómo fue para ti la lectura y traducción de esta novela, pensando en que también se cruzó con tu propia maternidad?
M.M.: La novela me acompañó durante todo el proceso de convertirme en madre, los altos y bajos, y sentía una cierta comprensión mutua entre nosotras, la novela y yo: la novela me dio conocimiento acerca de la nueva maternidad y, a la vez, mi nueva maternidad dejó su huella en mi traducción de la obra. Cuando leí la novela por primera vez mi cuerpo jamás se había quedado embarazado, entonces pasé esta primera lectura reflexionando en cómo abordaría la traducción del cuerpo y estado mental de la mamá primeriza. Hice mis investigaciones y consultas para entender esta transición tanto física como emocional más allá de tus palabras en la página. Recuerdo escribir a mis amigas consultas como cuando tus tetas se llenan de leche, dame adjetivos para describir la sensación. Y cuando llegó mi hija, tuve la oportunidad de releer la novela y revisar la traducción desde mi nuevo cuerpo y estado mental y dejar algo de mi maternidad en su versión inglesa. En mi proceso de revisión siempre te mando consultas, y siento que hemos llegado a tener mucha confianza. ¿Cómo ha sido para ti, en estos cinco años de colaboración y amistad, confiar tu obra a otra?
C.I.: Ha sido una experiencia literaria sin comparación. Me siento afortunada de poder vivirla, porque creo, así como en la relación autor/editor hay un vínculo muy único, sucede también con autor/traductor. Te siento como una coautora de mi libro en inglés. Me pasó hace poco de enviarle la traducción de mi cuento “Helechos” a un amigo que habla inglés. Él había leído la versión en español primero, y al leerla al inglés me dijo que sentía que había ganado algo, que, por ejemplo, las palabras Husband, Son y Mother (los personajes del cuento) tenían un peso más potente que en español. Saber que mi literatura podía mutar así, sumar significado a las palabras o dotarlas de otras intenciones me dio vértigo y eso me gustó. Hay algo que no se controla en la traducción, porque el lenguaje es reflejo de una cultura e inevitablemente lo que originalmente escribí se adaptará orgánicamente a esa otra cultura. Y eso hace que el texto tenga una nueva vida. Bueno, hay que tener confianza en tu traductor/a para darle esa libertad, y creo que es algo que se ha dado orgánicamente entre nosotras, de una manera mágica. Pero siento que desde que nos conocimos, hace ya tantos años atrás, he tenido la confianza contigo (sin yo saber mucho inglés) de entregarte lo que escribo, porque intuyo que tenemos una visión parecida de la vida o una sensibilidad en común. Eso me hace pensar, ¿qué te impulsa a querer traducir una obra, o cuál es tu criterio para elegir una obra en concreto?
M.M.: Cuando la elección es mía, busco sentir una conexión con la obra, algo especial que ofrece, pero también las posibilidades que se podrían dar. Hasta la fecha siempre leo la obra entera antes de decidirme porque los textos que elijo yo, y quizás más importante aún mi acercamiento a ellos, son una reflexión de mi criterio y en cierto sentido mis valores. Y traducir una obra es casi siempre un compromiso a largo plazo, y uno tiene que creer no solo en la obra en sí sino en el equipo que uno puede hacer con ella y/o la autora de la misma. Como ejemplo de este compromiso y estas posibilidades de las que hablo, la primera obra tuya que leí fue Todas somos una misma sombra en febrero de 2020, y luego de años y varias publicaciones nuestras sigue ahí, traducida por completo, sin editorial (¡pero con esperanza!). Y la conexión que sentí con ese libro, y luego contigo cuando te escribí, me abrió un mundo de posibilidades. Me llevó a tener esta colaboración tan hermosa contigo donde tengo la oportunidad de dar coherencia a la traducción de tu obra en general, sus temas e hilos conductores. Y hablando de temas e hilos conductores, independientemente del idioma en el que esté escrito, ¿qué define tu obra?
C.I.: Qué difícil es explicar tu propia literatura, porque nace de un lugar tan inconsciente que a veces uno no sabe a dónde apunta; solo existe. Son los lectores quienes vienen luego a completar un puzle o a devolverte una información que no esperabas. Creo, sí, que los escritores tenemos búsquedas concretas, obsesiones que nos persiguen, como si intentáramos encontrar en la literatura la respuesta de algo. He estado leyendo últimamente a Han Kang y revisitando algunos de sus libros, que me han acompañado en la novela que estoy escribiendo ahora. Me siento muy representada con su búsqueda -o la que yo percibo como lectora, lo cual siempre es subjetivo- que involucra siempre al cuerpo. Sus personajes femeninos son silenciosos, complejos, oscuros, dañados, buscan un escape, una redención, y la respuesta siempre es salirse del propio cuerpo, volverse etérea. Han Kang es mucho más de lo que defino, pero lo que me llega a mí son esas mujeres de La vegetariana, La clase de griego e Imposible decir adiós, que cargan una grieta profunda y emprenden un viaje personal para intentar sanar, a través de la inanición, de la pérdida del lenguaje o del tránsito hacia una isla fantasmal. He pensado también en mi propia búsqueda a raíz de eso y me parece que no está tan lejos. De alguna manera en La grieta la protagonista emprende el viaje de la maternidad, a través de un cuerpo que cambia, como una forma de entender y sanar una fisura con su madre que carga desde niña.
M.M.: Justamente veo este hilo conductor del cuerpo en tu obra, desde mi primer acercamiento a tu obra Todas somos una misma sombra hasta algunos ensayos tuyos y obviamente La grieta. Y vas más allá del solo cuerpo y sus transmutaciones, lo conectas a un viaje emocional o psicológico que a veces nos desdibuja, nosotros tus lectores, el concepto del tiempo, llevando la sensación al primer plano. Y como traductora de tu obra, ha sido una labor muy hermosa de encontrar la manera de expresar estas sensaciones que escribes, las coherencias en tus textos, sus posibilidades… Y me hace mucha ilusión seguir en la labor cuando llegue el momento de leer la nueva obra que mencionas. Pero volviéndome a La grieta, si pudieras compartir una reflexión sobre la obra con tus lectores, ¿qué nos contarías?
C.I.: Nuevamente me pones en aprietos jaja. Diría que, en el proceso creativo más íntimo la novela significó un viaje personal que me acompañó en mi propia maternidad y en un duelo pendiente. Comparto mucho de mi biografía con la protagonista; la maternidad, el exilio y el duelo. Aunque la historia en que plasmé esas inquietudes es lejana a la mía, pero me gusta transmitir a los lectores que en la novela está presente una búsqueda personal por entender y reparar una grieta y espero que puedan sentir esa honestidad a través de Laura y Esther.
M.M.: Yo sin lugar a dudas la sentí, esa honestidad, y me sigue acompañando en mi propio viaje por la vida. Y además de la honestidad que me cautivó de la novela, veo en ella una fragmentación que conecta con el hecho de que los traumas pueden afectar la memoria. La veo en su forma, con sus viñetas, con la “simultaneidad de todos los presentes” y esa dualidad de tiempo: pasado y presente. La novela para mí se vuelve una vasija agrietada y recompuesta, tomando la forma de estas relaciones agrietadas de las que escribiste en el capítulo once. ¿Cómo es que llegaste a darle esta forma fragmentada a la novela?
C.I.: Se me dio naturalmente, de hecho uno de mis desafíos como escritora actualmente es poder salirme un poco de la fragmentación y poder sostener la narración por más tiempo. Tengo TDA y me cuesta concentrarme tanto tiempo en algo. Mi escritura de alguna manera es así porque yo misma lo soy, mi mente funciona de manera fragmentada, por cápsulas de tiempo, y la escritura es una extensión de uno mismo finalmente. Para mí es mucho más fácil escribir poesía o relatos breves, la novela sin duda supuso para mí un desafío mayor, y mira cómo salió, fragmentadísima. Pero fue bueno porque la historia misma pedía ese formato; Laura está viviendo un tiempo que es interrumpido constantemente por la maternidad. ¿Qué madre en su puerperio puede concentrarse en algo por más de 20 minutos? La demanda de un bebé es constante y ese es el ritmo que atraviesa la novela. Por lo demás, Laura y Esther tienen un vínculo quebrado y cuando algo se rompe quedan fragmentos. Laura busca en su memoria las piezas que tiene y las va juntando para ver la imagen completa; una imagen que, por lo demás, nunca estará completa. Ya saliéndome de mi respuesta: ¿Qué expectativas tienes sobre el recibimiento de La grieta en su versión en inglés.
M.M.: Aparte de responder a la falta de literatura chilena en los estantes de lectores angloparlantes, la novela reorienta el foco de la nueva maternidad, y siento que esta reorientación la distingue de otra narrativa o no ficción creativa sobre la maternidad–explora la relación madre e hija, pero con énfasis en la de la mamá primeriza con su propia mamá. Es una reflexión intergeneracional sobre esta relación compleja que yace en el seno de nuestra formación de identidad como madres, independientemente del idioma que hablamos. Y los lectores, sean madres, hijas o sus seres queridos, responderán, creo, a los hilos de alegría y duelo que forman el tejido de la novela y la vida misma.

