Iniciamos el año con una triste noticia para la literatura: el antipoeta —y quizás también mago— Nicanor Parra murió el 23 de enero de este año.
Parra es y será irrepetible, para Chile y para la literatura escrita en español.
Fue Premio Nacional de Literatura (1969), Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1997), Premio Miguel de Cervantes (2011). No logró el Nobel, pero como él mismo dijo: “Entre tenerlo y no tenerlo…complete usted la frase”.
Con Parra no solo desaparece el antipoeta, sino también una literatura; el ingenio, el humor y el desparpajo de un artista cuya antipoesía fue una bofetada al lenguaje, a la solemnidad y la idea que teníamos de la poesía antes de la publicación de ese texto rotundo titulado Poemas y antipoemas (1954).
A nosotros, los lectores, nos toca recordarlo y preguntarle al tiempo qué libros, qué antipoemas o qué artefactos deberemos “leer” en el futuro. No lo echamos de menos todavía, es demasiado pronto. Por ahora, en este nuevo número de LALT, iremos a despedirnos de él al balneario Las Cruces de la mano de Leila Guerriero a través de las páginas de esa maravillosa crónica titulada “Buscando a Nicanor” que aquí publicamos. Una crónica que ahora también es un homenaje.
Así, supongo, es la vida, se lleva a los poetas que leímos, que quisimos, que admiramos. Pero, ellos regresan a través de la lectura y los laberintos de la memoria. Por eso mismo, en este número de LALT no quisimos olvidarnos de otro gran escritor de la lengua española, el mexicano Sergio Pitol. Nuestro editor de traducciones —y traductor de Pitol—, George Henson, ha preparado un sólido dossier sobre el Premio Miguel de Cervantes 2005. Este dossier es un esfuerzo inequívoco por reconocer la obra de uno de los grandes prosistas de nuestra lengua. Esperamos que las páginas digitales de LALT dedicadas a Pitol también sean leídas por los lectores de habla inglesa. Esto, debido a que la relación de Pitol con el inglés ha sido la historia de un amor no correspondido. O, mejor dicho, lentamente correspondido. Como se dice en este mismo dossier, nada nos gustaría más que ese Sergio Pitol —traductor de Henry James— y que tanto amó el idioma inglés, fuera leído en esa lengua con el mismo cuidado y cortesía que él solía emplear al momento de traducir a un escritor de otra lengua distinta al español. En la introducción escrita por George Henson, los lectores de LALT encontrarán las claves para leer los distintos textos compilados en este dossier. Esperamos que leer a Pitol en LALT sea también una invitación a leer otra vez su magnífica obra literaria.
La gran literatura no es un asunto de publicidades, ni premios ni número de ejemplares vendidos, sino, muchas veces, de apostar a contracorriente de las tendencias de moda, de sumergirse en el lenguaje para aprender a explorar la realidad humana con otras herramientas, de escribir lenta y silenciosamente sin esperar más que el triunfo literario, esto es, la aparición de esa obra largamente trabajada. Este es el caso de la escritora venezolana Victoria de Stefano. Probablemente, uno de los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana. Nuestro editor asociado, Arturo Gutiérrez Plaza, ha preparado un variado dossier donde los lectores de LALT podrán encontrar artículos, entrevistas, y notas sobre esta gran escritora caraqueña, nacida en Italia, para quien, al parecer, la dificultad es una condición necesaria de la literatura.
Sin duda alguna, la ciencia ficción latinoamericana sigue teniendo un espacio importante en LALT. No solo nos interesa leer nuestra realidad, sino también saber imaginarla, arrancarla de las garras del tiempo y transformarla en ese sueño del futuro donde se dibuja el destino inesperado de la raza humana. Marcelo Novoa y Raúl Aguiar rastrean en los artículos que aquí publicamos las huellas del ciberpunk latinoamericano en general; y el cubano, en particular. Es una suerte para nosotros contar con especialistas como Marcelo y Raúl para seguir abriéndole un espacio a la imaginación latinoamericana. Acompañamos estos artículos con el cuento “Golem” del espléndido cuentista chileno Jaime Collyer.
Como ya es costumbre, la poesía indígena está presente en la figura de la poeta mapuche Liliana Ancalao. Basten estas pocas palabras del poeta Seth Michelson para darse una idea de quién es ella: “A través y en contra de tanta violencia saturada, Ancalao levanta la voz. Ella canta una poesía que es, al mismo tiempo, mordaz y rebuscada, urgente y atemporal. Además, no sólo canta las brutalidades históricas y las humillaciones perpetradas contra su pueblo, sino también hace referencia a su coraje, belleza, fuerza y complejidad”. Así, en este tercer dossier de poesía indígena, volvemos a encontrarnos con una voz que nos habla desde el otro lado del continente americano, todo gracias a Wendy Burk, Seth Michelson, Arthur Dixon y Melisa Stocco.
Muchas son las sorpresas en este nuevo número de LALT, historias, poemas, entrevistas, reseñas, adelantos editoriales, entre otros textos contemporáneos y no tan contemporáneos. A veces nos da por acordarnos del pasado, después de todo la memoria es la musa de la poesía. Sin embargo, en este nuevo número abrimos un nuevo espacio distinto para el presente. No se trata de literatura realista ni nada parecido, sino un espacio para la crónica latinoamericana, esa escritura que periodistas y escritores han hecho tan nuestra. El escritor colombiano Felipe Restrepo Pombo en esta oportunidad ha curado un breve dossier sobre el tema. Uno de los textos, por supuesto, es el que antes mencionaba de Leila Guerriero sobre Nicanor Parra, el otro es de Diego Enrique Osorno, un escritor y periodista mexicano de amplia trayectoria literaria. Ojalá este espacio continúe, creemos, como creen muchos cronistas latinoamericanos, que la crónica también es literatura. Por supuesto, afirmaciones como estas tienen matices, dobleces y complejidades, sin embargo, lo cierto es que la crónica hace rato es parte de una escritura que lleva un sello latinoamericano, aunque la palabra Latinoamérica no se lea por ninguna parte.
Al comienzo hablaba de Nicanor Parra. Su legado no es simplemente literario, quienes lo conocimos, aunque haya sido brevemente, lo sabemos bien. En sus últimos años, me parece, estaba inundado de una especie de sabiduría ladina que muchas veces compartió incluso con desconocidos. Yo tuve la fortuna de visitarlo en Las Cruces varias veces. Y ahora cuando pienso en él, recuerdo que en esos largos monólogos frente al mar donde Parra nos hablaba de poesía, poetas, física, Shakespeare y otras mil cosas más, en un interminable ir y venir de asociaciones e ideas, pienso que lo que él nos enseñó fue a quedarnos callados y escuchar. Parra no era un profeta, pero muchas veces tuve la sensación de que una voz distinta, única y subterránea hablaba por él. Termino esta nota pensando en eso, en los poetas como él, en la tarea de los poetas, si es que acaso esta existe, en ponerle nombre a las cosas para que las cosas puedan existir y podamos mirarlas otra vez con asombro y regocijo. Nada de esto sería importante, creo, si no fuera porque el mundo parece haberse transformado en un largo y difícil día. Hace casi dos siglos el poeta alemán Frederic Hölderin se preguntaba: “¿Para qué poetas en tiempo de miseria?” Hölderin, por supuesto, no nos dio la respuesta. Parra, por su parte, dos siglos después, escribió:
A los amantes de las bellas letras
Hago llegar mis mejores deseos
Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
Mi posición es ésta:
El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas.
Quién sabe si los poetas de LALT cumplen su palabra y en una de esas les cambian el nombre a las cosas. Lo cierto es que aun en tiempos de miseria la literatura sigue emergiendo a contrapelo, probablemente más necesaria que nunca. Parra nos enseñó muchas cosas. Me quedo con esta: la literatura —esa aventura incómoda— goza de muy buena salud. Salud, Nicanor. Nos vemos pronto!
Marcelo Rioseco