Oficios
A Zsazsa Karl
La mensajera da unas buenas pinceladas
y lava sus herramientas con saliva humana.
Nos gusta verla dibujar paisajes como los suyos,
luces sumergidas en un bajofondo
hecho de medicina y canciones lejanas.
Adentro están lloviendo en otro idioma.
Dibuja la traducción en su cuaderno
y entonces vuelve a trabajar.
La mensajera camina en puntas de pie
de arrecife en arrecife, no sea cosa
que despierte a sus temibles criaturas.
Después vuelve a pintar con dos o tres
ballenas bajo el brazo. Y sonríe.
Fanopeia
Si en el pecho se agita
aquel zorzal posado en el cable
se me despertará automáticamente
la chicharra malhumorada
del poema.
Atrapar unas cuantas ideas
para tratar de describir
la memoria sonora. Ralentizarla
hasta que la mano sostenga,
con mucho cuidado,
al pájaro del silencio
y lo libere de lenguaje
y de contenido.
Enumeraciones
Le das de comer al fantasma,
rezás sin conocer una sola plegaria,
escupís luz al ver cómo nuestras cinturas
se abren al diseño de otro mar posible
y la ternura, herida, agoniza en una playa.
Hay otras voces que logran
decir con mayor precisión
lo que nos gustaría haber dicho
en ese momento tan delicado,
bisagra y espectral.
Era sólo cuestión de aprender
a escucharlas, ¿no las ves?
están ahí las voces, ahí vienen,
tal vez no importe tanto,
tu cara se borra sola
y la ternura sigue agonizando
en esa playa.
Peces
Te movías bajo el agua,
entre los diamantes y las coronas
de las botellas enterradas.
Por mi parte, intentar llamar
o al menos encontrarte, no sé,
en la calle por un ojo de gracia
era como intentar pescar en este río
con dos gramos de carnada y un kilo
de jazmines tuertos metidos en la boca.
Quiere picar. Revuelve. Tira la línea.
Pero la caña vuelve a estar quieta otra vez.
El agua corre, corre y deshace
estos pequeños dramas, esta inclinación
de perros frente al río, no sea cosa
uno se quede así eternamente,
esperando con la perseverancia
horizontal y la ilusión
de una línea recta.