Nota del editor: En esta sección compartimos textos publicados originalmente por nuestra casa matriz, World Literature Today (WLT), ahora en edición bilingüe. El presente texto fue publicado originalmente en World Literature Today Vol. 93, Nro. 2 en primavera de 2019.
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¿Pueden los métodos de lectura contemporáneos reflejar la proliferación de las literaturas árabes y la innovación que proponen de modos que ayuden a combatir rótulos convencionales y engañosos como “el Oriente Medio” o “el mundo árabe”? Debería ampliarse la definición de “lector” para que incluya a todo aquel que se proponga leer textos árabes y textos escritos en lengua árabe.
Las literaturas árabes se han diversificado al punto de requerir una correspondiente evolución, o hasta, quizás, revolución, de las prácticas de lectura. Se necesita un enfoque más minucioso e inclusivo con respecto al estudio, la traducción, la antologización, la edición y la enseñanza para contribuir a contrarrestar las tendencias orientalistas que persisten tanto en la comercialización de las literaturas que provienen de la región árabe o que tratan sobre la región como en los medios de información dominantes. Un esfuerzo colectivo con vistas a lograr una “representación” objetiva, justa y comparativa de las literaturas árabes revelaría que existen realidades complejas no solo en la relación entre lo que se conoce como la entidad árabe y la occidental, sino también al interior de cada una de ellas.
Lectura y escritura de las literaturas árabes
Tal como señala Waïl Hassan en la introducción a The Oxford Handbook of Arab Novelistic Traditions (2017), hoy por hoy, la producción escrita de autores árabes constituye un fenómeno global de los seis continentes: por fuera de los 22 Estados miembros de la Liga Árabe, la novela en lengua árabe también se produce en Chad, Eritrea, Mali, Nigeria y Senegal, además de en países occidentales (por ejemplo, las autoras libanesas Hanan al-Shaykh en Londres, y Hoda Barakat en París). Fuera del hecho de que el trabajo de algunos novelistas que escriben en lengua árabe se traduce a una gran cantidad de idiomas, un asunto problemático al que me referiré más adelante, muchos novelistas árabes también escriben en por lo menos once lenguas distintas: árabe, catalán, neerlandés, inglés, francés, alemán, hebreo, italiano, portugués, español y sueco. Algunos de esos autores escriben en idiomas extranjeros desde países árabes (por ejemplo, la novelista anglófona libanoaustraliana Nada Awar Jarrar, quien vive en Beirut). Este campo literario multilingüe en expansión, como sostiene Hassan, conforma las tradiciones novelísticas árabes como “un campo de estudio inherente e internamente comparativo”. Hassan concluye que “la producción literaria árabe ha trascendido las estructuras pedagógicas e institucionales en que se organizan los estudios literarios (departamentos por idioma, como el árabe, el inglés, el francés, entre otros; familias lingüísticas, como las de las lenguas semíticas, romances o germánicas; y estudios por regiones, como las lenguas del Oriente Próximo o del Oriente Medio) y puede contribuir a imaginar nuevos patrones de comparación y nuevas configuraciones de conocimiento”. En síntesis, el estudio de las literaturas árabes debería ir más allá de los inflexibles y, a veces, artificiales límites lingüísticos, geográficos y disciplinarios para mantener concordancia con ellas.
De manera similar, Reuven Snir observa que “la Primavera Árabe, al margen de su éxito o su fracaso, sigue produciendo diversas manifestaciones literarias experimentales que de seguro cambiarán la imagen de la literatura en lengua árabe” (Modern Arabic Literature, 2017). En su opinión, hay dos posibilidades que diversificarían más el corpus. Primero, si el islam perdiera su función cultural, o incluso política, dominante, se aceleraría el desarrollo de las literaturas independientes en lengua árabe. Segundo, si, en los escritos literarios, los dialectos locales se normalizaran en detrimento del árabe estándar moderno, aumentaría en gran medida la variedad. Es más, Snir explica que “Internet se ha vuelto una biblioteca virtual para miles de millones de textos literarios escritos en lengua árabe que están alojados en millones de sitios web”. El autor insta a los académicos a llevar a cabo investigaciones acerca de las literaturas que en la actualidad están disponibles en línea y en las redes sociales, y llega a la conclusión de que “la literatura escrita en lengua árabe ahora está en otro lugar, pero el mundo académico necesita tiempo para adaptarse al cambio radical que experimentó”. Examinar publicaciones en línea y autopublicaciones (un territorio inexplorado) nos permitiría notar nuevas voces y nuevos estilos y, de esa manera, podríamos complementar y enriquecer nuestra comprensión de las literaturas impresas. Claire Gallien también advierte que hace falta “repensar las literaturas angloárabes más allá de las convenciones” para combatir las persistentes percepciones de esos textos como portadores, en mayor o menor medida, de información etnográfica acerca del Otro musulmán/árabe producido a raíz del atentado del 11 de septiembre o como elementos exóticos que sirven para satisfacer el deseo acérrimo de exagerar las diferencias culturales.1
No obstante, muchas lecturas académicas mantienen un enfoque superficial. Según Hassan, tanto las barreras disciplinarias como las institucionales generaron una división entre los textos escritos en lengua árabe y las producciones árabes escritas en lengua extranjera, por ejemplo, entre las novelas arabófonas y las francófonas provenientes de Líbano, Túnez, Argelia, Marruecos y Mauritania. Para muchos, las obras escritas en lengua árabe todavía se consideran parte de los estudios árabes, mientras que los textos escritos en francés se siguen percibiendo como parte de los estudios francófonos. Esta percepción sesgada provoca que las dos lenguas “raramente, o acaso nunca, se estudien juntas”. Lo que es peor aún, esta división lingüística “replica la división binaria del espacio colonial entre colonizadores y colonizados”. Asimismo, Hassan afirma que los estudios de la literatura árabe mahyar (inmigrante) temprana se han centrado solo en aquellos que escribían en lengua árabe y, de ese modo, han ignorado la producción de los escritores árabes que escribían en otras lenguas. Los novelistas árabes que escriben en otros idiomas tienden a perderse en las “grietas disciplinarias”. Por fortuna, en estudios recientes, se ha comenzado a contrarrestar esas tendencias tanto mediante el énfasis en el carácter árabe de textos escritos en lengua extranjera en términos geográficos, lingüísticos, temáticos y generacionales como por medio de la comparación entre textos multilingües vinculados a un país árabe determinado o entre países de origen y de recepción en un contexto de diáspora.2 Con actitud crítica respecto de los puntos ciegos disciplinarios, Jumana Bayeh sostiene que la formación de los académicos del Oriente Medio sigue ofuscadamente centrada en “un solo punto del mapa” y, así, se relegan a los márgenes las historias de las migraciones del Oriente Medio, tanto hacia dentro como hacia fuera de la región.3 Yo agregaría que esa fijación se ve reforzada por la insuficiente colaboración interdisciplinaria y/o interlingüística entre los académicos euroestadounidenses y los árabes o del Oriente Medio.
La traducción de las literaturas árabes en Occidente
Además, hay tres prácticas de la industria editorial occidental que aún contribuyen, por lo menos en ocasiones, a una percepción sesgada de las poblaciones musulmana y árabe por parte del mundo occidental. En primer término, la traducción de textos escritos en lengua árabe representa una porción muy pequeña, dado que las decisiones sobre qué textos se traducen se toman en función de objetivos sociopolíticos y de las fuerzas de mercado. En consecuencia, ha quedado demostrado que los traductores luego someten esos textos a “un proceso de apropiación selectiva” que manipula, o “blanquea”, el contenido de modo que se vuelva o más digerible o más simple para los lectores angloestadounidenses.4 Lamentablemente, los textos escritos en lengua árabe que se consideran demasiado complejos o experimentales siguen siendo, en su mayoría, desconocidos. Por ejemplo, The Yacoubian Building [El edificio Yacobián], traducido tras el atentado del 11 de septiembre, “se promocionó como un texto que proporcionaba una interpretación del terrorismo: la corrupción, la opresión, la injusticia y las sensibilidades islámicas, combinadas entre sí, llegan, finalmente, a producir un terrorista… el traductor, los críticos, los editores y los propios prejuicios invitan a los lectores occidentales a recibir el libro como si se tratase de un informe etnográfico sobre el Otro árabe”.5
Desde la perspectiva de Alameddine, a los autores étnicos que prosperan en Occidente se los percibe como “portadores de mitos reconfortantes para un pequeño segmento de la cultura dominante que quiere verse a sí mismo como de mentalidad abierta”.
En segundo término, las reseñas comerciales, comprensiblemente motivadas por las ganancias económicas, contribuyen a la exotización de las diferencias culturales. Por ejemplo, el autor libanés estadounidense Rabih Alameddine, traducido a más de cuarenta idiomas, escribe: “Cada vez que leo reseñas sobre mi trabajo, me doy cuenta de que sigo siendo el guía turístico”; luego agrega que, en una reseña del New York Times, dijeron que una de sus novelas era “un puente hacia el alma árabe”.6 En un mundo donde viven más de 450 millones de personas árabes que pertenecen a múltiples religiones, ramas, etnias y comunidades lingüísticas esa caracterización no solo es “desconcertante”, en términos del propio Alameddine, sino que también resulta vacía. Desde su perspectiva, a los autores étnicos que prosperan en Occidente se los percibe como “portadores de mitos reconfortantes para un pequeño segmento de la cultura dominante que quiere verse a sí mismo como de mentalidad abierta”. En otras palabras, “hay más otros, otros más temibles, otros traducidos, otros intraducibles, el otro por completo extraño, el otro que, a ustedes, no los soporta. Aquellos que tenemos permitido hablar somos la punta del iceberg. Somos el otro adorable”. Cuando las traducciones se vuelvan más inclusivas y la comercialización, más sutil, emergerá una imagen más completa del mundo árabe.
Por último, la antologización de textos traducidos del árabe y su consiguiente incorporación a la literatura universal, si bien constituye un acto de recibimiento, presenta muchos problemas. Hasta ahora, una gran parte de la riqueza de las literaturas escritas en lengua árabe se pierde “una vez que se la examina desde el punto de vista de la literatura universal: se pasan por alto figuras relevantes, no se tienen en cuenta especificidades importantes y se desoyen trayectorias fundamentales”.7 Por lo tanto, irónicamente, en lugar de hacer visible toda una tradición o, al menos, segmentos coherentes de ella, las antologías de literatura universal suelen contribuir a mantener estereotipos. Un enfoque más amplio y con consciencia histórica podría remediar ese problema en el largo plazo.
Direcciones futuras
En los últimos años, surgieron cambios en la dirección, el campo y la base del análisis de los estudios de literatura árabe, pero aún se precisa seguir profundizando en ellos. Tal como lo explica Hassan en su introducción, al hacer énfasis en el desarrollo de la novela escrita en lengua árabe dentro del marco del Estado nación, se ponen de manifiesto cinco niveles de tradición: el subnacional (minorías y subregiones), el nacional, el de la región supranacional (países del Magreb, el Levante y el Golfo), el panárabe (un grupo supranacional más amplio) y el transnacional (la literatura escrita en árabe como parte de categorías más amplias, por ejemplo, como perteneciente a África del Norte, a Asia Occidental o al Oriente Medio, o como parte de la literatura poscolonial o de la universal). Hassan señala que se puede tomar el Estado nación como punto de partida, pero no como horizonte. Si el enfoque del estudio estuviera en el nivel subnacional, que es el menos explorado hasta ahora, se produciría un cuerpo de conocimiento más complejo y, por ende, más preciso. De manera similar, Bayeh propone un método diaspórico de lectura con el objeto de poner en duda la visión del Oriente Medio o del mundo árabe como una “región delimitada”, lo que habilita el descubrimiento de líneas entrecruzadas que conectan a varias comunidades. Comprender esta región como lo que ella llama una “cartografía diaspórica” la presentaría como una “serie de redes que contienen personas y cosas, lugares y prácticas”.
Tal como observaron Ulrich Beck y Natan Sznaider, el siglo XXI ha sido testigo de una transformación global de la modernidad que requiere una reconceptualización de las humanidades y de las ciencias sociales.8 Los estudios árabes también deberían unirse al movimiento y alejarse de métodos analíticos binarios como Oriente/Occidente, nacional/transnacional y, en especial, colonial/poscolonial. Aunque las literaturas árabes hayan entrado con una excesiva demora al canon literario del siglo XXI, la dicotomía más bien simplista entre Oriente y Occidente heredada del orientalismo permanece en el centro del paradigma poscolonial.9
Una colaboración entre académicos arabófonos y otros pertenecientes a diversos campos ayudaría a crear una concepción mucho más dinámica del mundo árabe. Además de la elaboración de proyectos académicos en conjunto, los traductores del árabe deben afirmar la traducibilidad de la lengua árabe (por ejemplo, demostrando que no se trata de un idioma controvertido, como muchos todavía sostienen)10 e intentar establecer una cobertura más completa y, por ende, más representativa de la literatura escrita en lengua árabe. Los escritores también deberían escribir en busca de la excelencia y no como si fueran traductores o mediadores culturales, que es lo que muchos aún hacen en el llamado Tercer Mundo, como señala Anjali Pandey. En ese sentido, Alameddine advierte que es necesario que los autores tengan independencia intelectual: “Escribo porque tengo algo que decirme a mí mismo”. Y agrega: “Siento temor cuando me ubican en un panel en representación del mundo árabe”.11
Más allá de los rótulos geopolíticos
Tanto una apertura mental intelectual como un compromiso ético con las tradiciones literarias árabes pueden contribuir de modo significativo a combatir los mensajes de los medios dominantes y la esfera popular, los que, con frecuencia, reducen la arabidad a un lexicón de sectarianismo, violencia inspirada en la religión y opresión de la mujer.12 El interés occidental por el mundo árabe desde el atentado del 11 de septiembre, intensificado luego de la Primavera Árabe, requiere una respuesta apropiada y medida por parte de aquellos que “conforman el sector”. Las literaturas árabes contemporáneas siguen redefiniendo su sentido de realidad contemporánea. En los estudios árabes, los académicos, traductores, correctores, editores, docentes y estudiantes deben ponerse al día con estos nuevos avances mediante la adopción, tal como algunos ya comenzaron a hacerlo, de una historiografía pluralista guiada por la búsqueda de una poética y una política de movimiento con el fin de multiplicar los ejes de comparación. Si todos esos grupos leyeran y, por ende, volvieran a presentar las literaturas árabes multilingües de manera comparativa y también reflexiva, entonces, de a poco pero con certeza, el cuerpo de conocimiento producido alcanzaría al lector occidental general, quien, de ese modo, comenzaría a percibir, y con razón, que el Oriente Medio, la región MENA (sigla en inglés que designa las zonas del Oriente Medio y de África del Norte) y el mundo árabe no son más que rótulos geopolíticos que enmascaran, o hasta ocultan, historias, experiencias y sensibilidades mucho más complejas. Recién entonces, las identidades árabes individuales y colectivas podrían ser vistas como lo que en verdad son: abiertas y sin fronteras, interseccionales, contingentes y, por lo tanto, fluidas y en un estado de reelaboración constante.
Beirut, Líbano
Traducción de Antonella Querzoli
1 Claire Gallien, “Anglo-Arab Literature: Enmeshing Form, Subverting Assignation, Minorizing Language”, Commonwealth Essays and Studies 39, N.° 2 (2017): 5.
2 En el siguiente orden, ver Jumana Bayeh, The Literature of the Lebanese Diaspora (2015); Michelle Hartman, Native Tongue, Stranger Talk (2014); Syrine Hout, Post-War Anglophone Lebanese Fiction (2012); Felix Lang, The Lebanese Post-Civil War Novel (2016); Ghenwa Hayek, Beirut, Imagining the City (2015); y Waïl Hassan, Immigrant Narratives (2011).
3 Jumana Bayeh, “Anglophone Arab or Diasporic? The Arab Novel in Australia, Britain, Canada, the United States of America”, Commonwealth Essays and Studies 39, N.° 2 (2017): 18.
4 Ghenwa Hayek, “Whitewashing Arabic for Global Consumption: Translating Race in The Story of Zahra”, Middle Eastern Literatures 20, N.° 1 (2017): 94.
5 Sherif Ismail, “Arabic Literature into English: The (Im)possibility of Understanding”, International Journal of Postcolonial Studies 17, N.° 6 (2015): 922.
6 Rabih Alameddine, “Comforting Myths: Notes from a Purveyor”, Harper’s Magazine, 14 de mayo de 2018.
7 Omar Khalifah, “Anthologizing Arabic Literature: The Longman Anthology and the Problems of World Literature”, Journal of World Literature 2, N.° 4 (2017): 521.
8 Ulrich Beck y Natan Sznaider, “Unpacking Cosmopolitanism for the Social Sciences: A Research Agenda”, British Journal of Sociology 57, N.° 1 (2006).
9 Ver Muhsin al-Musawi, The Postcolonial Arabic Novel (2003); Lindsey Moore, Narrating Postcolonial Arab Nations (2018); y Anna Ball y Karim Mattar, eds., The Edinburgh Companion to the Postcolonial Middle East (2018).
10 Robyn Creswell, “Is Arabic Untranslatable?”, Public Culture 28, N.° 3 (2016): 452.
11 Somak Ghoshal, “My Wounds Will Not Be Healed in My Lifetime: Rabih Alameddine”, Livemint, 6 de abril de 2018; Supriya Sharma, “Jaipur Literature Festival 2018: Arab Literature and the Internalising of Racism”, Hindustan Times, 22 de junio de 2018.
12 Creswell, “Is Arabic Untranslatable?”: 449.